El problema no será el sábado 12 de junio, cuando el seleccionado de fútbol de la Argentina debute en el Mundial contra el equipo de Nigeria. Ese sábado, ¿quién va a estar haciendo otra cosa que no sea ver el partido por televisión?
La cuestión se complica el jueves 17 de junio, cuando a partir de las 8.30 la escuadra albiceleste debe presentarse ante su par de Corea del Sur. Se torna más delicado el martes 22, cuando a las 15.30 le toque jugar contra el conjunto de Grecia.
Al aceptar que en el segundo y tercer partido de la serie clasificatoria las escuelas y colegios suspendan sus actividades para que los alumnos vean el partido de fútbol, el ministro de Educación de Cristina Kirchner, Alberto Sileoni, ha ratificado que en la Argentina cualquier ocasión es propicia para que la sociedad deje de cumplir con sus obligaciones. Al darles vía libre a las escuelas para que en las aulas los maestros permitan ver los partidos del Mundial de Sudáfrica disputados por el equipo de la AFA, las autoridades han ratificado una verdad ya indiscutible. El fútbol manda, el ocio prevalece, pasarla bien es superior a cualquier otra necesidad.
Hace pocos días esto se hizo dramáticamente visible con el Viernes Santo, que fue un 2 de abril. Pese a ser el día más dramático de la Cristiandad (la pasión de Cristo) y encima aniversario de Malvinas, una guerra donde la Argentina sacrificó las vidas de casi 700 jóvenes, ese día fue franco pero hubo fútbol, no uno, sino dos partidos, y por la TV oficial.
Contra el fútbol nada se puede ni se quiere hacer desde el poder. Así, los alumnos harán lo que hacen sus mayores, o sea excusarse de sus tareas (financiadas por los recursos públicos) y los maestros dejarán de dar clase para ver cómo se desempeña Mascherano, si Messi repite sus hazañas en el Barcelona o si Higuain configura con “Leo” una dupla imbatible.
En un país donde un adolescente de 13 años no tiene idea quién fue Jorge Videla, en qué equipo jugaba Arturo Frondizi, o a qué se dedicaba Arturo Illia, ¿los docentes argentinos les enseñaran a sus discípulos como es el sistema de gobierno de Nigeria, que diferencias hay entre las Coreas del sur y del norte o que isla del Mediterráneo comparte Grecia con otro pais de la región? Seguramente que no. Pero, obligado a dar justificaciones seudo pedagógicas por el nuevo jubileo, Sileoni alega que el Mundial de Sudáfrica “es un hecho cultural muy importante, una fiesta con un gran efecto pedagógico”. No dijo cuál era y en qué consistía ese “efecto pedagógico”.
No es ésta una novedad en la Argentina, un país donde jamás se llega dar un mínimo de 180 días de clases, porque las sempiternas huelgas docentes lo hacen imposible. En el Mundial de 2006 jugado en Alemania, en el de 2002 celebrado en Corea del Sur, y en el de 2008 en Francia se hizo lo mismo.
Con imperturbable mentalidad pragmática, el ministro Sileoni hizo este cálculo: “ver el partido en la escuela significa invertir dos horas de la clase. Que los chicos falten, son seis horas menos”. Él da por sentado que si los partidos del seleccionado argentino no pueden ser vistos en el aula por los alumnos, éstos faltarán. ¿Faltaría a clase por su cuenta un chico de siete, ocho o nueve años, o serían sus padres los que los harían faltar para ver a los once de Maradona?
El Gobierno no responde. Sileoni alega que “negar la posibilidad de que los partidos se vean en los colegios sería negar una realidad. Se verán en oficinas y en dependencias públicas, por lo que está bien que entre en las escuelas”. Un posibilismo típico de la época: si lo hacen todos, no hay que impedirlo, un gobierno nunca debe hacer algo impopular.
Dicen en el Gobierno que están preparando a las apuradas un cuadernillo “para que los docentes articulen contenidos del Mundial en materias como Geografía, Historia y Lengua”. ¿Ahora lo están preparando? ¿Y cuando podrán estar preparados los docentes argentinos para estudiar este texto y poder explicarles a sus alumnos cómo es la compleja configuración étnica entre cristianos, islámicos y animistas de la africana Nigeria? ¿Sabrán contarles cómo llegó al poder Nelson Mandela y quienes fueron los gobiernos y naciones que apoyaron al Congreso Nacional Africano? ¿Sabrán qué era y qué es ese Congreso Nacional Africano? ¿Podrán explicar por qué Grecia retiene la mitad de la isla de Chipre, mientras que la otra parte es regida por Turquía? Ese libro para docentes, ¿cuándo será estudiado por ellos para a su vez enseñar a sus alumnos? Y si el equipo argentino pasa a octavos de final, ¿los materiales del ministerio brindaran información estadística, cultural, política e histórica de los otros 28 equipos probables?
Desde que arranque, el 11 de junio, y hasta la final. El 11 de julio, el Mundial será una maravillosa oportunidad para que inflación, inseguridad y corrupción dejen de preocupar e interesar a los argentinos. Una monumental sopa de fútbol cubrirá todo, todo el tiempo, de todas las formas posibles, a menos que ocurra la dramática e improbable posibilidad de que el equipo argentino deba levantar campamento el 23 de junio.
Obligado a fabricar argumentos “políticamente correctos”, el ministro improvisó mal, diciendo que el Mundial se realiza en Sudáfrica, país que -dijo- “viene luchando contra el apartheid y la discriminación”, una inadmisible alteración de la realidad, puesto que el “apartheid” fue eliminado oficialmente en 1990, y -además- no hace falta un Mundial para que los niños y adolescentes sepan qué es y cómo funcionó la discriminación racial
Sileoni cree que “hay que quitarle peso a la medida”, por lo que sostiene que una forma contribuir a la idea de que el aula y la enseñanza sean situaciones “democráticas”, en las que docentes y alumnos sean algo así como iguales, transmitir fútbol en la escuelas será bueno porque facilitará que educadores y educandos se encuentren juntos “en una situación de más horizontalidad”.
Para la Dra. Silvina Gvirtz, directora de la maestría en Educación de la Universidad de San Andrés, “si la Argentina llegar a estar en la semifinal, es una situación que generará identidad y sería extraterrestre no ver el partido en la escuela. Pero si es el primer partido de la Argentina en el Mundial, tal vez corresponde que el chico tenga una falta y que asuma su responsabilidad, lo cual también es educación”. Pero para el ministro, el Mundial “es una fiesta y, si nos va bien, más fiesta todavía”.
Para el pedagogo Gustavo Iaies, lo cierto es que “los chicos dejarán de trabajar durante esas horas de fútbol por TV en los contenidos que deben aprender. Cuando miren el Mundial, prestarán atención al juego, a los resultados, a las hinchadas”. Propone que luego de esos partidos, los alumnos recuperen
Fuente: perfil.com
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