La realidad no se somete a los deseos de un gobierno que, falseando los índices de inflación, disfraza la cantidad de pobres.
LA Argentina, una vez más, se ha ganado el derecho a ser calificada como el mundo del revés. Conocidos los nuevos índices de pobreza e indigencia en el país , como siempre las fuentes difieren.Si para el poco serio Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec) la pobreza bajó entre 2006 y 2010 del 29,2 por ciento al 9,9 , para el estudio "Observatorio de la Deuda Social Argentina", de la Universidad Católica Argentina (UCA), correspondiente al último trimestre del año pasado, "los niveles de pobreza pasaron del 32,2 por ciento en 2006 al 29 en 2009, y al 29,6 en 2010".
Entonces, según esta última información, los actuales niveles de pobreza son entre tres y cuatro veces superiores a los informados por el Indec.
La enorme diferencia tiene su explicación: el proceso inflacionario no es tenido en cuenta por el organismo oficial; el Indec mide la línea de pobreza en función de los precios de una canasta básica totalmente manipulada.
La expectativa de una mejora superior se justificaba en el hecho de que hay una mayor transferencia de ingresos y circulación de la masa monetaria, como también hace notar el informe de la UCA. Lo mismo ocurre con el nivel de indigencia: si para el Indec, entre 2006 y 2010, descendió del 10 por ciento al 2,5, para la UCA sólo hubo "una mejora menor", porque los niveles de indigencia pasaron del 12,1 por ciento en 2006 al 10,9 en 2010 (también en este caso en función del valor que se utilice para la canasta de consumos básicos).
El de los alimentos sigue siendo así un rubro convenientemente subestimado por el Indec. El organismo insiste en presentar siempre a la opinión pública informes engañosos a la hora de medir no sólo el aumento del costo de vida, sino también los niveles de pobreza e indigencia, basados en el costo de la canasta familiar.
Esa misma inflación no reconocida por el gobierno nacional es la que repercute en otros ámbitos de la vida de los argentinos. Para poder seguir alimentándose, malamente, muchas familias retacean gastos en salud, educación, vivienda o, directamente, ya no pueden acceder a ellas.
El retroceso que estos índices están marcando es particularmente grave. Incluso una medida positiva como la Asignación Universal por Hijo (AUH), que mostró ser altamente eficaz para mejorar la salud y la educación de los niveles más marginados de la sociedad, está siendo destruida también por el poder de una inflación que le quita valor al monto fijado por hijo.
Mal que le pese al gobierno nacional, la realidad no se somete a sus deseos. La lógica de la negociación salarial de los últimos tiempos está indicando que la inflación, tantas veces negada, se devora a su paso cualquier bienestar.
Aceptar esto y dejar de manipular las estadísticas oficiales es el único camino por seguir, incluso en un año electoral como éste. La lucha contra la pobreza y la indigencia debe ser una prioridad del Estado, no importa quién gobierne ahora o después del 10 de diciembre próximo.
Los argentinos que sufren esos problemas no pueden esperar. La dirigencia política deberá dejar atrás la mentira sistemática de las estadísticas oficiales para dar lugar a una etapa de sinceramiento, en la que queden atrás políticas de clientelismo que sólo logran perpetuar la pobreza y episodios de despilfarro de fondos públicos que podrían aplicarse a resolver este flagelo.
Fuente: lanacion.com.ar
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