Marcia Vera-BBC Mundo
En América Latina hay más de 3,5 millones de personas que necesitan de la protección del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La cifra incluye a refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos.
Si bien la mayoría de ellos se sienten más seguros en sus países de acogida, ser refugiado en América Latina no siempre es fácil. Este 20 de junio se conmemora el Día Mundial del Refugiado y BBC Mundo investiga cómo es la realidad en la región.
"La gente se imagina que los refugiados sólo son las personas que escapan de grandes conflictos y viven en sobrepoblados campos de refugiados. Pero en realidad más de la mitad de los refugiados vive en áreas urbanas. La gente también piensa que si eres refugiado es porque algo malo hiciste en tu país".
Así relata Andrea una de las mayores dificultades para integrarse en la región: el desconocimiento.
Andrea es una refugiada colombiana en Argentina. Escapó de su país por el hostigamiento que sufrió luego de participar en grupos de derechos humanos. Después de cinco años en el exilio reconoce: "Hay partes de mi vida de las que prefiero no hablar mucho", por temor al rechazo.
La ignorancia se extiende a muchos de los países del Cono Sur, pese a la larga tradición de refugio en la región.
Así lo reconoce la directora de ACNUR para las Américas, Marta Juárez. "Muchas personas no saben lo que es un refugiado, cuáles son las circunstancias y no entienden que un refugiado puede ser un aporte a una sociedad", relata a BBC Mundo.
El problema de los papeles
Refugiados presentan camisetas de ACNUR en Buenos Aires. (Foto gentileza: ACNUR/M.Tucuna)
En muchos países el desconocimiento se traslada del discurso a la práctica y no se reconoce como válida la documentación que especifica la condición de refugiado o solicitante de asilo.
José ha vivido siete años en Ecuador y no ha podido acceder a un crédito o a una institución financiera. "Los bancos no reconocen los documentos de refugio. Una vez fui a pedir un crédito y me exigían como requisito tener casa propia. Imagínese yo soy una persona humilde", relata.
Algo similar sucede en Argentina, donde Andrea cuenta que si bien ahí es legal trabajar mientras dure el proceso de solicitud de asilo, la mayoría de los empleadores no reconocen el papel que acredita el estatus de solicitante.
En otros países, como Ecuador y Venezuela, la documentación de solicitante de refugio ni siquiera permite trabajar en teoría. Helena quien lleva un año en Venezuela, es psicóloga pero no puede trabajar y hoy sobrevive haciendo artesanías.
En este sentido, la directora del ACNUR reconoce que se ha dado un proceso de reglamentación y promulgación de leyes "muy positivos". "Creo que donde está la complicación es en la implementación de las leyes. Porque la ley no encuentra una traducción en la realidad. Es un reto", afirma la representante de ACNUR.
El idioma y la cultura
Dalmar ha estado participando activamente en las actividades de ACNUR.
Cuando Sane, de Senegal, llegó a Buenos Aires pensaba que los argentinos hablaban inglés. Le tomó varios meses aprender algo de español, y después de nueve años reconoce, con acento argentino, que aún aprende nuevas palabras.
"El idioma es un desafío, especialmente para quienes llegan de países africanos o de Haití. Como la prioridad es mantenerse económicamente muchas veces abandonan los cursos para dedicar todo su tiempo al trabajo. Y el no hablar bien el idioma, no les facilita su integración: les cuesta atender cursos de capacitación, conseguir empleo y sociabilizar", afirma Sergio Berttini, coordinador de la Agencia Myrar, implementadora de los programas de ACNUR en Argentina.
Otros siguen intentando. Samira ha tenido que sortear muchas de las barreras culturales e idiomáticas.
En 2007, Samira y su familia fueron aceptados por el programa de reasentamiento que llevó 117 refugiados palestinos a Chile.
"Me costó mucho aprender español. Y me falta practicar porque aquí hablan diferente y algunas palabras no conozco. Pero voy a practicar porque ahora tengo trabajo en peluquería", cuenta emocionada sobre el trabajo que comenzó esta semana.
Samira asegura que los chilenos son amables y respetan al extranjero. Pero reconoce grandes diferencias culturales.
"Lo que no me gusta de Chile es que tienen mucha libertad. Aquí los niños tienen novias muy niños. Se besan en la calle, eso no me gusta, porque no estoy acostumbrada, porque mi religión no me lo permite. Pero yo respeto a la gente aquí porque esa es su vida, no mía", expresa Samira.
Algunas veces también pesan las diferencias religiosas. "Mucha gente me pregunta porque uso el velo, yo respondo que por mi religión. Algunas personas aceptan y no dicen nada. Pero algunas no les gusta. Me dicen que soy seria, que me la saque cuando hace calor", cuenta entre risas.
Añorando casa
Para José uno de los mayores desafíos ha sido superar el estigma de ser colombiano.
Dalmar, un somalí que hace cinco meses llegó a Brasil a solicitar refugio, asegura que se siente seguro desde que llegó a Río de Janeiro. Pero no puede estar tranquilo. Su mujer e hijos aún están en Somalia.
"A pesar de lo bueno, mi familia sigue en Somalia y eso está todo el tiempo en mi mente", se lamenta Dalmar.
José, en Ecuador, tiene el privilegio de estar con su esposa e hijos, pero sigue extrañando su Colombia natal. "Cada vez que llamo a mi madre se le caen a uno las lágrimas. Pero Colombia no ofrece garantías", asegura.
Sane también extraña su vida en Senegal y su familia. "Pero no se puede volver. Todavía es peligroso", dice.
Los desafíos de la región
La directora de ACNUR para las Américas afirma que la situación más apremiante sigue siendo el desplazamiento dentro y fuera de las fronteras de Colombia.
"Estamos trabajando con los gobiernos que reciben a los refugiados colombianos, para que estas personas no caigan en una invisibilidad y todos puedan pedir la protección y recibirla", asegura Juárez.
Y desde los refugiados el desafío es integrarse más.
"Me parece un problema que el manejo de la integración se haga desde una perspectiva de misericordia. Para mí la perspectiva es que un refugiado es una persona con unos derechos que le fueron vulnerados y es la responsabilidad de los Estados respetar sus derechos y velar por su seguridad", recalca Juárez.
Para ella la acogida no es una cuestión de asistencialismo, es una cuestión de solidaridad.
Fuente: bbc.co.uk
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