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domingo, 24 de octubre de 2010

Más asentamientos precarios

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Ante la preocupación de unos pocos y la indiferencia de las autoridades nacionales, desentendidas...
 de una cuestión que, según ellas, no les atañe, las villas de emergencia crecen en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano. El problema se acrecienta paulatinamente y la solución parece muy lejana.

El más reciente episodio en ese sentido ocurrió en las inmediaciones de la autopista Presidente Illia. Quienes hace un tiempo se habían instalado casi a la vera de las cabinas de peaje en endebles casillas de cartón y telas plásticas, que le valieron al asentamiento el nombre de Villa Nylon, fueron desalojados previo pago de una módica indemnización de 1400 pesos al contado y ocho cuotas de 900. Pero, al parecer, utilizaron tal subsidio para comprar los materiales destinados a reubicarse a más o menos a 300 metros de ese lugar.

Ahora, los albergues, en este caso de ladrillo y chapa, han sido levantados bajo la salida de la autopista, en una franja de aproximadamente 150 metros de largo por entre 5 y 10 de ancho, a la vera de la avenida Ramón Castillo. Su aspecto muestra que son bastante menos precarios que los anteriores y que quienes los ocupan no parecen estar para nada dispuestos a retirarse de ese lugar.

Los predios ocupados, curiosamente, son propiedad del Estado nacional, razón por la cual los ocupantes son inmunes a cualquier intento de erradicación que pretendiesen emprender las autoridades locales.

No se trata de una elección al azar. En su primera intentona, los entonces habitantes de la Villa Nylon se habían establecido en tierras de la ciudad, radicación que permitió desalojarlos, aunque no sin que antes reclamasen una indemnización. En definitiva, la existencia de esa retribución, por así denominarla, consagra que quienes la cobraron actuaron de mala fe: se limitaron a trocar una ubicación expuesta por otra casi inexpugnable. Es sabido que el gobierno nacional prefiere no desalojar los asentamientos que se establecen en tierras de su propiedad.

Aunque en sí mínima, si se lo compara con la expansión horizontal y vertical de otros asentamientos mucho más vastos y multitudinarios, como ser las villas 31 y 31 bis, en Retiro, y la 1-11-14, en Flores Sur, esta nueva ocupación ahonda la interminable llaga social. Hay varias razones que explicarían ese crecimiento sin prisa y sin pausas.

Unos, los más, se establecen en esos lugares porque a pesar de disponer de ocupación rentable siguen sin tener a su alcance los alquileres de las viviendas más dignas, por muy antiguas y reducidas que estas sean. Otros porque, por motivos de conveniencia, hábito o convivencia, prefieren vivir en esos asentamientos. Ello sea dicho obviando que algunos, por cierto los menos, disimulan otras motivaciones más turbias y marginales.

Así es, pues, como superviven y crecen las villas hasta plantear situaciones inconcebibles. En plena calle Portela, entre Ana María Janner y Riestra, en el centro del importante nucleamiento de entidades deportivas que es el parque Almirante Brown, otra ha ocupado las aceras y gran parte de la calzada, en flagrante transgresión del derecho al libre tránsito de peatones y de vehículos.

Hasta ahora, el único intento serio de ponerle remedio a esta cuestión que, mal que pese, plantea una situación degradante movilizada por burocráticas inoperancias e indisimulables situaciones de pobreza, han sido las intervenciones que en soledad ha emprendido el gobierno local para mejorar los asentamientos por vía de la apertura de calles y la provisión de servicios esenciales, al igual que las acciones emprendidas por la Iglesia Católica y diversas organizaciones no gubernamentales de bien público.

Desde otros organismos, sólo se han acordado de estos asentamientos cuando se plantea la necesidad de hacer proselitismo en su interior. Es probable que para sus funcionarios los pobladores de estos asentamientos precarios sólo sean vistos como carne de cañón desde el punto de vista político, como una masa disponible cuyo voto pueda ser comprado al mejor postor, al tiempo que los mercaderes de la muerte que trafican drogas siguen haciendo de las suyas.

Fuente: lanacion.com.ar

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