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jueves, 21 de octubre de 2010

Una ventana al mundo exterior para niños internados

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Por Soledad Avaca

A través de las computadoras, esta docente de la escuela hospitalaria N°2 del Hospital Garrahan permite que pacientes con largos tratamientos sigan sus estudios y no queden aisalados.
 
Con guardapolvo blanco y computadora portátil en mano, camina con decisión por los pasillos del hospital. Su imagen parece la de un médico, pero lejos de serlo, aprendió a curar a su manera.

Se llama Ana María Müller y es docente de la Escuela Hospitalaria N° 2 del Hospital Garrahan que, fundada en 1989, tiene como misión brindar escolaridad a los niños internados.

Escuchar su historia permite comprender que la enseñanza va más allá de los libros. Con su labor, los acerca a la tecnología y los ayuda a escaparse, aunque sea virtualmente, de esas cuatro paredes que los aíslan del mundo exterior.

-¿Cómo llegó al Garrahan?

-Siempre me interesó la educación especial. Hace 18 años empecé con los primeros talleres de computación en una escuela de Ramos Mejía. Trabajé también, durante 11 años, en la escuela especial N°11 del barrio de Saavedra. En 1996 conocí a Susana Diez, directora en ese entonces de la escuela hospitalaria N°1 del Hospital Gutiérrez, que me marcó mucho por su intervención y todo el aprendizaje que me brindó. Sentí que tenía ganas de trabajar ahí y comencé ad honorem. Justo la escuela cumplía 50 años y entre tanto movimiento participé de un proyecto que recibió una mención en las jornadas del hospital. Ahí comencé a capacitarme en todo lo que tenía que ver con recursos para ciegos y disminuidos motores. Fue un aprendizaje muy grande, hasta que en 2005 pasé al Garraham. En este momento, ambos hospitales están articulados.

-¿Cómo funciona la escuela hospitalaria?

-Es una escuela pública, que depende del Ministerio de Educación del gobierno porteño. Nació junto al hospital y en todos estos años hemos ganado mucho espacio de trabajo. Contamos con una biblioteca, un aula taller, un espacio de estimulación temprana y visual, y un lugar a donde concurren durante el día los chicos de Oncología que vienen a hacer su tratamiento y luego regresan a sus casas. La escuela está en todo el hospital, incluso en las terapias, en el espacio de hemodiálisis y en el área de inducción anestésica, previa al quirófano. Allí, los docentes acompañan a los chicos en ese momento de ansiedad, tan especial para ellos y sus familias. En la mayoría de los casos, la enseñanza es individual, porque hay muchos chicos que están en situación de aislamiento y tenemos que cumplir una serie de normas de bioseguridad para ingresar en los diferentes espacios.

-¿A cuántos chicos llegan?

-La matrícula aproximada de la escuela es de entre 6000 y 7000 chicos por año. Hay una articulación permanente con las escuelas de origen y las domiciliaras. No todos los chicos internados pasan por aquí, porque inscribirse es optativo. Para anotar a un hijo en una escuela hospitalaria previamente hay que reconocer que está enfermo y eso para los padres es muy difícil.

-¿Cuál es la misión de la escuela?

-Sostener la escolaridad para que los chicos internados no pierdan el año. Una de las características de las escuelas hospitalarias es la falta de continuidad, pero aquí, al ser un hospital de alta complejidad, hay muchos pacientes de larga permanencia. Por la mañana, funcionan talleres en distintos sectores, donde la concurrencia no es tan sistemática y, por la tarde, se desarrolla la escuela formal, en los niveles primario e inicial, y estimulación. Aquí, se atienden personas desde los 45 días hasta 22 años.

-Si bien el objetivo es pedagógico, lo social debe ser fundamental.

-La parte social es fundamental, porque está comprobado que un chico conectado con la escuela y con la vida está anímicamente mejor, y esto lo posiciona de otra manera frente a su enfermedad. Aquí, se trata de cumplir con los contenidos mínimos, porque la situación de cada uno es específica y la exigencia no es como la de una escuela común.

-¿Qué rol cumplen los padres?

-Hay un vínculo muy fuerte entre la familia y la escuela. Los padres participan y la escuela, en algunas ocasiones, también hace docencia con ellos, porque hay casos en los que dentro de la familia el único que sabe leer y escribir es el chico. Muchas mamás aprenden lectoescritura mientras sus hijos están internados, y a veces es una necesidad que pide el equipo de salud, porque esa mamá tiene que aprender a darle la medicación a su hijo, por ejemplo.

-¿Cómo es un día de trabajo?

-Yo soy analista informática y coordinadora escolar en Tecnología. Trabajo con los maestros favoreciendo el uso de los recursos tecnológicos y con aquellos chicos, sobre todo, que tienen dificultades motoras o visuales, porque ésta es la puerta para la inclusión. Empiezo con tareas básicas de estimulación, a través de lo que a ellos les interesa. Quizá sin ir a un contenido concreto o enseñar una letra, sino estimulando la lectoescritura de manera transversal. Uno va al interés de cada niño y trata de mejorar ese tiempo que están ahí. Les dejo libros, juegos y, cuando es posible, computadoras.

-¿Qué oportunidades les brinda la tecnología a los chicos que están internados?

-Les permite escaparse, aunque sea virtualmente del hospital. Vincularse con otros chicos, investigar, navegar en todo sentido, mantener el vínculo con sus lugares de origen, que es muy importante. Para muchos, la primera experiencia con una computadora la realizan dentro del hospital. A partir de este año, contamos con conectividad inalámbrica, y con los más grandes podemos investigar un museo, por ejemplo, haciendo un viaje virtual. Así, empiezan a conocer lo que es la educación a distancia, que quizá sea su medio de formación y su futura inclusión.

-Imagino que uno se involucra con las historias.

-Inexorablemente uno se involucra. Tengo un alumno con el cual estoy muy involucrada. Se llama Agustín Montenegro y tiene osteogénesis, el síndrome de los huesos de cristal. De siete años, tiene más de 30 fracturas, un motón de operaciones e internaciones; mucho sufrimiento. Es un chico con una mente brillante y con una mamá muy dedicada. Con él, se lograron un montón de cosas. Hoy, está yendo a una escuela común y creo que su futuro va a pasar por una computadora.

-¿Qué recibe de ellos?

-Sobre todo recibo aprendizaje. Cada uno es un desafío, un caso único. Así como trabajar en un hospital te chupa toda la energía, son los mismos chicos los que te la devuelven. Lo más lindo de mi labor es trabajar con ellos y ver sus logros. Ver sus caras de felicidad cuando ven una computadora es impresionante.

Sus ojos celestes, una vez más, se llenan de lágrimas. Su voz suave se entrecorta. Hablar de esos niños que tanto le dan inevitablemente la emociona.

¿COMO COLABORAR?

Escuela Hospitalaria N° 2 del Hospital Garrahan: http://www.escuelahospitalaria2.blogspot.com/

Fuente: lanacion.com.ar

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