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Por Gonzalo Sánchez
El drama del hambre en Misiones.
Más de 60 vecinos del barrio Montecarlo le contaron a Clarín que no recibieron asistencia del Gobierno provincial, a pesar del lanzamiento del Plan Hambre Cero. “Hacen política con nuestros hijos”, dicen.
Sólo si alcanza, esta noche comerán lo mismo que a la mañana, lo mismo que ayer. Se llama reviro. Es un potaje de harina con agua, sal y aceite, que se revuelve en una cacerola de hierro sobre el fuego hasta lograr el aspecto de una polenta grumosa. Sabe a pasta quemada y sirve para calmar el hambre cuando las tripas tiran. Pero es una trampa: aunque llena la panza, carece de todo nutriente y a la larga conduce al mismo destino, la desnutrición.
El reviro es la base de la dieta de las 60 personas de la localidad misionera de Montecarlo que se reunieron con Clarín , a la sombra de un árbol coposo, para denunciar aquello que los cansó: una política de anuncios que no se traduce en acciones contra la pobreza que la semana pasada mató a Milagros Benítez –de 15 meses– y que amenaza con matarlos a todos. Se refieren al Plan Hambre Cero contra la desnutrición infantil, lanzado por el gobierno provincial en mayo. El encuentro funciona como una asamblea donde habla el que quiere. La mayoría evita dar sus apellidos porque temen lo peor: en las casas de los que ya prestaron su testimonio para las notas publicadas esta semana, aparecieron punteros políticos y les hicieron saber que si ahora hay poca comida, todavía puede haber menos .
Contra la verdad de las caras, no hay nada que hacer. La de Juan, padre de un chico anotado en el plan, transmite indignación: “Llevé a mi hijo, me dijeron que tenía bajo peso y que quedaba inscripto. Me pusieron un padrino, pero no sé quién es. Me pidieron que vaya una vez al mes para que vean si el nene mejoraba. Voy, pero no pasa nada: sigo sin tener trabajo y tampoco comida para darle. Hacen política con nuestros chicos”.
Montecarlo está repleto de niños. En cada vivienda, hay por los menos 4 o 5, siempre descalzos, silenciosos en los umbrales, y con algún problema severo. Lo más común es la malformación congénita o la parálisis cerebral. Los especialistas dicen que son síntomas típicos de la mala nutrición.
Esta semana, después de que Montecarlo abandonara la calma, varios vecinos fueron visitados por enviados estatales en busca de historias clínicas. Antes, aseguran, no hubo visitas, ni asistencia social ni nadie que les habló del Hambre Cero. Lo admite una enfermera local: “No hubo relevamiento porque las promotoras médicas enviadas por el Gobierno se quedaron trabajando en el hospital por falta de empleados. Nadie visitó a la gente”. También lo ratifica la intendenta, Elba Ausmendi: “Los chicos fueron anotados desde Posadas, a donde enviamos historias clínicas de los nenes que fueron al hospital. Pero no hubo relevamientos casa por casa. Nosotros vimos que el plan tiene falencias y tratamos de hacer cosas para mejorarlo”.
Esa mejora es, por ahora, una ilusión. La madre que habla se llama Elvira. “Vivimos sin agua potable, nuestras casas no tienen piso, tampoco luz. Nuestros hijos tienen problemas: parálisis cerebral, malformaciones, mal desarrollo muscular. Pero el problema es que los médicos no te atienden. Para conseguir un turno en el hospital, tenemos que ir a las dos de la mañana porque sólo dan diez”.
La mayoría de los habitantes de Montecarlo son tareferos. Por migajas, trabajan en el cosecha de la yerba mate. Pero sólo entre marzo y septiembre. Luego, cuando termina la cosecha, viene la desocupación. Los que consiguen changas, se cuentan con una mano. El resto subsiste a duras penas, gracias a la asignación universal por hijo o el subsidio ($ 102 por mes). Hacen lo que pueden. Y Juan Maidana, secretario del sindicato de tareferos, lo sabe bien. “No hay planes de emergencia. No hay trabajo. No existen los padrinos. Toda está gente que está acá puede firmarte que nunca nadie los llamó o los visitó o les explicó algo y si alguna vez les dieron un curso de nutrición, se olvidaron de darles trabajo o aunque sea para comer. Eso, para nosotros, es como vivir a la deriva”.
>Fuente: clarin.com
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