por Julieta Molina
Cada vez más cooperadoras escolares recaudan fondos adicionales y realizan las reparaciones en los edificios.
"Se cayeron pedazos del edificio, de 5 kilos, desde 6 metros de altura y en el área de jardín", resumió el incidente del mes pasado la rectora del colegio Mariano Acosta, Raquel Papalardo. "Y eso que tenemos una cooperadora muy bien organizada. Incluso hay una comisión técnica de padres que son arquitectos e ingenieros y que dan las recomendaciones a Infraestructura del gobierno porteño sobre las obras que deben ejecutarse", agregó.
Las cooperadoras escolares han sido siempre parte importante de las comunidad educativa. Reciben subsidios del Estado y poseen autonomía para organizar actividades para recaudar dinero. Pero, en los últimos años, la necesidad de su actividad se ha tornado indispensable para garantizar las condiciones de mantenimiento en las escuelas.
Así, las cooperadoras se ocupan de comprar anafes para calentar comida, de recaudar dinero cuando los subsidios no alcanzan y hasta de la ejecución de obras de infraestructura fundamentales. Sin embargo, la capacidad de recaudación e iniciativa de las cooperadoras depende del nivel socioeconómico de las comunidades: en los sectores más pobres, es difícil convocar a los padres o que aporten el bono contribución mensual.
Según el gobierno porteño, hay 717 asociaciones cooperadoras en la ciudad y 715 edificios, en los que funcionan 1300 escuelas. Las comisiones directivas deben estar integradas por al menos 7 miembros y los alumnos pueden aportar el bono contribución mensual de hasta 10 pesos.
Ayer se realizó un abrazo simbólico al colegio Mariano Acosta, en Balvanera, aunque las autoridades reconocieron que el Gobierno porteño presentó un plan de trabajo para resolver "el histórico problema edilicio" del establecimiento.
Una nota para los padres de la Escuela N° 20 del distrito escolar 14 enviada este año pide más colaboración. El motivo: la impermeabilización de 450 metros cuadrados de la terraza, por un total de $ 15.050. Los reclamos por filtraciones hechos al gobierno de la ciudad y al Ministerio de Educación porteño comenzaron en 2006.
"Durante todo 2009 estuvo clausurada el aula de 6° grado y esos alumnos cursaron en la biblioteca. También se clausuró la sala de informática por goteras y en las horas de esa materia los chicos trabajaban para otras asignaturas. La biblioteca no se usó en todo el año y los chicos no tuvieron informática en una escuela especializada en tecnologías de la información y comunicación", explicó a La Nacion la presidente de la cooperadora, Andrea Diano.
Con la idea de no atravesar un 2010 en las mismas condiciones, la comunidad educativa se juntó un sábado; contrataron un volquete y pasaron el día limpiando la azotea, entre unas 40 personas. "Si no ponemos el hombro, la escuela se viene abajo. Hay una clara falencia en lo que respecta al Gobierno", resumió Diano. Sólo en 2009 la escuela recibió 20 visitas de representantes de Infraestructura, enviaron una carta al Ministerio de Educación, firmada por 230 personas, y realizaron numerosas gestiones. El resultado fue nulo.
En diálogo con La Nacion, el titular de la Unidad de Apoyo a la Comunidad Educativa porteña, Max Gulmanelli, no consideró que las cooperadoras de padres estén teniendo un rol más activo. De hecho, lanzó una convocatoria "a los padres que tienen que trabajar mucho en las cooperadoras para reforzar el vínculo con el ministerio, ya que las puertas están abiertas".
"Sí, es verdad que nos escuchan, pero no se refleja en los actos. Es un diálogo de sordos; todo sigue siempre igual", respondió Diano.
Cuando hay necesidades no previstas en los subsidios, dijo Gulmanelli, la escuela debe hacer el reclamo, personal de Infraestructura inspecciona la situación y se procede a presupuestar, licitar y ejecutar la obra.
Otro colegio donde la cooperadora es motor de numerosos reclamos es la de la escuela Nicolás Avellaneda. Hace menos de dos meses, organizaron una original manifestación: con una torta y canciones, se celebraron los 600 días sin salida de emergencia. Cuando hicieron el último reclamo, a principios de junio, la respuesta oficial fue: "No hay plata". La presidenta de la cooperadora de colegio, Marcela Castañeda, resumió: "Hemos ganado espacios a fuerza de organizarnos pero muchas veces no tenemos ni tiempo ni ganas de encargarnos". Todos los padres que participan en las cooperadoras trabajan y los mails y conversaciones telefónicas sobre sus escuelas insume mucho tiempo.
El frágil esquema de la cotidianidad de la escuela pública se evidencia en colegios donde las cooperadoras no logran organizarse o donde los padres no aportan la cuota. La escuela 8 del distrito escolar 11 posee 310 alumnos, pero recolecta un aproximado de $ 700 mensuales, lo que equivale al 22% del total. "El problema de depender tanto de las cooperadoras es que se siente más la necesidad en las escuelas que menos tienen. Donde más recursos faltan, menos participan los padres y se genera un doble perjuicio para los chicos", sintetizó una docente.
SUBSIDIOS COMPLICADOS
Según el Ministerio de Educación porteño, los montos de los subsidios que se entregan a las cooperadoras ?para mantenimiento, equipamiento, transporte y material didáctico? se calculan sobre la base de la superficie del edificio, la matrícula y el nivel educativo. Se entregan en cuotas tras haberse rendido los gastos del año anterior, lo que a veces causa demoras. En la cartera educativa afirman que hay unas 40 escuelas porteñas "con dificultades en la rendición de gastos", en parte debido a la complejidad del sistema contable que se utiliza, según reconocen las propias autoridades.
Fuente: lanacion.com
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