En una editorial clandestina saca textos no autorizados. Usa un nombre falso.
Bui Chat es tímido y está incómodo. Está claro que no le gustan las entrevistas y contesta educado, pero parco. La prensa molesta venía con el Premio a la Libertad de Publicación 2011, que ahora –ayer– le entregaban. ¿En qué piensa Bui Chat –que ni siquiera se llama así– ahora que recibe el premio de la Unión Internacional de Editores de manos del presidente de la institución YoungSuk, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri, su ministro de Cultura Hernán Lombardi y el periodista José Claudio Escribano? ¿En qué piensa ahora que tiene que hablar en una semivacía sala Jorge Luis Borges? Quizás piensa en cómo llegó acá desde Hanoi.
En 2002, cuando apenas tenía 21, se cansó de no poder publicar sus poemas, porque en Vietnam hay censura, asegura. Todo lo que se publica en libros, diarios, revistas, Internet o medios audiovisuales debe contar con la autorización del gobierno; la poesía también. Para eso adoptó su nueva identidad y fundó su editorial Giay Vun (papel borrador). Allí publica sus poemas y los de otros poetas que no tienen lugar en las editoriales autorizadas. Además publica ensayos e investigaciones sociológicas, políticas e históricas, que el régimen comunista no ve con buenos ojos. La invasión estadounidense también es un tópico y un tema incómodo. No está solo. Lo ayudan sus amigos poetas y editores del grupo Mamien (poesía basura). Con ellos montó una red clandestina de edición y distribución de libros. Cada vez que elige publicar uno, tiene que contactar una imprenta en el mercado negro. El servicio –no se sorprenda– lo prestan las mismas plantas de impresión autorizadas, que con una, con una coima, aceptan correr los riesgos. El soborno y la tirada de mil ejemplares cuestan alrededor de 4 mil dólares. Después, con un grupo estrecho de diez colaboradores, entregan los libros gratis y de mano en mano a los lectores. La inversión corre por cuenta de organizaciones, que coordinan grupos a favor de la libertad de expresión, como el suyo. Juntos, además, entrenan a nuevos editores y distribuidores. Estos últimos, para proteger el pequeño sistema, nunca se conocen entre sí. Bui Chat tampoco sabe a ciencia cierta cómo los distribuyen. “Así se protegen los canales de distribución. Todo es subterráneo”, dice. No hay prensa, ni críticas, ni reseñas; sólo libros.
En 2004, este periodista y lingüista estuvo preso por volantear y promocionar lecturas nocturnas de poesía. Ahora, tanta publicidad, quizás no lo ayude. “Es posible que la policía vaya a buscarme, pero ahora tendrá otra repercusión”, se envalentona. En eso ayuda el premio de la Unión Internacional de Editores, que reúne a más de 65 asociaciones en 50 países. Piensa repartir equitativamente los 5600 dólares del premio, entre colegas clandestinos e independientes.
Ahora sí es su turno de hablar, después de Macri y otra mención más a Mario Vargas Llosa. Bui Chat, que se juega el pellejo de veras , agradece a sus hermanos que están en prisión. “Siempre creemos en nuestro objetivo. Esperemos lograr mayor libertad para los que leen, editan y escriben”, dice.
Sus colaboradores –su inseparable traductora y uno de sus mecenas– llevan consigo a todas partes su libro Poemas de una rima , traducido al inglés. Entre ellos, está su elocuente poema político “Nadie sabe qué demonios es el comunismo, pero seguro...”: Después del comunismo es días inocentes/con un camino no–desviado/Después del comunismo es erguir tu cabeza/Después del comunismo, tú vas en un camino sin un regreso/Después del comunismo hay gente triste y desorientada. Después del comunismo es destino.
Para Chat los libros pueden liberar al mundo. El sabe, sin sacarse las manos de los bolsillos, que también le pueden valer una larga estadía en la cárcel.
Fuente: clarin.com
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