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lunes, 9 de abril de 2012

Pobreza en Argentina: entre los subsidios y la exclusión

Print Friendly and PDFPor Daniel Nallar doctor en Derecho, exauditor general de la Provincia de Salta

Tras casi 10 años de administración K en el país, corresponde una evaluación especialmente orientada a la situación social, teniendo en cuenta que uno de los pilares del discurso K es la mejora en la distribución de las riquezas.


La distribución de riquezas como objetivo de Gobierno nace en la filosofía política de analistas internacionales de fines del siglo XIX y se refiere fundamentalmente a la siguiente hipótesis: dada una asociación de personas que deciden constituirse en Nación y habitar un mismo territorio bajo las mismas normas y una sola autoridad, es factible que por la desigualdad inicial algunas se enriquezcan más rápidamente que otras. Las personas menos capacitadas podrían resultar excluidas de la asociación o pasar a depender de los otros para siempre, afectándose su libertad.

A esa hipótesis, la teoría que impulsa la distribución de riquezas como mecanismo de inclusión social plantea necesario encomendar al gobierno la educación y capacitación de aquellos sectores sociales no capacitados y que no pueden acceder por sí mismos a ella. Si la autoridad provee a los sectores no capacitados los instrumentos para capacitarse, evitará la desigualdad y asegurará una sociedad sin excluidos.

A partir de esta premisa, los gobiernos de los estados del mundo se lanzaron a conformar planes educativos para la población. En general, todos lo hicieron, pero no todos lo hicieron igual.

Algunos construyeron escuelas, contrataron maestros y directores, compraron tizas y bancos y emprendieron la educación con sus propias manos. Otros, ni construyeron ni contrataron ni compraron, simplemente fomentaron el desarrollo y facilitaron el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la educación privada, si bien los planes de estudio deben ser aprobados por el gobierno y si un alumno no puede pagar la cuota, esta es pagada por el gobierno.

Bien administrados, ambos sistemas rinden frutos. Finlandia, por ejemplo, con un sistema de educación público, y Estados Unidos, con un sistema de educación privado, son los países más exitosos en la materia. Cada uno, a su manera, lo hizo bien y consiguió el objetivo: igualdad y libertad.

¿Qué hicieron los gobiernos en Argentina?

No optaron por ninguno de los dos sistemas y tampoco inventaron un tercero. Por esa razón, Argentina figura entre los últimos diez países del planeta con la peor educación y nuestros niños, cuando compiten con los de otros países, en la mayoría de los casos quedan en los últimos puestos.

Por vergüenza o por ocultamiento, al estilo Fidel, el Gobierno decidió en los últimos años no enviar niños a competir y no remitir información sobre educación a los organismos internacionales.

Nunca nos enteraremos lo mal que estamos y lo mal que la pasarán esos niños cuando crezcan.

En Argentina, el sistema educativo no es público porque el Gobierno no tiene políticas definidas de capacitación docente, las escuelas del Estado no tienen el equipamiento informático y técnico necesario y la currícula educativa no contempla las necesidades elementales de la educación actual.

Tampoco el sistema es privado porque si bien los colegios privados tienen equipamiento, capacitación y currícula educativa óptima, ningún niño sin recursos propios podría obtener del Gobierno el pago de la cuota para acceder a ellos.

¿Cómo se refleja esto en la realidad actual? 28% de los argentinos son pobres y, si no tenemos en cuenta el empleo estatal, la tasa de desempleo se ubica en un 14.7%. Para tener una idea, Brasil tiene un 15% de pobreza y su tasa de desempleo es del 5.2%.

El 25% de los argentinos habita una vivienda con alguna carencia básica (techo, agua, baño, hacinamiento) y a pesar de los planes sociales millonarios todavía un 5% de los argentinos viven con menos de $870 por mes.

Un reciente estudio da cuenta de que al inicio de la gestión kirchnerista un 7% de los hogares más pobres declaraba recibir algún beneficio del Gobierno. El mismo estudio realizado en 2011 deja ver que el 49% de los hogares más pobres reciben una ayuda estatal. Este es el modo en que el Gobierno dibuja una igualdad que no existe.

Cuando estos niños crezcan, un abismo los separará del mundo. Serán nuevos “votos”. Serán sus hijos nuevos “subsidiados”. Y así, sucesivamente.


Fuente: eltribuno.info

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