Lo que se conoce y se valora de la actividad escolar es el funcionamiento concreto de cada escuela, sus logros año tras año, el rendimiento y la formación de sus alumnos.
La valoración del sistema, en cambio, requiere otra perspectiva más distante y abstracta, que no es la del educador que conduce un curso ni la de la comunidad escolar que espera el progreso de sus hijos.Esta afirmación se vincula con otra no menos significativa: es el grupo que integra el personal directivo y docente de un establecimiento el que determina el éxito o el fracaso de la enseñanza, antes que la gestión política, la currícula vigente o las normas del sector.
Esta doble conclusión fluye de una encuesta realizada por el Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP), respondida por 440 docentes de escuelas del país, que confirma conceptos para tener en cuenta en el planeamiento educativo.
La citada encuesta dejó en claro, también, que los educadores confían especialmente en el beneficio de los cambios propiciados por iniciativa del personal del establecimiento al que pertenecen, en buena comunicación con los padres de los alumnos. Por el contrario, no despiertan la misma confianza las innovaciones propuestas por expertos ajenos a la escuela o que provienen del organismo ministerial de la Nación.
Esta distinta actitud seguramente fue una de las causas que gravitaron en la frustración en que concluyeron las reformas emprendidas en las últimas décadas. Es de señalar, asimismo, que los docentes mayoritariamente descreen de la influencia de los sindicalistas en la vida escolar, si bien adhieren a los paros gremiales por reclamos salariales o de protesta social.
En cuanto a los recursos que contribuyen a la mejora de la enseñanza, un 80 por ciento consideró positiva la evaluación de la actividad del docente unida a una oferta de incentivos para los mejores, ya sea de carácter profesional, como cursos de posgrado o de actualización, o bien de índole económica o simbólica (de reconocimiento profesional). Asimismo, la mayoría consideró que las escuelas debían tener mayor autonomía para definir contenidos curriculares y decidir sobre problemas disciplinarios y de presupuesto.
Con respecto a la encuesta, Gustavo Iaies, uno de sus autores y presidente de la Fundación CEPP, subrayó que "los docentes están buscando un reconocimiento profesional individual, porque saben que el guardapolvo blanco ya no da legitimidad automática, ya que se perdió esa identidad colectiva".
Por lo tanto, en la búsqueda de calidad profesional, superación estatutaria y reconocimiento social, está vigente un plausible afán del maestro en alcanzar mejores logros. Ese rendimiento se facilita con recursos materiales actualizados, pero sobre todo depende de un factor moral que crece con los buenos resultados del trabajo, aun en pugna con los medios cuando son precarios y las dificultades obligan a mayores esfuerzos.
La sociedad y la escuela viven otros tiempos, con nuevas demandas y obstáculos. El deber del docente es elevar su moral y sus recursos pedagógicos al nivel de los problemas que enfrenta. El deber de las autoridades es comprender la misión de la escuela en esta época, considerar las expectativas de los docentes y ofrecer los incentivos que alienten una mejor calidad del proceso educativo.
Fuente: lanaciòn.com
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