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Por Emilio J. Cárdenas - Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
Acabo de regresar de Nueva Delhi con la sensación clara de que la India ocupa ahora el centro de mi radar. Ya no es, para mí, ni inaccesible, ni remota.
La historia moderna de ese país es conocida, pero quizás algunos de sus perfiles no lo sean tanto. Vale la pena, entonces, repasarlos brevemente, para tratar de comprender mejor el alcance de lo que sucede en uno de los dos países más poblados del mundo.
La lucha por la independencia de la India fue liderada, en su momento, por abogados educados en las tradiciones democráticas del mundo occidental. Mahatma Ghandi, Jawaharlal Nehru, Sardar Patel y algunos otros estudiaron y se distinguieron en los claustros de Oxford y Cambridge. Lideraron luego un movimiento austero, desde el cual legaron a su país una democracia tan genuina como sólida y un conjunto de libertades esenciales que son respetadas por una amplia mayoría y están garantizadas, lo que la gente valora y defiende horizontalmente. A pesar de las castas y de las diferencias de género o religión.
En sus primeros años independientes, la India quedó cautivada con el modelo soviético, el colectivista. Aquel que luego terminara en el fracaso, en todas partes. Su economía se cerró, los aranceles y tarifas aduaneras fueron elevados, los tipos de cambio rígidos y caprichosos, y el sector privado, desplazado que fuera, perdió presencia en la economía. El Estado era entonces omnipotente y no podía equivocarse.
Dos guerras contra China (1962) y Pakistán (1965) reforzaron los lazos con el mundo soviético, como proveedor central de armas. Occidente, ante esto, pareció acentuar su desconfianza en el liderazgo indio. A la muerte de Nehru, su hija, Indira Ghandi, nacionalizó la banca, obligó a las multinacionales a desinvertir, y llevó la presión tributaria hasta casi el 100% de los ingresos. Y el país naturalmente se ahogó, deteniendo su crecimiento. Como si hubiera, de pronto, quedado detrás de la cortina de hierro.
Como consecuencia de ello y de un cierto giro autoritario de la propia Sra. Ghandi, en 1977, ella es destronada a través de las urnas. La libertad de prensa jugó en todo este proceso un papel importante, fue fundamental para la discusión en el plano de las ideas.
Muchos empresarios y profesionales indios, ante el achique de sus universos personales, se transformaron en expatriados, impulsados por la falta de oportunidades. Para algunos de ellos, el éxito externo fue resonante.
En los ´80, sin embargo, Rajiv Ghandi, impulsado por el peso de la realidad, comenzó a permitir una cierta, aunque tímida, resurrección del sector privado. Asesinado que fuera, el poder pasó a manos de Narashima Rao, quien convocó, como ministro de finanzas, a Manmohan Singh, el actual Primer Ministro. Ambos se propusieron rescatar al país de la bancarrota.
En 1991, devaluaron la rupia, fuertemente. Los permisos para desarrollar actividades industriales fueron abolidos. Algunas empresas públicas fueron privatizadas. En un ambiente de liberalización progresiva, se convocó a las multinacionales a regresar a la India y muchas aceptaron la invitación, reapareciendo en el escenario local. Se abrieron y modernizaron los mercados de capitales. Y se alentó el crédito al consumo. Como resultado, los empresarios comenzaron a invertir, con renovada energía y realmente con un talento poco común, particularmente en el campo de los servicios y en el de la tecnología.
Los cambios de manos en el timón del país mantuvieron el rumbo económico. El de la apertura. Hoy India está en el radar del mundo. No sólo en el mío. Quizás un paso atrás de China, pero esto seguramente no será así por mucho tiempo. Un gobierno de centro izquierda tiene el timón del país. No sin algunos serios problemas. La corrupción y la inflación están entre los más urgentes a resolver. Una limitada amenaza violenta desde el maoísmo está, en algunos rincones del país, vigente.
La inversión extranjera se ha multiplicado. La local también. Y la India, finalmente, está en pleno despegue, eliminando pobreza. La sensación del visitante es la de que hasta se la oye crecer. Los empresarios locales, que operan con el mundo como horizonte, advierten que la India crece ahora vertiginosamente, y señalan -coincidentes- que ello ocurre "a pesar del Estado". Lo cierto es que están presentes, codo a codo, junto a los políticos y funcionarios públicos, en casi todos los organismos que piensan en como será el futuro del país y lo están diseñando, incluyendo el capítulo de la seguridad y el de la política exterior. Por esto están obviamente empeñados en eliminar las rigideces económicas que quedan y dejar de lado las trabas reglamentarias que la han limitado por tantos años, producto del equivocado primer capítulo colectivista de la historia del país.
De pronto una suerte de complejo de inferioridad respecto de China se está transformando en una actitud de competencia alimentada por una nueva autoestima, bien visible; en algo así como: "nosotros también podemos". Y es efectivamente así.
Para algunos, como Raghav Bahl, un impresionante empresario local del sector de los medios de comunicación, ocurre que "la liebre china" está siendo alcanzada por "la tortuga india" que, luego del cambio de rumbo, pacientemente ha ido acelerando y manteniendo su paso.
La producción industrial crece al 6% anual. Las exportaciones al 36,4% anual. El ahorro es del 35,6% del PBI. La liquidez crece. La inversión es robusta. La educación mejora, a punto tal que para el 2020 la India será el país que producirá más graduados universitarios del mundo. Además, las limitaciones demográficas de China no están en la India.
Hay riesgos, ciertamente: una inflación del 8,2%. Un déficit fiscal del 9%. Los efectos del aumento de los precios de la energía y de los alimentos, que alimentan las presiones inflacionarias y lastiman a los más pobres. Y un déficit comercial de unos 2,5 billones de dólares mensuales. Las autoridades tienen conciencia de todos ellos y están trabajando, con dinamismo y optimismo, para enfrentarlos de manera de mantener una tasa de crecimiento que ayuda a soñar con que "el tigre indio" pronto estará entre los más fuertes del mundo.
Fuente: lanacion.com.ar
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