El domingo 25 de abril, tres días después del cierre de la multitudinaria Cumbre de los Pueblos sobre Cambio Climático promovida por el presidente Evo Morales en Cochabamba (Bolivia), tuvo lugar en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) una trascendental reunión de cuatro ministros medioambientales provenientes de una región geopolítica que diversos expertos progresistas denominan actualmente como el “Sur Global”.
El fiasco de cinco meses atrás en el cónclave de Copenhague pesa notoriamente en toda reunión internacional que aborde este prioritario problema ambiental. Ramesh, ministro de Ambiente y Bosques, fue el único representante que anticipó su pesimismo sobre el venidero evento mexicano. El diario Beeld de Johannesburgo transcribió un rotundo comentario del funcionario de India: “Creo que es muy improbable que se logre algún acuerdo significativo en Cancún”.
El mismo medio comentó que los otros tres ministros estuvieron “bailando sobre huevos” cuando se les preguntó si consideraban viable un nuevo acuerdo internacional dentro del marco de la ONU. Sonjica, ministra sudafricana sobre Aguas y Medio Ambiente, se limitó a decir que otra postergación tendría un efecto muy negativo sobre las naciones en vías de desarrollo. Ante los requerimientos periodísticos, Teixeira, flamante ministra brasileña de Medio Ambiente, respondió: “Por supuesto que no habrá modo de enfrentar el cambio climático sin Estados Unidos y creemos que seremos capaces de diseñar un convenio que posibilite que ese país se sume a nosotros”. Según la prensa, Zhenhua, vicepresidente de la Comisión para el Desarrollo Nacional y Reformas de China, máximo negociador de su país durante las sesiones de diciembre en Copenhague, fue mucho más vago en sus apreciaciones.
En general, las naciones que componen BASIC resaltan que la reducción de gases perturbadores de la atmósfera es una responsabilidad prioritaria del mundo desarrollado, ya que sus emisiones pasadas y presentes constituyen inequívocamente la base del problema encarado. Y conciden en que a fin de que los países del Sur puedan desarrollarse de acuerdo a un esquema de bajas emisiones de gases carbónicos, será preciso también que los países ricos del Norte aporten fondos significativos y tecnología de avanzada.
El activista Mithika Mwenda, de la Acción Panafricana por la Justicia Climática, con sede en Kenya, declaró en Ciudad del Cabo que “la presión que ejercen las naciones industrializadas está desplazando las culpas. El primer período de compromisos contraídos bajo el Protocolo de Kioto está a punto de expirar sin que esas naciones hayan cumplido las metas acordadas. Y deberían hacerlo antes de ponerle condiciones a los países en desarrollo”.
Según los datos distribuidos por varias organizaciones ecologistas, las emisiones de Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Suiza aumentaron un 25 por ciento desde 1990; y las de Japón un 9 por ciento. Las emisiones de gas carbónico de Estados Unidos –considerado como el mayor contaminador del planeta, que por su parte no ratificó el compromiso firmado en Kioto en 1997– crecieron un 16 por ciento.
Los países que componen BASIC seguirán reuniéndose durante los meses venideros a fin de consolidar posiciones para la cumbre de Cancún. La estrategia no se limitará apenas a las iniciativas de Brasil, Sudáfrica, India y China, sino que incluirá a otras naciones más vulnerables del Sur Global.
No se trata de la única iniciativa ambiental del mundo en desarrollo. En estos momentos, en Bután, tiene lugar un cónclave del SAARC (Asociación Surasiática de Cooperación Regional), creada en 1985 y guiada por el anhelo de mejorar la situación socioeconómica de 1.500 millones de personas que habitan en su área de influencia. Los participantes son el presidente de Afganistán, Hamid Karzai; el primer ministro de Bangladesh, Sheikh Hasina; el primer ministro de Bután, Jigme Y. Thinley (anfitrión de encuentro); el primer ministro de India, Manmohan Singh; el presidente de Maldivas, Mohamed Nasheed; el primer ministro de Nepal, Madhav Kumar; el primer ministro de Pakistán, Syed Yousuf Raza Gilani, y el presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapakse.
Observadores: Australia, China, Irán, Japón, Corea del Sur, Myanmar, Mauritius, Estados Unidos y la Unión Europea.
Fuente: criticadigital.com
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