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La institución que lleva el nombre de quien fue ejemplo de solidaridad continúa con la ayuda a los aborígenes.
La vida del doctor Esteban Maradona merece el mejor recuerdo de nuestra sociedad por su admirable entrega como persona y como médico rural.
Nacido en Esperanza, Santa Fe, graduado en la UBA en 1928, luego de un tiempo vivido en Paraguay, en que atendió a soldados heridos en la guerra de ese país con Bolivia, regresó a la Argentina y, al pasar por el paraje Guaycurri (luego denominado Estanislao del Campo), fue llamado para atender un parto. A partir de ese momento decidió radicarse en el villorrio que había pedido sus servicios profesionales, a fin de atender a criollos y aborígenes, gente muy pobre a quienes nunca cobró un centavo por su atención profesional.
Trabajó allí durante más de 50 años, combatió males como el paludismo, la lepra, el cólera y el mal de Chagas. Trabó amistad con las tribus de tobas, pilagás y wichis, cuyas lenguas aprendió así como estudió su cultura; también escribió sobre aquello que pudo investigar en materia etnográfica y otras disciplinas. Tuvo la iniciativa de fundar una colonia en tierras fiscales y hasta enseñó a cultivar el algodón. Muy anciano se trasladó a Rosario, donde falleció casi centenario.
Felizmente, la memoria de su existencia consagrada al prójimo humilde y necesitado ha logrado perdurar. Quienes así lo conocieron crearon en Buenos Aires un hogar que lleva su nombre, destinado a recibir a enfermos derivados por dos hospitales de Formosa y coordinados por la Casa de Formosa.
El hogar, que recibe a familias de aborígenes, alberga alrededor de treinta personas, que suman 700 a lo largo del año. Siempre se trata de un paciente y de un pariente que acompaña. Ellos se hospedan en el hogar mientras concurren a centros médicos, a menudo de alta complejidad. El promedio de las estadías es de diez días, pero en ciertos casos, por necesidades de tratamientos permanecen durante meses. El espíritu abnegado de Esteban Maradona alienta a quienes encaran esta tarea en una casa situada en Córdoba y Olleros, en esta capital. Allí, la obra solidaria funciona con un "hombre orquesta", Juan Cantero, y la colaboración anónima de gente del barrio y de los mismos concurrentes que cooperan en el mantenimiento del lugar, donde reciben alojamiento, alimento y ropa.
Es conmovedor asistir a la continuidad del legado humanitario de quien en vida fue un asombroso ejemplo moral y profesional.
Fuente: lanacion.com.ar
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