Hace algunos años los términos rave o paco seguramente eran desconocidos por los amantes del lenguaje y la buena pluma.
Actualmente son pocos los que ignoran que, por un lado, estamos aludiendo en primer término a las fiestas electrónicas en las cuales el baile incansable, motorizado - en una buena mayoría de los casos- por el consumo de éxtasis, la frivolidad y el ambiente hedonista, son los reyes de la escena. Por otra parte, el paco o “droga de los pobres” -constituida por los residuos tóxicos resultantes del proceso de elaboración de la cocaína- jamás osaría aparecer en una rave. Los adictos al paco viven rodeados de marginalidad, violencia ,desigualdad y vulneración de sus derechos. De hecho sería inédito vislumbrar a algún asistente a las raves consumiendo paco o algún inhalante, este último lejano es sus efectos, pero cercano en la situación de pobreza de sus consumidores. Las elocuentes imágenes que vemos de niños aspirando pegamento y consumiendo paco que vemos en los medos y en la calle son apenas una ínfima muestra de lo que ocurre en La Matanza, Ciudad Evita o en el Bajo Flores en la Ciudad de Buenos Aires. El universo socioeconómico medio – alto que rodea al mundo de las raves difiere sobremanera a la marginalidad social circundante a los adictos al paco e inhalantes. Por lo tanto resulta horrorosamente lógico que las asimetrías socioeconómicas también se reflejen en el tipo de sustancias que utilizan los adictos, por lo cual la naturaleza del consumo o causas subyacentes tienen matices diferentes. Para los adictos que viven en situación de pobreza, provenientes de familias con necesidades básicas insatisfechas la droga es una circunstancia más dentro de un cúmulo de problemas irresueltos: Falta de instrucción escolar e inserción en el sistema de salud, dificultades habitacionales, convivencia en circuitos de violencia, maltrato y exclusión, solo por mencionar algunos. Simultáneamente en este sector existe un mayor grado de fragmentación familiar con familias uniparentales (madres a cargo cuidado de los hijos), hermanos “mayores” a cargo de otros de menor edad, revelan una realidad cotidiana en vastos sectores del país y la Ciudad de Buenos Aires.
En la base de la pirámide está el consumidor de paco o inhalantes que mira un mundo al cual nunca podrá acceder pero sin embargo convive con los mismos estímulos que el resto de los jóvenes para consumir objetos y marcas. En términos de marketing es un gran “logro” para algunas marcas de indumentaria deportiva haber insertado, mediante cuidadosas estrategias, que algunas zapatillas y joggins sean objeto de culto en sectores marginales como objetos de culto, dadores de una identidad social definida.
En el sector medio encontramos a jóvenes de clase media - alta con un mayor poder adquisitivo. Son quienes están en la mira de todas las empresas con productos aptos para ser consumidos por niños a partir de los nueve años de edad. El acento en la enorme presión para consumir, sumado a la dificultad de los padres y madres para poner límites, entre otros factores, generan el caldo propicio para el consumo de sustancias. Ya no hay evento cultural, deportivo, musical en el cual lo más importante no es el evento sino la marca que se promueve. Nuevamente el consumo de marcas reemplaza al fatigoso y sigzagueante camino que deben transitar los jóvenes para construir su identidad y espacio de pertenencia.
Esta lectura sobre las variables particulares de cada contexto sociocultural y la influencia que ejerce sobre el tipo de comportamiento que desarrollan cada tribu urbana hecha por tierra, según mi opinión, algunas hipótesis sobre cómo será el abuso de sustancias en el futuro. Según varias voces se cree que en los próximos años habrá una prevalencia en el uso de las drogas sintéticas cómo está ocurriendo con la metanfetamina en Los Estados Unidos. Esta sustancia, pariente cercana de las anfetaminas- es barata y puede fabricarse en un dormitorio de pequeñas dimensiones con productos que se compran en los grandes supermercados. El aumento en el consumo de la metanfetamina se debe básicamente a que la cocaína es muy cara, reservada solo para ambientes con un altísimo poder adquisitivo, ese vació llevó a los adictos a crear esa sustancia altamentente adictiva.
En nuestras latitudes la cocaína es barata y sus derivados tóxicos cómo el paco también, por lo cual siempre será su uso o abuso en los sectores con menos recursos la opción más accesible replicando otros fenómenos sociales que espejan la exclusión social e inequidad. Mitigar la desigualdad implica no sólo ocuparse de ciertas consecuencias como la pobreza; es necesario crear condiciones que reduzcan definitivamente las asimetrías en la distribución de las capacidades para participar en la vida económica y política, así como en la distribución de los beneficios del progreso. En una región que, como América Latina, es la más desigual del mundo, este es un dato clave: para mantener los avances en la lucha contra la pobreza es preciso disminuir la desigualdad social. El problema de la droga y la violencia en los sectores más vulnerables no es posible combatirlo solamente informando sobre los daños y consecuencias que ocasionan las sustancias sino mejorando las condiciones de vida, informando, generando espacios de participación que des- estigmaticen al consumidor de drogas sacando el problema desde una perspectiva punitiva para incluirlo como una realidad objetiva que hay que atender en el marco de los derechos humanos.
No existen estudios transculturales que puedan afirmar que las drogas sintéticas serán el mayor problema en el futuro en nuestro país. Cómo contraparte tenemos un claro mapa, apoyado en gran medida en la percepción de las ONGs que trabajan en el campo de las adicciones, de las costumbres locales y el modo en el cual influyen las diferencias socioeconómicas en los hábitos en el consumo de sustancias.
Corremos el riesgo de poner el foco en el lugar equivocado del escenario, lo cual nos puede llevar a avalar la prohibición de las raves cómo forma de desalentar el consumo de drogas sintéticas. Suponer que de esa manera disminuiría el consumo es como creer que prohibiendo la cumbia villera desalentaría el consumo de paco o la delincuencia. Los adictos van a estar siempre allí, reacomodando sus columbres según las circunstancias y factores socioculturales por lo tanto es necesario que desde el sector gubernamental se definan políticas claras, respetuosas de las libertades individuales pero con un abanico de de estrategias que incluyan el fortalecimiento de programas preventivos, reducción de daños, comunidades terapéuticas, programas ambulatorios, entre otras líneas de abordable que deben complementarse entre sí, no dirimir ni descalificar cual de ambas, reducción de daños VS abstencionismo, sino tomando loo mejor de cada una articulando respuestas que las personas afectadas necesitan.
*El autor es Presidente de la Fundación Aylén –Prevención y Asistencia de las adicciones-
Fuente: hacercomunidad.org
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