Por Valeria Vera
Una argentina de 26 años, que colaboró durante nueve meses con el economista bengalí creador del sistema de microcréditos para pobres, trabaja para instalar el concepto de Social Business, instituciones autosustentables con un objetivo humanitario.
Nueve meses después de su experiencia en Bangladesh de la mano del Nobel de la Paz Muhammad Yunus, el creador del sistema de microcréditos para personas de bajos recursos, una joven argentina llegó al país con el objetivo de importar un nuevo modelo de negocios, más conocido como Social Business , que prolifera hoy en el sur asiático.
Se trata de instituciones que, teniendo en la mira un objetivo social, buscan ser autosustentables económica y financieramente sin distribuir dividendos. Toda la utilidad que generan esas compañías se reinvierte en ellas mismas para lograr un mejor producto, reducir los precios y replicar esas filiales por el mundo.
Actualmente, organizaciones reconocidas a nivel mundial, como Danone y BASF, trabajan con aldeanos bajo esta nueva modalidad para atacar de raíz la situación crítica que atraviesa el país. La clave radica en poder identificar las necesidades específicas de los sectores más castigados y crear organizaciones que satisfagan sus demandas, además de generar puestos de trabajo.
La hacedora es Daniela Kreimer, de 26 años, para quien conocer personalmente al economista bengalí y trabajar mano a mano con él significó una oportunidad única en su profesión y el desafío de encarar una iniciativa propia en la Argentina. Actualmente, organiza el reclutamiento de voluntarios para lograr la promoción y fomento de este tipo de empresas en el país y América latina.
La simpleza de los conceptos que reúne la filosofía que encara Yunus en Bangladesh, sumada a la experiencia, despertaron un profundo interés en Daniela y la llevaron a soñar tan alto que arribó a Buenos Aires con una valija llena de proyectos, además de anécdotas y recuerdos de su cálida estadía.
Como una manera de capitalizar todo lo que aprendió con Yunus, a quien describió como "un caballero agradable y siempre sonriente", esta joven abandonó sus tareas tradicionales para dedicarse por completo a su nuevo emprendimiento. "No se trata de maximizar dinero todo el tiempo, sino de impulsar el desarrollo integral del ser humano en sus diversos aspectos", afirmó a lanacion.com una semana después de regresar al país.
"Lo interesante de las microfinanzas es que la persona ingresa al sistema por el dinero. Esa es la tentación o la oferta principal. Luego, el préstamo en sí pasa a un segundo plano. Los prestatarios se vuelven garantes unos de otros y eso genera cohesión social", subrayó.
Un cambio de rumbo. Cuando habla del proyecto que está conduciendo, se muestra inquieta. Sus ojos transmiten curiosidad y su sonrisa intermitente no la oculta. Es que el año 2009 representó para ella un antes y un después, y la obligó a reordenar su plan de carrera.
Su vida estaba centrada en ganar experiencia en una compañía multinacional y completar su licenciatura en Dirección de Negocios cuando descubrió la obra de Yunus en el estante de una librería de la ciudad. Ese primer contacto, lejos de ser pasajero, bastó para abrirle camino y empezar a trazar nuevos planes.
Cautivada por la original mirada sobre la pobreza que cultivó el Nobel, se inscribió en un training para viajar a participar de una pasantía que ofrecía el Yunus Centre en Bangladesh. Quería observar de cerca el sistema de las microfinanzas, interactuar con los beneficiarios y comprender a fondo esa atracción que despierta el modelo en aquellos sectores que escapan al perfil del cliente tradicional de un banco comercial.
A fines de 2009, partió con destino a un país de extrema pobreza con una cultura que relegó siempre a la mujer de la escala social. "Aprendí un poco de bengalí para poder comunicarme durante las visitas a las aldeas, a decir algunos nombres y direcciones, a presentarme, a decir qué me gusta y que no. Eso fue muy valorado por los prestatarios y me ayudó a conocer la metodología desde adentro. Allí la gente te brinda todo", destacó.
La solidaridad como filosofía. La premisa del trabajo en equipo y el concepto de solidaridad presentes durante los encuentros en las aldeas reflejan, en definitiva, dos ejes centrales de la filosofía creada por Yunus y constituyen, además, la base de un nuevo modelo de negocios, inspirado también en Bangladesh, que prendió hace unos cuatro años en el país y que Daniela aspira a replicar en la Argentina.
Desde sus inicios, la misión del Grameen Bank traspasó con éxito su naturaleza meramente financiera y se orientó de lleno a cubrir otros aspectos del ser humano con vistas a lograr su fin último: erradicar las condiciones de hacinamiento en las que vive la población más vulnerable.
Este proceso se tradujo en un seguimiento personalizado de los gerentes de las oficinas del grameen en las aldeas, al punto de llamar a los prestatarios por su nombre de pila, visitarlos en sus casas, y saber de sus oficios, sus historias familiares y sus proyectos a corto plazo.
Otras experiencias. Esa estrecha relación entre los grupos y la necesidad de resolver los problemas de la comunidad alcanzó su máxima expresión en lo que Yunus denominó Social Business.
El grupo francés Danone fue pionero en esta iniciativa. La restringida dieta de los niños bengalíes motivó a la multinacional a unirse con Yunus y desarrollar en conjunto un yoghurt rico en nutrientes. La fusión derivó en 2008 en la creación de una pequeña fábrica, que en la actualidad emplea a 52 personas y ofrece un producto de calidad accesible a todos. Son las mismas mamás de los chicos afectados, más conocidas como The Ladies of yoghurt, las que distribuyen el producto en el seno de la comunidad.
Se calcula que si un niño consume ese alimento dos veces por semana durante nueve meses puede recuperar el nivel de nutrientes necesario para su normal desarrollo. Luego, una consultora especializada se encarga de hacer un estudio y medir su impacto social.
El éxito de este emprendimiento hizo que el economista aumentara sus expectativas y se lanzara a cubrir otras necesidades. En noviembre del año pasado, acordó con una conocida firma de zapatillas un proyecto para diseñar el prototipo de una sandalia que se adaptara al clima húmedo del lugar y tuviera una vida útil cercana a los siete años. Hoy, ese calzado se encuentra en plena fase de testeo.
La compañía química alemana BASF también se dejó seducir por la propuesta y creó redes de protección contra mosquitos impregnadas de insecticida para prevenir enfermedades, como la malaria y el dengue, y combatir los insectos originarios que habitan en las literas donde duermen los lugareños.
Fuente: lanacion.com.ar
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