* Entidad sin fines de lucro, de gestión comunitaria y participación ciudadana *
jueves, 8 de julio de 2010
Por una economía comunitaria y social: La vida es el valor central
Mientras escribo estas líneas, ocho niños menores de cinco años están muriendo en la Argentina, diez en Brasil, todos por desnutrición. La realidad hoy, entre Norte y Sur del planeta, es cruda e hiriente. Incluso en países desarrollados afloran múltiples formas de desigualdad, como en los EEUU, Reino Unido y Australia que tiene, según la ONU (datos de 2008), nueve millones de hambrientos.
El desarrollo desigual de países y regiones en la economía mundial capitalista se ha profundizado. El desarrollo desigual se manifiesta con más velocidad y se presenta en todos los niveles en que se ubican los países y regiones. Las modificaciones en el desarrollo desigual es una de las características principales de la etapa actual de globalización de la economía mundial.
Comencemos señalando que los datos son cada vez más desafiantes: cada día mueren 70.000 personas por hambre en el mundo. Cada cinco segundos (solo cinco segundos) muere de hambre o por sus secuelas inmediatas un niño menor de diez años. Más de 6 millones de niños murieron en 2009. Hay 900 millones de seres humanos viviendo en situación de hambruna. De acuerdo con el Banco Mundial (año 2009) 1.100 millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar diario y 2.800 millones con menos de 2 dólares. Las previsiones para 2015 indican que 750 millones estarán en situación de degradación social – 15% de pobreza a nivel global comparado con 28,3% calculado para 1990. Hay hoy (2010) 52 millones de latinoamericanos y caribeños viviendo en pobreza extrema, sufriendo las secuelas del hambre. Solamente en Brasil, según cifras gubernamentales, el hambre afecta a 25 millones de personas, en un total de 193 millones de brasileños.
Con eso hay preguntas inevitables: ¿De quién es la culpa? ¿De los mercados financieros mundiales, del capitalismo, de la liberalización de los mercados de capitales, del hombre insensible, de la economía mercantil? ¿Hay solo un responsable?
Cambiar esa situación es posible
En cierta medida, la teoría económica, tal como se enseña desde los años 1980, ha fracasado miserablemente en relación a entender las fuerzas determinantes de la crisis económica y humana y, sobre todo, de la degradación social.
La reciente teoría económica de las finanzas, es ciega respecto de todo esto, en especial en el no desarrollo humano y la perpetuación de la línea de pobreza relativa (fijada de forma tal que una persona es considerada pobre si su ingreso es inferior en cierta magnitud al ingreso promedio que reciben los individuos en sociedad) y absoluta (se establece de manera que refleje la cantidad de dinero necesario para alcanzar un nivel mínimo de vida, no que depende de la distribución del ingreso). La teoría económica solo analiza acciones, bonos, opciones, derivados, etc., como si fueran títulos cuyas propiedades pudieran aceptarse sin mayores problemas por el valor declarado y cuantificarse en términos de rendimientos y riesgos. Creemos, sin embargo, oportuno llamar la atención que es necesario establecer una política pública de fomento de la economía social y utilizar, además, las palabras ‘solidaridad’ y ‘reciprocidad’. Esta es una de las razones determinantes en la construcción de estrategias para la formación de otra sociedad (de una nueva sociedad) y una economía comunitaria que sea capaz de crear un mundo donde quepan todos los mundos.
Mercado social
Otro aspecto que aparece en nuestro horizonte y en nuestro tiempo es el desafío de crear un modelo de desarrollo humano - que sea comunitario y solidario- que pretenda armonizar lo económico, lo social y lo ambiental. Tal desafío requiere la creación de estructuras de gobierno aptas para abordar esta complejidad, y, por otra parte, una activa participación ciudadana en las cuestiones públicas. Esta afirmación se basa en un argumento: la participación de la sociedad civil en las decisiones sobre el desarrollo es fundamental para lograr soluciones duraderas y viables. Solo así será posible alcanzar un camino mejor, con acceso a los recursos sociales y económicos, acceso a los recursos educativos, con participación de todos en las redes sociales, con la eliminación total de toda forma de exclusión social.
El desarrollo humano y social (¡este es el camino!) se refiere a un enfoque que se centra más en las personas que en el crecimiento económico. Las personas son primero.
En resumen, el crecimiento social – con la promoción de políticas de inclusión social - enfatiza el desarrollo del potencial humano, a través de estrategias que permiten a las personas y comunidades realizar sus visiones de desarrollo, superar las condiciones de su marginación, e integrarse plenamente en sus respectivas sociedades. Enfatiza, también, la existencia de un mercado social y de la economía comunitaria (con la participación de todos). La participación de todos es muy importante. Cada uno puede participar según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, promoviendo el bien común. Cada uno está llamado a "colaborar, según las propias capacidades en su consecución y desarrollo".
Además, por otra parte, se hace necesario entender los principios básicos de una economía comunitaria y del mercado social. Ségun Jordi García Jane, mercado social es “una red cuyos nodos serían las empresas solidarias y los consumidores y ahorradores responsables (personas, entidades, empresas y instituciones) y cuyos flujos serían los intercambios regulares de bienes y servicios en un territorio determinado, producidos con criterios democráticos, equitativos, ecológicos y solidarios, que permitieran cubrir una parte significativa de las necesidades de los nodos, desconectándose parcialmente de la economía capitalista” (JANÉ, 2010).
La economía comunitaria y social
Para la economía comunitaria, el control es llevado por la colectividad y no por una persona o un grupo de elite, tal como ocurre en las sociedades capitalistas. Dentro de la concepción de su sistema, la gestión económica y política comunal los medios de trabajo y los recursos naturales son de propiedad colectiva, contando con una distribución privada de la posesión, donde los miembros de la comunidad integran unos con otros.
En la economía comunitaria, el sistema socioeconómico está basado en la solidaridad, la reciprocidad y la redistribución. Estos últimos dos principios no son antagónicos, por el contrario, se complementan: se practica una ayuda real muy concreta y la redistribución no es un acto paternalista y justo, sino el resultado de un acuerdo conjunto e igualitario entre los miembros de la comunidad.
La economía social y comunitaria, a mi juicio, se presenta como una realidad en la cual se van configurando nuevas prácticas económicas que a su vez operan como estrategias alternativas de combate contra la pobreza (absoluta y relativa) mediante la movilización de la población. Los gérmenes de esta Nueva Economía, (este nuevo modo transformador) son las comunidades de desplazados, inmigrantes, campesinos empobrecidos, sin tierras y reubicados, profesionales expulsados del sector moderno.
Por otro lado, hay que preguntarse: ¿Que se persigue con la economía social y comunitaria? Primero: El crecimiento económico con equidad, la sostenibilidad ambiental y la cooperación de los países centroamericanos. Segundo: Proponer oportunidad para crecer; oportunidad para transformar las reglas del juego económico y afirmar la condición de vida, a la final, la vida es el valor central.
Esas son las bases necesarias para la construcción de una comunidad pluralista de seguridad humana. La economía social y comunitaria (esta comunidad pluralista y solidaria) tiene la clara perspectiva de lograr insertar en el flujo económico a los pobres, a los excluidos del mercado global. Es, además, un modelo económico que pretende una transformación social y permita llegar a una sociedad en la que se valoriza la vida humana; una vida regida por valores y lógicas de funcionamiento de cooperación y compromiso social, con sostenibilidad y comercio justo, en resumen, una sociedad que respete el medio ambiente, genera empleo para todos, y tenga como único fin el beneficio económico y social. La dimensión cooperativa – social y comunitaria- desea ser también una pequeña contribución a todo este proceso.
De acuerdo con Leonardo Boff, teólogo brasileño: “Nuestra percepción de fondo ha cambiado: somos todos interdependientes, habitamos juntos la misma Casa Común, la Tierra. Nadie tiene un futuro particular y propio. Surge un destino común globalizado: o cuidamos de la humanidad [y de la economía humana] para para que no se bifurque entre los que comen y los que no comen, y protegemos el planeta Tierra [nuestra casa] para que no sea destruido por el calentamiento global, o no tendremos ningún futuro. Estamos vinculados definitivamente unos a otros”. (Boff, 2010)
Marcus Eduardo de Oliveira es Economista brasileño y profesor de la Teoría Económica.*
Fuente:alainrt.org
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