Alieto Guadagni
Argentina está de fiesta celebrando el bicentenario de su primer gobierno patrio (25 de mayo de 1810).
Recordemos que la celebración del Primer Centenario nos había encontrado en plena expansión económica, y es así como el presidente Figueroa Alcorta le pudo decir al Congreso en 1910:“En ninguna época de nuestra historia ha alcanzado el país una suma mayor de prosperidad y de progreso que en la actual.” Entre 1870 y 1910 el PBI se había multiplicado nada menos que nueve veces, por este espectacular crecimiento el PBI per capita argentino era hacia 1920 el octavo del mundo. En la primera década del siglo XX el ingreso per cápita argentino era superior al de importantes países europeos como Francia y Alemania, para no mencionar Italia y España, y más del triple que el japonés. Este hecho es sorprendente para muchos contemporáneos para quienes es difícil pensar que nuestro país alguna vez hubiese tenido niveles de vida comparables al de los países más importantes. También sorprenderá a muchos conocer la diferencia de opinión existente hacia el Centenario entre Carlos Pellegrini y Teodoro Roosevelt. Mientras nuestro compatriota pronosticaba que la Argentina alcanzaría el nivel de vida de los Estados Unidos en cuatro décadas, el presidente de esa potencia, que ya había quebrado el largo liderazgo del Reino Unido, sostenía que la Argentina los alcanzaría antes, porque “tienen la ventaja de aprender de la experiencia americana”. Un siglo después el cuadro es diferente, ya que durante los cuarenta años previos a este Segundo Centenario (1970-2010) el PBI por habitante apenas creció un 36 por ciento, mientras que en los cuarenta años previos al Primer Centenario (1870-1910) había trepado 160 por ciento. Pero atención, y esto vale para no entrar en un pesimismo que nos impida apostar al futuro; mientras que a lo largo de los veinte años que van desde 1970 a 1990 el PBI por habitante cae un 15 por ciento (se acuerdan que la década del ochenta había sido bautizada como la “década perdida”?), en los últimos 20 años (1990-2010) este indicador trepo nada menos que un 60 por ciento. Y este crecimiento fue logrado a pesar de la larga y profunda recesión del cuatrienio 1999-2002. Hay importantes factores estructurales muy positivos que explican este comportamiento expansivo que van desde la modernización tecnológica de la industria, hasta la expansión minera y energética, la acelerada expansión de las comunicaciones, grandes aportes de inversión externa, pero sin dudas el principal de todos ha sido la transformación profunda de toda la agroindustria, inclusive de importantes producciones regionales. Para consolidar este crecimiento a largo plazo es necesario prestar primero atención a la lección que surge del comportamiento de los países más “veloces” en el último cuarto de siglo. Todos ellos, sean asiáticos, europeos o latinoamericanos, han procurado la mejor inserción en el nuevo mundo globalizado, de acuerdo a sus fortalezas y ventajas competitivas. Es decir, tuvieron una visión estratégica de su mejor ubicación en el escenario mundial. El escenario mundial que interesa no es el de hoy, sino el de mañana; por ello es crucial prever en qué dirección soplarán los vientos futuros. Hay algo que sabemos y es que el centro del poderío económico se desplazará aceleradamente hacia el Asia-Pacífico, impulsado por los dos gigantes asiáticos, India y China, que representan nada menos que el 40 por ciento de la población mundial y que lideran la expansión mundial de la demanda de alimentos. La gran transformación productiva que se avecina es dejar de exportar simples proteínas vegetales para pasar a exportar elaboradas proteínas animales, Pero si queremos aprovechar plenamente las grandes oportunidades que nos ofrecerá el mundo en el futuro será esencial acumular capital humano. Esto exigirá enfatizar las actividades científicas y tecnológicas en nuestro sistema educativo, particularmente en el nivel universitario, Aquí, hay mucho por hacer si queremos crecer, pero con equidad y sin exclusión social en un mundo amenazado por la desigualdad creciente en los ingresos de las personas. Si actuamos con inteligencia el siglo XXI podrá ser testigo de la recuperación por parte de nuestro país de lo que retrocedimos en la última centuria.
Fuente: elimparcial.es
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