En el año 2010 se cumplen doscientos años de una Revolución inconclusa. ¿Qué lectura debemos hacer desde el presente para contribuir a que se puedan consolidar los sueños de una patria grande?.
Desde entonces, nuestros pueblos han luchado sin descanso por una sociedad capaz de distribuir la riqueza, el poder y el conocimiento; de garantizar el reconocimiento de lo diverso y de establecer mecanismos participativos para la construcción de democracias sustantivas y protagónicas.
Frente a las lecturas del pasado que congelan en mármol los ideales y la pasión de los protagonistas, nos alienta recuperar el legado de Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo, quienes con su pensamiento y acción enfrentaron el modelo conservador de aquellos tiempos y bregaron por la verdadera independencia, ésa que se legitima, sin demasiada explicación, cuando está al servicio del bienestar de los pueblos.
También es bueno recrear las luchas de resistencia de nuestros pueblos originarios, que atravesaron cinco siglos de humillación y explotación, y que hoy se yerguen con dignidad y solvencia ética y moral para construir modelos alternativos de de-sarrollo.
No podemos olvidar la abnegación de los inmigrantes llegados a estas tierras perseguidos por el hambre o por sus ideas, y que plantaron semillas fecundas de valores e ideales libertarios y socialistas.
Tenemos que reivindicar las gestas de los movimientos nacionales y populares, de los jóvenes de la Reforma Universitaria, de los militantes de la Teología de la Liberación, de los obreros y estudiantes del Cordobazo, de los treinta mil desaparecidos.
EN AGENDA
Todas esas luchas marcan la vigencia de los sueños de un proyecto compartido, basado en la Justicia, la solidaridad, la unidad y la autodeterminación de nuestros pueblos.
Pero, además, marcan una agenda de cuestiones centrales, como las que siguen.
Avanzar en la unidad de nuestra América, con la irrenunciable bandera de la soberanía nacional y la autonomía de los poderes mundiales. Nuestra región se encuentra en una encrucijada histórica, que se revela en la contradicción de afirmar los procesos emancipadores, fortaleciendo la unidad en la diversidad de las grandes mayorías populares consolidando la integración regional, o sucumbir nuevamente bajo la restauración neoliberal conservadora. En este dilema, fortalecer el Mercosur y la Unasur constituyen dos andariveles estratégicos para colocar la integración en función del interés de nuestros pueblos.
Sostener la política de Derechos Humanos sobre la base de la tríada memoria, verdad y justicia frente a los crímenes de lesa humanidad. La Argentina ha brindado al mundo una señal luminosa, de gran significación con el juzgamiento y el castigo a los culpables de estos crímenes. Desde el Juicio de Nuremberg hasta hoy representa seguramente un gran avance en la conquista del derecho de los pueblos a la verdad histórica.
El desarrollo de sociedades que aseguren el derecho a la vida digna de todos sus miembros. Todavía, la democracia en nuestro país, a más de un cuarto de siglo de su reconquista, tiene fuertes asignaturas pendientes con nuestro pueblo. La pobreza, la indigencia y la marginalidad son testimonios de una desigualdad inaceptable. No es el combate contra la pobreza el que hay que librar, sino contra la perversa distribución de la abundancia. La redistribución de la riqueza, requiere avanzar más en políticas activas por parte del Estado, afirmando las de contenido asistencial ya realizadas pero, a la vez, implementando reformas estructurales, como las de las políticas impositivas, orientando los gravámenes en forma progresiva con justicia y equidad.
La ejecución de un modelo productivo sustentable, que cuide a las actuales y futuras generaciones, que ponga freno a la voracidad del capital y estimule la economía social y solidaria.
La concreción de un modelo de democracia que asegure que todos los actores son arte y parte en las decisiones que nos conduzcan a una sociedad emancipada.
La configuración de un modelo cultural que otorgue a todos el derecho a la identidad y a la autodeterminación.
Esos sueños pendientes de nuestros fundadores, ahogados en aquella época en el manto de las más egoístas ambiciones de los grupos concentrados de poder, constituyen una agenda de gran actualidad en la región y en nuestro país.
Pretendemos, entonces, conmemorar el Bicentenario recordando a todos aquellos que lucharon por un mundo más humano, igualitario y libre. Nos oponemos a las narrativas del pasado, que entronizan en el mármol figuras a las que se les niega la dimensión humana y política de su pasar por la historia. El mejor homenaje es levantar sus banderas que, sin duda, va en detrimento de las “otras banderas”, la de las “historias oficiales”, que negaron la soberanía como base de la independencia y sacrificaron las libertades políticas en el altar de la libertad de mercado. La lucha por superar las consecuencias del neoliberalismo constituye el mejor homenaje que podemos hacer a quienes nos precedieron en los ensayos por hacer un país para todas y todos, para que el Bicentenario sea el escenario en el que podamos concretar la segunda y definitiva.
INDEPENDENCIA
Un cambio de modelo de organización de la sociedad supone, al igual que en la construcción de un edificio, la instalación de los cimientos adecuados que lo sostengan. Se trata, entonces, en la actual etapa histórica de remover el aparato político, jurídico e ideológico que el neoliberalismo ha instituido. En nuestro país, la sanción de la Ley de Servicios Audiovisuales ha sido una gran conquista en la dirección adecuada, y el reciente proyecto de Ley de Servicios Financieros para el Desarrollo económico y social también apunta a profundizar los cambios estructurales necesarios.
Por supuesto que las sanciones de las leyes son fundantes y decisivas, pero tanto como la capacidad de los sectores populares de apropiarse de sus contenidos como reivindicaciones específicas y generales y como marco de sentido para la participación y movilización necesaria para su aplicación.
Y esto requiere del gran esfuerzo por continuar construyendo unidad en la diversidad, un gran desafío para las fuerzas políticas populares, progresistas y de izquierda. Sin este atributo en las disputas políticas, la vieja y nueva derecha acrecentarán sus posibilidades de volver a retrasar el reloj de la historia.
Entonces, el compromiso con el Bicentenario y su conmemoración deviene la necesidad de posponer debates secundarios y coincidir en las cuestiones que sostengan los cambios realizados y desplieguen velas hacia la conquista de todo lo que falta. Es el mejor de los homenajes que podemos brindar a aquellos próceres que nos dieron las primeras ráfagas de libertad e independencia. La historia, muy lejos de haber llegado a su fin, espera en forma paciente e inexorable de nuestra contribución en el presente.
Fuente: prodiario.com.ar
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