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viernes, 2 de abril de 2010

Preguntas por Malvinas

Por Pablo Arietti


El poder en manos del crimen. Unas islas entrañables en manos históricamente equivocadas. La perentoria búsqueda de un sentimiento que pliegue el ensangrentado abanico de contradicciones en el puño del poder. Un hallazgo trágico: el orgullo. Las preguntas desordenadas a 28 años del golpe de puño que entumeció a un país.

¿Qué oscuridades encierra el orgullo? ¿Puede una sociedad agotada no ceder a esa fuerza magnética, multiplicadora de adherencias? ¿Por qué es fácil advertir sombras de insensatez en el orgullo? ¿Dónde se refugia la precaución de una pregunta cuando sobreviene la exaltación del orgullo? ¿Qué parte del orgullo puede llevar a la muerte? ¿Qué sucede cuando el orgullo se activa? ¿La patria? ¿Dónde reside la patria en los hombres y en las mujeres cuando el orgullo se invoca desde la infamia? ¿Quiénes modelan la patria? ¿Cómo conciben la patria los reunidos y reprimidos en la plaza, los vecinos que espiaban entre postigones entornados el saludo fulminante de la mano dura, las 30.000 madres y otros tantos familiares que sufrieron y sufren la magia impune de la mano dura para hacer desaparecer personas y documentos, los ancianos que se ponen a recordar mientras hacen cola, los enamorados del rigor, los que son enviados a una guerra, sienten la voz de mando desde atrás y avanzan descomunales poniendo el pecho a las balas, henchidos de un heroísmo glorioso e intransferible, los que escuchan la palabra patria y salen corriendo?
¿Cómo es posible un texto que no reabra las heridas? ¿Acaso tendría que referir manifestaciones de solidaridad? ¿Es inconsistente la solidaridad contra la dureza del orgullo? ¿Qué relación tiene el orgullo con la solidaridad? ¿Siempre confrontan sus definiciones? ¿Se puede sentir la patria desde la modesta solidaridad? ¿La única patria es la infancia? ¿De qué se nutre la patria en la cotidianeidad de quienes la invocan? ¿De orgullo? ¿De solidaridad? ¿Qué duele más cuando se deteriora? ¿El orgullo nos vuelve solidarios? ¿Desde qué sentimiento enviábamos alimentos a las islas? ¿Qué hicimos o dejamos de hacer cuando las noticias oficiales dejaron de mentir? ¿Por qué la solidaridad después de la derrota no nos unió como el orgullo antes de la derrota? ¿Por cuánto tiempo pueden ocultarse intereses irreconciliables en la cohesión que promete el orgullo o la solidaridad? ¿Qué antepusimos al conocer la derrota?
¿Dónde volvemos a sentir la patria después del desengaño y las patadas a los paredones rosados? ¿En la democracia que nace al caer el telón de la insuperable puesta, interpretada por generales, del octavo círculo de La Comedia? ¿Qué nuevas dimensiones, qué envergadura alcanzarán las reestructuraciones edilicias para albergar en el último círculo a tantos traidores? ¿Qué garantías ha dado el nuevo orgullo de vivir en democracia para impedir en los noventa el regreso de los compañeros del octavo círculo? ¿Cómo hacer para dejar de percibir continuidades? ¿Qué parte de nuestro orgullo no alcanzó para evitar la reaparición de los “fraudulentos”, los “rufianes”, “seductores”, “aduladores”, “cortesanos”, “simoníacos”, “adivinos”, “traficantes de justicia”, “hipócritas”, “ladrones”, “malos consejeros”, “autores de escándalos, cismas y herejías”, “charlatanes y falsarios”? ¿Cómo se reproduce una democracia que nace de tantas muertes? ¿Con el olvido? ¿Con la recuperación efímera del orgullo, digamos, cada cuatro años? ¿Cuál de los dos goles de Maradona nos enorgullece más? ¿Cuánta solidaridad mostramos hoy hacia quienes nos llenaron de orgullo en las semanas que siguieron al 2 de abril de 1982? ¿Qué pensamos de nuestro orgullo cuando nos descubrimos en el recuerdo aplaudiendo la última jugada de un gobierno asesino? ¿Qué pensamos de nuestra solidaridad mientras el número de suicidios viene superando el de muertes en combate?

Algunas respuestas desordenadas: la soberanía de Malvinas en las evidencias de Groussac y Alfredo Palacios; la incansable reinvindicación diplomática por Malvinas ante la indiferencia inquebrantable; el anhelo de Malvinas en los versos de Yupanqui: “de la mañana a la noche / de la noche a la mañana / en grandes olas azules y encajes de espumas blancas / te va llegando el saludo permanente de la patria / ay hermanita perdida / hermanita vuelve a casa”; el tormento ficcionado de Malvinas en “El visitante”, “Iluminados por el fuego”, “Los chicos de la guerra”; la leyenda de Malvinas en el cruce de Juan López y John Ward: “Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel”; las Malvinas de los Pichiciegos de Fogwill; las Malvinas de Fresán y de Gamerro; el recuerdo oral impreso de Malvinas en “Partes de Guerra”; las verdades contradictorias de Malvinas en tantos textos, a cada lado del Océano; la solidaridad de Malvinas, el orgullo despojado de sombras en las cooperativas y centros de ex combatientes y veteranos de guerra; la posibilidad de Malvinas con pasaporte; el contorno de las Islas Malvinas en el dolor que nos cubre cuando tomamos un mapa y miramos al sur.
Fuente: cbanoticias.net

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