(columnista de Radio La Red en su Revista Plural)*
8 de Marzo; Día Internacional de la Mujer
En este Día Internacional de la Mujer nos encontramos con un mundo atribulado y peligroso en el que muchas veces la humanidad se encuentra ausente. Por eso me he propuesto llamar la atención sobre varios temas tratados con la brevedad del caso.
Moralmente hablando no es fácil resistirse a los imperativos de los sucesos sociales, políticos, económicos y sobre los deberes y responsabilidades propios de la democracia. La mujer está involucrado en ellos por eso es necesario recordar algún aspecto de la Carta de las Naciones Unidas sobre todo cuando reafirma la fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Cuando la Carta habla de derechos humanos lo hace en la comprensión de que esos derechos abarcan a todos y no sólo a la defensa del terrorismo como sucede en nuestro país.
Recuerda la Carta que la discriminación contra la mujer viola los principios de igualdad de derechos y del respeto de la dignidad humana, que dificulta la participación de la mujer, en las mismas condiciones que el hombre, en la vida política, social, económica y cultural de su país, que constituye un obstáculo para el aumento del bienestar de la sociedad y de la familia, y que entorpece el pleno desarrollo de las posibilidades de la mujer para prestar servicios a su país y a la humanidad.
Cada época histórica tiene una concepción del mundo y una determinada dirección del pensamiento. La mujer intuye el clima espiritual de la época; el verdadero contenido de los dominios culturales y las zonas significativas de la verdad con habilidad para captar con pericia las impresiones personales con la tensión de la inteligencia.
Cada vez son más numerosas las mujeres que confían en las fuerzas históricas para obtener el perfil humano que les permita alcanzar objetivos que las enaltezca para no renunciar a la dignidad conquistada con esfuerzo.
La mujer entiende que las crisis políticas son crisis morales. Están convencidas que hay que renunciar a las tendencias autoritarias y que tienen el deber de pensar con verdadera libertad.
El valor de un espíritu –decía Nietzsche- se mide por su capacidad para soportar la verdad y no vivir en la mentira. De ahí que la mujer deba tener presente que las razones de incapacidad para la democracia es la incapacidad crítica que le permita cuidarse de los individuos que tienen una vena irreprimible de hipocresía, de solapamiento, de fraude, de trapacería y de mendacidad, como decía un maestro español con gran certeza.
En estos tiempos se da la paradoja en algunos países latinoamericanos que las democracias se han vuelto inestables y los despotismos estables, sobre todo con los Chávez (Venezuela), los Castro (Cuba), los Correa (Ecuador), los Morales (Bolivia), los Ortega, ex terrorista (Nicaragua), ocasionando un atraso implacable y la desgracia de la gente que viven como verdaderos rehenes de los déspotas que gobiernan indiferentes al dolor, a la miseria y a la esclavitud.
Las mujeres tienen que saber que una democracia puede ser calificada de estabilizada cuando es legítima y funciona normalmente con eficacia. Además hay que tener la convicción que, cuando menos discutida es una Constitución, más legítima resulta.
Nuestra Constitución es permanentemente violada por las más altas autoridades del gobierno y por funcionarios acostumbrados a falsearla con citas que significan lo contrario de lo que pícaros funcionarios le atribuyen. Conviene recordar que la falsedad es una suerte de esclavitud.
Una democracia supone respeto entre los partidos; entre los que ejercen el poder; y, cuando la ley mayoritaria conforma un ejecutivo capaz de actuar, respetando las leyes.
Resulta preocupante que el partido político en el poder no respete la libertad de crítica, alterando las relaciones entre la verdad observada y la verdad imaginada. Además el proceso constitucional es imposible cuando el ejercicio del gobierno amenaza reemplazar la ley por la fuerza.
Es propicio en el Día Internacional de la Mujer invitarlas a determinar con claridad el propio pensamiento cuyo significado es la garantía suprema de sinceridad y sin pretensión de imponer el propio pensamiento cuando no tiene ni un mínimo de objetividad. Violentar las tendencias personales de las mujeres no es encauzarlas, ni hacerlas vitalmente aptas, sino ejercer un poder inicuo. No hay que dejar que acuñen en su credibilidad parcialidades sospechosas.
La medida de la honestidad de quien opina con inteligencia sincera la da el desinterés particular, sin dejarse dominar o adoctrinar, apelando a la nobleza como condición espiritual suprema. Esta nobleza se revela en la corrección de los actos y en la ecuanimidad de espíritu para apreciar serenamente las diferencias de opiniones y la lógica inflexible de los acontecimientos.
Vaya como ejemplo el rechazo fundado en la inconducta de la Jefa de Estado argentino, Cristina Fernández de Kirchner, quien aprovechando la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso Argentino, desnaturalizó la oportunidad de hacerlo con la solemnidad que correspondía, demostrando con un discurso de trinchera, sólo su soberbia e indiferencia ante la grave situación económica del país. Sólo se dedicó con autoritarismo a repartir culpas y desacatos contra la justicia; desprecio contra el Poder Legislativo y la oposición, menos su propio partido.
Involucró a la ciudadanía que piensa racionalmente distinto y procede con sinceridad a enmendar errores. Además engañó a los legisladores, ocultando que había mandado a un verdadero comando con la complicidad de la presidenta provisional del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, a retirar indebidamente reservas del Banco Central, no obstante la prohibición de la justicia y concretado con asentimiento de las autoridades actuales afines al partido de la Jefa de Gobierno. Este gravísimo error fue condenado posteriormente por la oposición que la ha denunciado penalmente.
Ante la sorpresa de los legisladores y público, especialmente invitado, a la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, dio cuenta al final del discurso que había firmado dos decretos, previa anulación del DNU (decreto de necesidad y urgencia) que en realidad son la misma cosa. La oposición insistirá ante la justicia sobre la suspensión del DNU. Todo esto ha llevado a una polémica interminable que continuará el Día Internacional de la Mujer. La presidenta se ha declarado rebelde y se niega a respetar el fallo de los jueces. Esto ha sido interpretado como desacato o alzamiento contra el Poder Judicial y ha tomado distancia del Poder Legislativo. Le ha recordado la oposición que en una República no hay impunidad para nadie.
Ha olvidado la Jefa de Estado Cristina Fernández de Kirchner que el respeto mutuo es una virtud de la vida pública. No obstante el retroceso de sus decisiones, está produciendo un desquiciamiento entre el oficialismo y la oposición moderada.
Al ponerse la presidenta al margen de la ley y la Constitución ha producido el veneno mortal de la democracia, según acredita la ciencia política y la historia.
En el Día Internacional de la Mujer ésta debe estar atenta al brote racista, demostrado recientemente por una diputada de la Nación e integrante del Consejo de la Magistratura, la abogada Diana Conti, furiosa kirchnerista quien se declaró públicamente stalinista, precísamente Stalin fue un perverso enemigo de razas, entre ellas el antisemitismo convalidando millones de asesinatos. Y qué decir de Hebe de Bonafini, Madre de terroristas y portadora del odio en la sangre que entre muchas felonías agregó otra peor, insultando a bolivianos que se encontraban en la Plaza de Mayo con la grosería y agresividad que le es característica. Sin embargo, el Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI) no se da por enterado de estos escándalos, propios de crueles incivilizados.
Sabido es que el racismo es profundamente regresivo y enemigo absoluto de la imprescriptible ley de amor a la humanidad, por lo tanto hay que rechazarlo teniendo presente que toda segregación étnica es un crimen de lesa humanidad. Es hora de convocar a la mujer a colaborar inteligentemente para que la conducta desintegradora de la sociedad, tan en boga desde las altas esferas políticas en el poder, sea rechazada como así también las acciones disolventes que sólo dejan una imagen sombría y pavorosa, difícil de borrar. Por otra parte la inseguridad sin solución ha hecho que hombres y mujeres de nuestro país vivan sumidos en el sufrimiento que provoca el robo y el crimen organizado por individuos sádicos que en muchas ocasiones actúan sabiendo que tendrán impunidad.
La mujer tiene una gran responsabilidad ante la desintegración que amenaza a nuestra sociedad, impidiendo el avance siniestro del maltrato a las mujeres consideradas un elemento subordinado al hombre que no vacila sólo en someterlas a castigos despiadados sino también a darles muerte. En esto mucho tiene que ver la indefensión cuando se las deja libradas a su suerte, incumpliendo la ley de castigo al torturador.
¿Cómo podemos hablar de civilización y educación en estas condiciones? El peligro que sigue expandiéndose en la matanza de mujeres se expresa en la angustiosa evidencia de tener presente que la urgencia del remedio tarda demasiado. Las mujeres tienen el derecho a ser felices. Basta de incoherencias de prometer un futuro mejor en plena época de decadencia que promete la felicidad y no la garantiza.
Hay que apelar a la tolerancia, virtud democrática y humana por excelencia pues donde no hay tolerancia no hay democracia ni libertad. Estamos hartos del atropello indigno y la mentira.
(Fuente: campociudad)
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