Los hielos continentales deben ser protegidos aquí y en el mundo de la presión de intereses contrarios al derecho ambiental.
Desde estas columnas nos hemos referido repetidas veces al hecho de que no se haya reglamentado aún la ley que protege los glaciares, pese a que el plazo para hacerlo ya ha vencido. Esta preocupación no sólo es muy lógica, sino que también se está extendiendo en todo el mundo, dado que la continua reducción observada en las masas de hielo acumuladas en las altas cumbres está anticipando su desaparición en el mediano plazo.Este hecho, decíamos, se reitera en las cordilleras de todo el planeta, lo que implica el riesgo cierto de que, por licuación de los hielos, se agote la gran reserva de agua potable con la que contamos, hecho que constituiría una catástrofe de vastas dimensiones, de consecuencias trágicas para la vida en todas sus expresiones.
Recientemente, el geólogo argentino Jorge Rabassa, investigador superior del Conicet, perteneciente al Centro Austral de Investigaciones Científicas, disertó en la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano sobre "El destino de los glaciares" ante un selecto grupo de científicos que incluía especialistas en física, química, geología y ciencias del océano y la atmósfera. Rabassa resaltó la gravedad del fenómeno ya descripto. En escala menor, un signo claro de la amenaza que se cierne sobre los glaciares mayores es la reducción de los más pequeños, fenómeno que se viene comprobando con rigor, según afirmó el investigador argentino.
Lo que se ha probado demuestra que se está frente a un proceso irreversible que habrá de culminar hacia la mitad del siglo actual. Los síntomas que van anunciando el deterioro se vinculan con la disminución del espesor y la extensión de los glaciares, que, en el fondo, son ríos de hielo que avanzan muy lentamente. Al ir aminorando su superficie y volumen se acelera, como es lógico, el deslizamiento y el deterioro del glaciar.
La valiosa exposición de Rabassa sirve para reiterar la necesidad de proteger mundialmente los hielos continentales y, específicamente, en nuestro país, contra la presión de intereses que marginan los prioritarios derechos ambientales. El desgaste global a los glaciares es principalmente fruto del empleo con fines energéticos de combustibles fósiles, como el carbón o el petróleo. De ahí que el científico argentino haya señalado la necesidad mundial de cambiar la matriz energética que hoy domina el funcionamiento de máquinas e industrias por otras fuentes no contaminantes.
Esa es una misión por cumplir por nuestra sociedad para las actuales y las futuras generaciones.
Fuente: lanacion.com.ar
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