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martes, 22 de febrero de 2011

(Argentina) Un mercado desigual y sin políticas


por Jorge Oviedo

Las noticias del mercado laboral no son alentadoras. Aunque las cifras del Indec estuvieran bien elaboradas, hay motivos para la inquietud. Si el crecimiento no genera más empleo, las políticas no deben ser las adecuadas.



Lo primero por considerar es que las encuestas encuentran "ocupados", categoría amplísima que incluye a los asalariados con cobertura previsional y de salud y a los que tratan de ganarse la vida vendiendo cuadernos a los automovilistas que se detienen en los semáforos u ofreciéndose a limpiar los vidrios de los vehículos. El aumento del número de ocupados no quiere decir necesariamente que haya más empleo formal y bien remunerado.

Otro punto es que desocupado es todo aquel que busca una ocupación o empleo y no tiene éxito. Si deja de buscar, ya no es desocupado y desaparece de la tasa respectiva. Tal vez, muchas mujeres han dejado de buscar ocuparse porque cobran la asignación universal por hijo. Eso incluso puede ser bueno, pero el efecto favorable no lo ha generado el mercado de trabajo, aunque la economía crece mucho.

También vale tener en cuenta que la Argentina dejó hace más de dos décadas de ser un país donde la categoría de "empleado" con beneficios sociales, convenio, cobertura previsional, era prevaleciente en el mercado de trabajo. Esa era más o menos una categoría de "trabajador argentino" hasta comienzos de los años 80, cuando la desocupación era de alrededor del 2% y la marginalidad y la indigencia, fenómenos estadísticamente insignificantes.

Hoy dentro del conjunto de empleados, y más aún del de ocupados y desocupados, hay una enorme Babel, que hace que haya que pensar muy bien cuando se trata de incluirlos en conceptos, análisis o políticas.

Hay un conjunto de empleados agrupados en sindicatos fuertes que logran aumentos salariales que igualan o superan la inflación, que hasta buscan y logran trabajar menos y cobrar más y pujan para que se les repartan las utilidades empresariales. Podría decirse que son alemanes o que su situación se parece a la de la fuerza laboral sueca o francesa previa a la actual crisis.

Están también los tercerizados, que luchan para que se les pague igual que a otros que hacen el mismo trabajo, pero en condiciones muchísimo mejores. Son, en ese aspecto, muy similares a sus colegas chinos. Aparecen también los trabajadores de las cooperativas sostenidas por el Estado, que tienen una suerte de ocupación subsidiada y se asemejan a ciudadanos de países subdesarrollados sostenidos por planes de ayuda.

En ese mismo mercado, están además los trabajadores en negro, sin protección social, sin cobertura de salud ni indemnización por despido, que padecen la realidad de países donde no hay legislación favorable a los trabajadores o no hay voluntad de aplicarla. Y, finalmente, está la gran cantidad de pobres como africanos. Muchos de ellos son jóvenes, absolutamente incapacitados para el trabajo. Entre ellos se encuentran analfabetos funcionales, víctimas de la dependencia de sustancias psicotrópicas y miembros de una tercera generación de desempleados.

Es anticuada la visión oficial de que el igualador social y distribuidor del ingreso es el trabajo. Era acertada en el país en que la presidenta Cristina Kirchner fue a la universidad. Hoy la realidad es otra y requiere otras soluciones, porque, aunque aumentara mucho el empleo, de nada serviría a quienes no son empleables.

Además, las políticas desacertadas, como todas las que representa Guillermo Moreno, son enemigas de la inversión, que cae más todavía en un año de incertidumbre política.

Fuente: lanacion.com.ar

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