Es triste comprobar que al cumplirse un nuevo aniversario del feroz atentado no se ha avanzado en el castigo a los culpables.
Se cumplen hoy 17 años del brutal atentado que destruyó la sede de la mutual judía AMIA, y truncó la vida de 85 argentinos y dejó centenares de heridos.Como en cada aniversario, es inevitable volver a referirse a la impunidad de que aún gozan los autores intelectuales y materiales del peor hecho terrorista que sufrió nuestro país, una impunidad que en buena medida es resultado evidente de la desastrosa investigación de la justicia argentina y de la falta de una efectiva cooperación internacional.
Se ha calificado maliciosamente al atentado ocurrido el 18 de julio de 1994 de acto antisemita, cuando en verdad se trató de un atentado contra la Argentina y los argentinos. Aunque de diferentes orígenes, religiones y ocupaciones, los muertos y heridos eran ciudadanos de nuestro país.
La Justicia ha acusado a varios funcionarios y ex funcionarios iraníes, y ha pedido sus capturas a Interpol. Irán ha rechazado las acusaciones -aunque anteayer el presidente Mahmud Ahmadinejad prometió "cooperar con el gobierno argentino para que se haga toda la luz" sobre el atentado-, y un país hermano de la Argentina como Bolivia, cuyo presidente, además, es un aliado del kirchnerismo, no tuvo mejor idea, hace menos de un mes, que recibir oficialmente al ministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi, uno de los imputados por la Argentina. Las disculpas que luego pidió Evo Morales, y que nuestro gobierno no debería haber aceptado, no alcanzan a borrar la afrenta en la que incurrió.
Los ríos de tinta y los engorros judiciales, políticos e internacionales del caso AMIA no deben permitir que se pierda de vista lo esencial: el dolor y la impotencia de los familiares y la frustración de la sociedad al ver que los años se suceden sin que, todavía, se arribe a la verdad, a la Justicia y al castigo de los culpables.
Cada 18 de julio se renuevan los reclamos y reaparece el clamor para evitar la impunidad y la repetición de un hecho similar. Porque, como hemos dicho en esta columna, la falta de esclarecimiento pleno y de castigo tanto en este caso como en el de la voladura de la embajada de Israel, ocurrido dos años antes, son una invitación a repetir esos aberrantes atentados.
Pero mientras la inmensa mayoría del pueblo argentino hace causa común contra el terrorismo, sectores minúsculos intentan envenenar la armoniosa convivencia de las diferentes colectividades que habitan nuestro país. Con el pretexto de diferenciar sionismo, movimiento fundacional del Estado de Israel, con judaísmo, concepto plural que engloba, religión, creencias, pertenencia y tradiciones, hay cultores del antisemitismo, como el piquetero Luis D'Elía, que predican posturas inaceptables y merecen la más tajante de las condenas. D'Elía ha hablado peyorativamente de "paisanos" y ha postulado una delirante teoría según la cual el de la AMIA fue un autoatentado.
Sorprende más la ambigüedad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que no ha expulsado de su movimiento al connotado piquetero, mientras ella mantiene un vínculo de cercanía con instituciones de la colectividad judía argentina y pronuncia encendidos discursos en la Asamblea de las Naciones Unidas solicitando el comparendo de los imputados iraníes. Esos reclamos, además, no se compadecen con el incremento de los lazos comerciales con Teherán que impulsa el Gobierno ni con lazos académicos y universitarios que fomentan algunas altas casas de estudio de nuestro país.
El nuevo aniversario es, entonces, un momento propicio para pedirle la mayor de las energías a la Justicia, una elemental coherencia al Gobierno, y cordura y silencio a quienes buscan discriminar.
Fuente: lanacion.com.ar
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