Mari Patxi Ayerra
Siempre que uno mira al cielo y ve una constelación se sorprende.
Pues mucho más encantado se queda uno cuando disfruta la obra de teatro titulada Donde germina una constelación, representada por Las Teatreras, un grupo de mujeres inmigrantes, latinas, con hijos aquí o allá, que están entre nosotros, trabajando en ayuda doméstica o en otras tareas de servicio. Cada fin de semana, en la asociación Minka, hacen un hueco en sus vidas para encontrarse y ensayar, hablar de sí mismas, sobre sus mundos y los de los demás y construir entre todas una liberadora experiencia humana y teatral.
Minka es una asociación independiente, laica y plural, que se propone realizar acciones de cooperación y sensibilización para el desarrollo, formación, voluntariado, promoción y denuncia, al servicio de una cooperación efectivamente solidaria para construir una sociedad más justa y humana, tanto en España como en los países del sur.
Su proyecto es contribuir a la construcción de un nuevo orden internacional de paz con justicia social, democracia participativa, equidad de género y desarrollo humano sostenible, ayudando a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones que sufren la mayor pobreza. Es una OND que rescata el espíritu milenario de la “minka”, el trabajo colectivo de los pueblos andinos para beneficio de toda la comunidad, como principio básico para construir un mundo mejor para nuestros hijos e hijas.
Vivir lejos de su tierra
Con esta representación, como decían ellas, habían conseguido el empoderamiento de unas mujeres que hablaban bajito, que se asustaban del tono español, que se sentían más pequeñas que las mujeres de España y vivían miles de dificultades en su búsqueda y realización de un trabajo digno. Ya presentaron otra obra, titulada Mujeres Andando y la que ahora representan, en 45 minutos, es Donde germina una constelación, en la que diez mujeres, sin decorados, efectos especiales ni objeto alguno, muestran las emociones, sentimientos y vivencias que a ellas mismas les ocurren en su vida cotidiana, desde que salieron de su tierra y viven en Madrid, cuidando a nuestros hijos, nietos y mayores o sirviéndonos en restaurantes, lavanderías, supermercados, etc.
Como la mayoría de las mujeres inmigrantes, concilian el cuidado de sus hijas e hijos, con agotadores trabajos de limpieza, cocina, cuidado de enfermos y otras actividades que les permiten ir sacando adelante a sus familias, que están a este y al otro lado del Atlántico.
Donde germina una constelación, más que una historia, es la confluencia de diez historias. Diez vidas cogidas por el desarraigo de la partida, agraciadas después con el encuentro mutuo. Diez mujeres salen de su país, por circunstancias distintas (prima el factor económico), abandonando hermanas, hermanos, madres, padres, hijos, casa, tierra, costumbres y todo aquello que formaba su mundo, todo aquel entorno que les había formado, para llegar a Madrid, trabajar y vivir el día a día de la capital. Condiciones desventajosas de trabajo, violencia machista, soledad y la melancolía (siempre presente, como un pájaro triste que olvidó cantar), obstaculizan el desarrollo de cada una, las someten a dinámicas de menoscabo personal y de infelicidad. Constelación de apoyo
Unas, trabajando muchas más horas de las debidas y con un ambiente laboral de tensión, entran en conflicto por opinar diferente sobre su misma situación en el trabajo. Otras, en el mismo ámbito, descubren la situación de maltrato que la otra vive, por parte de su marido. Unas más se ven sorprendidas por el repentino descubrimiento de una enfermedad de un ser querido, en su país de origen.
Cada dificultad será el impulso para que se encuentren entre ellas y formen una nueva constelación de amistades, de relaciones fuertes que serán el impulso emocional para afrontar sus vidas. Panaderías, naves industriales, locutorios, el aeropuerto y la calle, lugares tan comunes y aparentemente desprovistos de poesía, son los escenarios donde germinan esas pequeñas luces que luego serán la fuerza de nuestras mujeres.
Mujeres valientes
Verlas actuar conmueve el alma. Dan un grito que podría escuchar y disfrutar mucha gente. Tras la representación, hacen un coloquio y el encuentro con ellas es aún más enternecedor y bonito, pues les sorprende gratamente que nos interese tanto su vida. Se me ocurre que podrían representar su obra en una parroquia, un encuentro de voluntarios, un centro cultural, un aula, una eucaristía, un grupo de inmigrantes o un encuentro de cualquier tipo en el que se sensibilice con la mujer inmigrante. Ellas sólo pueden actuar en sábado o domingo, porque trabajan.
Dicen que con 100€ se conforman, para repartírselo entre todas, para el transporte. Confieso que habría desdeado ofrecerles la posibilidad de que representaran en un gran estadio de fútbol y a 30€ la entrada, por lo menos. Podéis pasar esta información a quien creáis que podría servirle esta idea tan bonita o a quien pueda conseguirles alguna representación, que les haría a ellas sentirse muy válidas.
Egly Larreynaga es la actriz que dirige talleres de teatro y con la que se puede entrar en contacto a través del mail eglylarreynaga@hotmail.com. Este taller de Las Teatreras le llegó a través de un amigo dramaturgo y comenzó con cinco mujeres, aunque hoy cuenta con diez auténticas artistas, de diferentes edades y procedencias latinas. Partiendo de la experiencia de cada una de ellas, sobre los encuentros que se producen en su vida entre nosotros, y partiendo de los roles de madres, amante, inmigrante, trabajadora, hija, y de las distintas situaciones que planteaban cada una, se ha ido construyendo una constelación profunda.
Son mujeres valientes, que han tejido una red de relaciones, unos lazos de amistad profundos, que cruzan Madrid, para reunirse en Delicias, cada sábado, desde Getafe, Móstoles, Pozuelo y otros barrios, manteniendo el grupo vivo con sus reuniones, tan importantes para ellas, haciendo brotar de ellas una gran capacidad artística y teatral. Os deseo que busquéis la oportunidad de verlas.
Fuente: ciudadredonda.org
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