por Alfredo Zurita - Médico Cirujano - Especialista en Salud Pública - Profesor titular de Salud Pública
Sin duda Luis Pasteur, un químico francés, inmortalizado por ser el descubridor de la vacuna contra la rabia, nos legó también un enfoque de la enfermedad y la medicina, que persiste hasta nuestros días como “medicina científica”, y subyace a la salud pública de “programas”, la moda de nuestras autoridades, y algunos organismos internacionales vinculados a la salud.
A diferencia de la medicina social, que sostenía en esas épocas que las principales causas de enfermedad eran la pobreza y la miseria, actuando en forma general, Pasteur planteó el supuesto de que cada enfermedad tenia una causa especifica, un germen, y que se podía actuar contra él mediante una vacuna, que tornaría a los individuos en no susceptibles a esa enfermedad. No seria por tanto la causa la organización social que produce pobreza y miseria, sino los microbios. Creo no es necesario aclarar qué intereses económicos y políticos apoyaron este supuesto, y lo siguen haciendo.
“El cólera es una enfermedad de los que no se lavan las manos”, sentenciaría el presidente Menem, en 1991, desautorizando de este modo a su ministro de salud quién había dicho el día anterior, luego de recorrer la zona de epidemia en la frontera con Bolivia, que la causa era la miseria en que vivían los pobladores. Las muertes infantiles por desnutrición son por razones culturales y educativas dijeron hace pocas semanas las autoridades de varias provincias, descartando denuncias de que se producen en poblaciones en extrema miseria, sobre todo indígenas.
Descubrir gérmenes y fabricar vacunas contra ellos fue por tanto una tarea a la que Pasteur, y sus discípulos y sucesores, a partir del enorme éxito contra la rabia, dedicaron su vida, con éxitos dispares.
La vacuna más eficaz, contra la viruela, es anterior a Pasteur, y fue producida por la misma naturaleza, por vacas infectadas por viruela, que desarrollan una forma atenuada de la enfermedad, (de allí el nombre de vacuna). Transferir el virus atenuado desde las vacas a los seres humanos no era tan sencillo, puesto que no en todas partes del mundo hay vacas enfermas de viruela, y personal capacitado para transferir el virus, pero adelantos tecnológicos, tales como la liofilización de la vacuna, y su aplicación simplificada, eliminando inyecciones, posibilitó hacerlo, y por primera vez en la historia una enfermedad fue erradicada, es decir eliminada definitivamente. (O al menos eso creemos).Para comienzos del siglo XX sin embargo debió aceptarse que no todas las enfermedades eran producidas por gérmenes, y aún en aquellas en que podía identificárselo, había otros factores que intervenían en el desencadenamiento de la enfermedad, a los cuales se llamó primero factores predisponentes, y luego factores de riesgo, (estadística mediante), y también que el mejoramiento de las condiciones ambientales y sociales se traducía en una gran reducción de las enfermedades causadas por gérmenes aún en ausencia de vacunas y tratamientos médicos eficaces. Las experiencias en la segunda mitad del siglo XX de China y Cuba fueron muy concluyentes al respecto, apoyando lo que había pasado anteriormente en Europa y otros países desarrollados.
Sin embargo el establishment político y económico liderado por Estados Unidos, aún reconociendo este progreso chino y cubano adujo que esto se había logrado sacrificando la libertad, un bien tanto o más valioso que la salud, y que el comunismo era por tanto una amenaza mucho mayor que cualquier enfermedad, a la que debían dedicarse predominanantemente los esfuerzos del “mundo libre”, denominación que hasta ahora recibe cualquier gobierno que los apoye, como el de Mubarak en Egipto.
Sin embargo desaparecido el comunismo, por su fracaso político y económico, las enfermedades siguen presentes, algunas en aumento, y el capitalismo sigue produciendo pobres, y enfermos, ya sea por la vía de la pobreza y la miseria, ya sea por cambios en el medio ambiente, o las condiciones laborales, y dado que esto amenaza con revueltas sociales en gran escala, como las que se están produciendo ahora en el norte de África, la idea de Pasteur, vuelve con renovada fuerza, aliada ahora a grandes fabricantes de vacunas, ya no artesanales, sino industrias multinacionales que quieren ganancias, aunque hasta ahora lo que tiene para ofrecer no esta a la altura de las vacunas anteriores que fueron exitosas. Enormes fundaciones privadas sponsorean su desarrollo, en los mercados que no parecen muy atractivos.
La vacuna contra el dengue es una de estas vacunas de desarrollo sponsoreado, ya que afecta esencialmente a los pobres, que no son mercados interesantes, y se dice podría estar disponible en pocos años, aunque quizás esto es solo una forma de alentar a los sponsors, algo desalentados por la falta de resultados en la vacuna contra el SIDA, también mas común entre los pobres.
La reciente vacuna contra la gripe A parece eficaz, aunque la enfermedad es muy poco grave, de modo que su interés es relativo, y los éxitos que los gobiernos nacional y provinciales atribuyen a la mega campaña de vacunación pueden ser mejor explicados por la gran epidemia de 2009, que produjo inmunidad natural en gran parte de la población del país.
La vacuna contra el virus HPV que acaba de ser anunciado será incorporada al calendario oficial de vacunación, tiene una eficacia parcial. Solo previene algunas formas de cáncer de cuello de útero, y es muy costosa, de modo que quizás invertir estos recursos en mejorar la detección precoz mediante Papanicolau produciría mejores resultados. Dadas las polémicas que suscita su utilización no todos los gobiernos de los países desarrollados la patrocinan, y en el caso argentino se solicito a la población que la pueda comprar por su cuenta lo haga, para aliviar el presupuesto.
Quizás para alentar “la causa” vacunas, Bill Gates, el mayor promotor de este enfoque, a través de su fundación, propone erradicar la poliomielitis, aun presente en varios países, aunque según algunos expertos esto implicaría reemplazar la sencilla vacuna oral Sabin, por la Shalk, que debe aplicarse en forma inyectable, tecnología que requiere mayores recursos, no disponibles en muchos países, y que podrían ser aplicados a otras actividades de mayor beneficio para la salud.
Ante este panorama complejo tenemos ahora un contramovimiento fundamentalista, que en nombre de filosofías varias proponen abandonar las formas capitalistas de producción, y la medicina científica, incluyendo las vacunas, volviendo a una vida natural, de producción artesanal, y medicinas naturales, y que cosecha no pocos adeptos entre poblaciones cada vez mas recelosas de sus gobernantes, del sistema capitalista en general, y decepcionada de las promesas de la medicina.
Esto parece también insensato, y debiéramos abogar por tanto por una posición más racional, que no descarte avances tecnológicos, pero que no deje que la industria, y los profesionales que ella corrompe para promocionar sus productos gobierne, aunque esto nos lleva un poco más lejos.
¿Como evitar que los grandes grupos económicos y financieros, y las empresas multinacionales, manejen la política?, incluyendo la de los mismos países desarrollados.Este es un problema que escapa a mis conocimientos, y quizás a la mayoría de los expertos sectoriales, y de los cuales deberían ocuparse estadistas, subgrupo de los políticos, que piensa mas allá de sus intereses personales, y que es por tanto escaso, aunque debemos reconocer que salvo grandes crisis, la población prefiere escuchar promesas venturosas, antes que la cruda realidad, y por tanto los políticos se ven en cierta forma obligados a dar lo que la gente pide, sobre todo en épocas electorales, y aunque no sea más que vacunas de eficacia reducida.
Fuente: corrientesopina.com.ar
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