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Por Nicholas D. Kristof The New York Times
Amedida que se extienden las protestas por la democracia en todo Oriente Medio, nosotros los periodistas nos esforzamos por transmitir las visiones y los sonidos, la religión y la política.
Pero hay un elemento central que ni siquiera hemos comenzado a captar: la valentía salvaje de hombres y mujeres –algunos de ellos apenas adolescentes– que se arriesgan a la tortura, a golpizas e incluso a la muerte por querer libertades que nosotros damos por descontado.
Aquí en Bahrein, el sábado, me sentía casi físicamente mal observando a una columna de manifestantes por la democracia que se acercaba a la Rotonda Pearl, el centro espiritual de su movimiento.
La víspera, las tropas habían disparado allí mismo contra los manifestantes, con municiones de verdad y sin ninguna advertencia. O sea que junté coraje y me dispuse a verlos morir.
Pero, asombrosamente, no fue así. La familia real suspendió el uso de la fuerza letal, quizá debido a la presión estadounidense. La policía arrojó gas lacrimógeno y balas de goma, pero los manifestantes marcharon igual y la policía se fue.
Los manifestantes se desplomaban en la rotonda y besaban el suelo. Se abrazaban. Gritaban. Bailaban. Algunos lloraban.
“Ahora la llamamos Rotonda de los ‘Mártires’”, dijo Layla, una estudiante universitaria de 19 años en ese momento de aturdimiento y excitación. “De una u otra manera, la libertad tenía que llegar”, dijo. “No la da nadie. Es un derecho del pueblo”.
Zaki, experto en computación agregó: “Si Egipto puede hacerlo, entonces nosotros podemos hacerlo mejor”. Y no compremos la perniciosa campaña de cuchicheos de los dictadores de que un Oriente Medio más democrático será fundamentalista, antiamericano o contrario a las mujeres. Por empezar, ha habido muchas mujeres en las calles exigiendo el cambio ( ¡mujeres increíblemente fuertes también! ) Durante décadas, Estados Unidos aceptó las autocracias corruptas y represoras en Oriente Medio, haciendo la vista gorda a la tortura y la represión , en parte por temor a que “la plebe democrática” fuera hostil a nosotros. Muchas veces fuimos miopes y estuvimos directamente del lado equivocado.
Aquí en Bahrein, compartimos la cama con una elite sunnita minoritaria que presidió un país tolerante, abierto y económicamente dinámico; pero es también una elite inmersa en la corrupción, la represión y una discriminación profunda hacia la población shiíta.
Nosotros brindamos a estos oligarcas ayuda destinada a equipar sus fuerzas policiales para mantener sojuzgados a los shiítas.
Deberíamos seguir el ejemplo de Gran Bretaña y suspender de inmediato esas transferencias hasta que quede claro que el gobierno no volverá a atacar a manifestantes pacíficos y desarmados.
Llegamos tarde para ponernos del lado del “poder del pueblo” en Túnez y Egipto, pero los habitantes de Bahrein están entusiasmados porque el presidente Obama llamó al rey cuando éste comenzó a dispararle a su pueblo.
Es tal la determinación de los manifestantes – en Bahrein, en Irán, en Libia, en Yemen – que el cambio es una certeza.
En un hospital, conocí a un parapléjico confinado a una silla de ruedas. Lo habían alcanzado balas de goma y planeaba volver por más a las protestas por la de mocracia.
Fuente: clarin.com
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