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“No sólo por historia, sino también por presente y futuro nuestro país está ligado al campo y a la importantísima tarea de producción de alimentos.
Exportamos alimentos para más de 100 millones de personas. Y aún así hay que seguir dando pasos para que ningún niño padezca desnutrición en la Argentina. Esta problemática hace que 6 niños mueran por día a causa de enfermedades vinculadas a la mala alimentación. Una severa injusticia”. Así lo expresa en su columna semanal el obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Lozano, al hacer referencia al documento “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad (2010-2016)” en el que se habla de la necesidad de “implementar políticas agroindustriales para un desarrollo integral”.
También recuerda que el citado documento “hace referencia a las comunidades de pueblos originarios y familias minifundistas, mostrando la necesidad de reconocer y garantizar el ‘derecho a la propiedad de la tierra que habitan y trabajan’”. Es que hay provincias en las cuales los campesinos, pequeños productores, tenían títulos precarios de posesión de la tierra que trabajaron por varias generaciones. Debido a emprendimientos a gran escala, sus tierras fueron vendidas o cedidas, y ellos han sido desplazados”. En ese sentido advierte que “ha habido en las últimas décadas un proceso de concentración en la propiedad de la tierra, y muchas veces también extranjerización” que también lo habían señalado los obispos en el documento “Una Tierra para Todos”.
Por otro lado, afirma que “buena parte del crecimiento en los volúmenes de producción agrícola está ligado al uso de productos químicos (fertilizantes, pesticidas, etc.) y semillas transgénicas”, por lo que considera “imperioso un debate científico acerca de los impactos ambientales que esta práctica tiene en algunas regiones del país y como consecuencia, elaborar los marcos legales que protejan los suelos de modo adecuado”.
Asimismo indica que “en algunas provincias no hay un serio control de la tala de bosque nativo para producciones agroindustriales, comprometiendo así el hábitat de las futuras generaciones”.
Agrega que “pensar en el campo hoy implica pensar conjuntamente en el campo de mañana. Y no sólo en el rinde por hectárea y la relación costo-beneficio a corto y mediano plazo. También proyectarnos como país en el largo plazo y considerar la tierra como fuente de riqueza para todos, en su variedad de implicancias para el hombre y el medio ambiente”. Y por último afirma: “La tierra nos habla. En boca de los hombres que la habitan, los frutos que produce, las aguas que la recorren. Respetemos su lenguaje. Como tratemos a la tierra ella nos va a tratar a nosotros”.
Fuente: aica.org
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