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lunes, 25 de octubre de 2010

Por un trabajo decente

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Martin Santiago Herrero

DESDE 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas instauró el 17 de octubre como Día Internacional de Erradicación de la Pobreza, para...
 convocar a países y gobiernos a reflexionar acerca de los alcances, naturaleza y consecuencias de las múltiples carencias y negación de derechos que enfrentaba y enfrenta una proporción muy significativa de la población mundial. Se trata de un profundo desafío ético, que presenta amenazas ciertas para actuales y futuras generaciones, en un contexto globalizado en el cual la geografía de la modernidad ofrece avances extraordinarios, espacios globales de oportunidades e interdependencias, pero, también, reproduce sin asombro la desnuda sentencia de la exclusión y la marginalidad.


En esa etapa histórica de la última década del siglo XX, se sostenía además como pensamiento dominante que la globalización y los mercados desregulados podrían resolver los problemas de carencias materiales de la humanidad. Hoy, 18 años después, podemos asegurar que aquel llamamiento no fue redundante, sino que obedecía a un imperativo categórico que fue tomando cada vez más vigencia y relevancia. Más aún, a partir de la crisis financiera global desatada en 2008, cuyas consecuencias finales están por verse, tanto para países en desarrollo como desarrollados.

El lema de este año fue "De pobreza a trabajo decente: reduciendo la brecha", un reto que, en tiempos de desempleo masivo en muchos países, constituye una verdadera declaración de principios sobre la búsqueda del trabajo decente, que, según define la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es el trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad. Esta definición refuerza la comprensión de que en las sociedades complejas es el mercado de trabajo la caja de transmisión que vincula la economía con el bienestar de los hogares. Esta relación es bidireccional y, por tanto, sociedades con mayores niveles de empleo y equidad potencian un crecimiento armónico tanto económico como político y social.

En América latina, en general, y en la Argentina, en particular, las políticas que tomaban el mercado de trabajo como un simple resultante de los fundamentos macroeconómicos han demostrado sus limitaciones. Se vivieron épocas de elevado crecimiento económico que convivieron con pobreza y mayor desempleo. Hoy se avanza en la dirección de colocar al trabajo en el centro de las decisiones, una muy acertada estrategia para mitigar los efectos de la crisis global. Promover el trabajo decente, registrado y con los derechos laborales establecidos en forma plena es condición para profundizar una senda de consolidación, no sólo de un crecimiento sostenido, sino de un sistema democrático más pleno y equitativo.

La Argentina ha reafirmado su compromiso con esta agenda mundial de lucha contra la pobreza y la desigualdad en todas sus dimensiones, incorporando metas puntuales y más exigentes, y ha sumado otro objetivo para el país "promover el trabajo decente", con indicadores sobre el mercado de trabajo y la protección y seguridad sociales. No existe, por tanto, mejor política social que el pleno empleo ni mejor trabajo que el trabajo decente.

Fuente: lanacion.com.ar

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