Tras cambiar vidas a través de la tecnología en favelas, comunidades indígenas y cárceles, el Comité para la Democratización de la Informática (CDI), nacido en 1995 en Brasil, se ha marcado un nuevo desafío: el desempleo juvenil en España.
"Lo más importante del trabajo del CDI es formar agentes de cambio", ha resumido Rodrigo Baggio, fundador y director ejecutivo de un proyecto que, en estos 16 años, "ha impactado la vida de más de 1,5 millones de personas" con bajos ingresos en 12 países, la mayoría latinoamericanos, aunque también en Jordania y Reino Unido.
Todo empezó en 1993.
"Yo tuve un sueño, literalmente. Estaba dormido y vi jóvenes de bajo ingreso usando la tecnología para cambiar sus vidas. Al día siguiente desperté emocionado con ese sueño que me aportó un camino y tomé la decisión de invertir mi vida en convertir ese sueño en realidad", ha explicado Baggio en una entrevista con Efe en Madrid.
Con esa misión, creó su primera escuela de informática y ciudadanía en la favela de Santa Marta, una de las más peligrosas de Río de Janeiro, en 1995.
Casi 16 años después, el número de escuelas asciende ya a 827, abiertas no sólo en favelas, también en comunidades indígenas, prisiones, psiquiátricos y centros de discapacitados físicos.
Y, todas ellas, con una misma metodología: animar a los alumnos a conocer mejor su realidad y descubrir en ella un desafío, para después, a través de la tecnología, tratar de resolverlo.
Estos 16 años han dado para muchas historias de cambio, entre las que Baggio elige dos: la de Ronaldo Monterio, un exrecluso reconvertido en líder social tras su paso por la escuela CDI abierta en la prisión donde cumplía condena por secuestro, y la de la comunidad de los indios asháninka, que ganaron su "guerra" contra los narcotraficantes gracias a internet.
Al darse cuenta de que muchos exreclusos volvían a reincidir ante la falta de oportunidades, Monteiro comenzó a enseñarles informática, ciudadanía y habilidades para ser emprendedores: el resultado son 195 microempresas creadas por 195 expresos.
Los asháninka, que viven junto a la frontera peruana, decidieron comenzar una guerra contra los narcotraficantes peruanos que invadían sus territorios para traficar con drogas y robar madera y que mataban a sus hombres y violaban a sus mujeres, ha relatado.
El desequilibrio armamentístico entre ambos bandos no les desanimó: "'Nosotros tenemos un arma superpoderosa: internet', dijo uno de ellos, y decidieron escribirle un 'email' al presidente (Luiz Inácio) Lula da Silva", ha agregado.
Ese correo electrónico llegó a las Fuerzas Armadas brasileñas, que enviaron helicópteros "que empezaron a sobrevolar el territorio indígena, y los narcotraficantes, con miedo, se retiraron para su territorio, y los asháninka ganaron la guerra", ha concluido.
Con esa experiencia, el CDI se marca ahora una nueva misión en su decimotercer país de implantación, España, donde lleva seis meses trabajando, en colaboración con escuelas de negocio, como Esade, y grandes firmas, como Telefónica.
El objetivo es dar respuesta al gran desempleo juvenil que hay en España, que supera el 40 %, "a través de la tecnología creando agentes de transformación", ha explicado a Efe la directora general de CDI España, Daniela de Souza Méndez.
"Hemos detectado que son excelentes ingenieros, médicos, abogados, pero que cuando terminan una graduación, se quedan en una situación que no saben qué hacer ni para dónde ir, porque están acostumbrados a buscar empleo", ha añadido.
Y, frente a ese nuevo desafío, lo que pretenden desde el CDI es utilizar su fórmula de éxito: dar a los jóvenes españoles herramientas para que "cambien su realidad" y "puedan ser generadores de su propio empleo".
Fuente: adn.es
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