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jueves, 7 de octubre de 2010

¿Gobierno sordo?; ¿sociedad indiferente?

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No se puede esperar que funcionen los mercados adecuadamente para...
 ofertar suficientes bienes y servicios de calidad y a precios competitivos si los consumidores, proveedores y reguladores no disponen de información a tiempo, suficiente y de buena calidad.


Tampoco se puede esperar que se consoliden las instituciones públicas si los ciudadanos no se inmiscuyen en ello, aportando información e ideas, construyéndolas, criticándolas, exigiéndolas y concretándolas.

El mundo de competencia de mercados y de democracia participativa que queremos construir ciudadanos y gobiernos —asuntos que han paralizado el desarrollo del país— requiere de cincelar —y hasta de forzar— un diálogo de iguales entre el poder político y la sociedad civil.

Un diálogo que si bien, afortunadamente, ha crecido en los últimos años, sigue siendo sumamente defectuoso, diría ruidoso.

Y es que gobiernos y sociedad no hablan el mismo idioma, no se entienden. No tienen los mismos objetivos, ni las mismas motivaciones.

Más aún. Es un diálogo defectuoso, ruidoso, porque no hay condiciones de igualdad entre ambos.

Los gobiernos tienen potentes megáfonos para hacerse escuchar y la sociedad apenas si es audible su voz.

También es un diálogo defectuoso porque carece de intercambio de ideas convincentes, de propuestas que dobleguen, de conclusiones que hagan voltear la mirada.

Y es precisamente allí en donde la sociedad también ha mostrado sus carencias, acaso su indiferencia.

Cada interlocutor está escuchando lo que quiere oír y atendiendo la información que le interesa recibir. Esa ha sido, en general, la postura de los gobiernos: “Escucho aquello que me hace sentir bien, las críticas son de quienes quieren destruirnos”.

Tienen un potente megáfono para transmitir sus mensajes, pero oídos sordos para recibir las ideas y la información que puede construir políticas más sensatas, racionales y responsables hacia el futuro de todos.

De allí la importancia de la construcción de un diálogo de iguales.

Un diálogo en donde toman relevancia las organizaciones civiles, del sector privado, los llamados think tanks, los organismos de representación laboral y patronal, las universidades, los medios de comunicación como amplificadores para combatir la sordera de los gobiernos y verdaderos perturbadores que sacudan las indiferencias y superen las limitaciones de la sociedad.

Claro que esto último requiere conocimiento y educación —un asunto toral con graves problemas en México—, una dosis de atrevimiento impulsada por la innovación, y, claro está, una necesaria independencia que es el factor crucial para construir credibilidad en la tarea.

El sector empresarial —con algunas excepciones— se ha quedado corto en esta responsabilidad de construir un diálogo de iguales a partir del conocimiento, del atrevimiento y de la independencia.

Un puñado de organizaciones civiles ha realizado un estupendo trabajo en ese sentido al igual que un número limitado de centros universitarios y de medios de comunicación. Pero es insuficiente.

Transitar hacia una economía competitiva con un Estado con instituciones democráticas fuertes requiere, necesariamente, combatir la sordera de los gobiernos y sacudir la indiferencia de la sociedad.

Fuente: impreso.milenio.com

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