Por María Arce
Aguas espesas y podridas, viviendas levantadas sobre basurales, todos los desechos imaginables y olores imposibles.Así está el Riachuelo luego de que el Gobierno anunciara el retiro del último barco abandonado.
Llueve. Malas noticias. Recorrer el Riachuelo es de por si una tarea difícil, hacerlo bajo la lluvia aún más. Pero los voluntarios de Greenpeace que hacen de guía para este peculiar "paseo" no están preocupados por las gotitas que explotan en el agua ni por las nubes negras que amenazan con empeorar aún más las cosas. No es que estén acostumbrados, las burbujitas que estallan no vienen de arriba, sino de abajo, del corazón de los barros podridos del río. Las burbujas no son más que gas metano a sus anchas, indomable, producto de la descomposición de los residuos que infectan sus costas.
Esta semana, el Gobierno nacional anunció con bombos y platillos el retiro del último de los 59 barcos abandonados que sumaron óxido y chatarra a la contaminación del río. 199 años de abandono reconoció la ministra de Seguridad, Nilda Garré.
El "propietario de un buque que se había hundido no tomaba a su cargo retirarlo y esto ya estaba produciendo obstáculos en la navegación. Imagínense que estamos hablando de 1812, así que la friolera de 200 años llenando el río de buques que iban quedando ahí", dijo Garré el 13 de abril cuando presenció el retiro del carguero DG 28.
"Por más que se levanten los buques, que nosotros reconocemos como muy positivo, como que se limpien las márgenes, si no hacemos foco en el control de las industrias el Riachuelo va a seguir contaminado siempre", dice Consuelo Bilbao de la Unidad Política de Greenpeace a medida que el gomón ecológico avanza por el agua espesa.
Las cuadrillas de recolectores de basura saludan desde las orillas. "Limpieza para el marketing, para la foto", dicen en Greenpeace. El profundo problema de contaminación está en las profundidades del río donde casi 20.000 industrias arrojan sus desechos hace décadas.
Un problema que nadie cree que podrá resolverse en breve. Ni siquiera desde el Gobierno Nacional. El secretario de Medio Ambiente de la Nación, Juan José Mussi, dijo esta semana que el saneamiento de la cuenca demandará al menos ocho años más: "cinco para frenar la contaminación y tres, para la limpieza". A su paso, las curvas y puentes del Riachuelo desnudan la desidia de funcionarios y gobiernos.
"Falta mucho. Destacamos que después del fallo del 2008 (de la Corte Suprema que intimó al Gobierno de sanear el Riachuelo) la rueda comenzó a funcionar. Pero ahora hay que ver hacia dónde va a esa rueda. Cuál es el rumbo. Estamos muy preocupados. Los avances son muy pocos, lentos e insuficientes", repite Consuelo a lo largo del trayecto escoltado por montañas de basura más benévola. Con el calor despidiéndose hasta la próxima temporada, el olor nauseabundo se tolera un poco mejor. "En verano es imposible de aguantar", cuenta rodeada de aguas servidas.
"A donde hay que apuntar es a las industrias, una de las mayores responsables de la contaminación del Riachuelo", dice Consuelo al paso de una mancha gigantesca de aceite. "No hay una sola industria que haya empezado con su proceso de reconversión industrial, que haya mejorado su producción y esté cesando los vertidos", explica.
Mussi, dijo tras el retiro del último barco, que han fiscalizado a 13.500 industrias de las más de 19.000 que tienen detectadas y que no todas contaminan. Asegura que sólo lo hacen 500 industrias y que, de esas, 92 ya están haciendo la reconversión industrial. Lo cierto es que a febrero de este año, 12 empresas habían sus planes de reconversión, pero ninguno estaba en marcha.
En julio de 2008, el fallo de la Corte obligó a la creación de la Autoridad Cuenca Matanza Riachuelo o ACUMAR. En ese entonces había sobre la cuenca 105 basurales. "Hoy tenemos más de 300 basurales. O sea que no solo no ha disminuido sino que va en aumento", explica Consuelo. Lo mismo sucede con las villas y los asentamientos a la vera del río. No paran. El 55% de las viviendas no tiene cloacas y sus desechos van a parar directamente al río, sin tratamiento, trasformando al Riachuelo en una cloaca a cielo abierto.
Los ladrillos naranjas fuerte muestran la vitalidad de las viviendas, recién hechitas. No es el único naranja sobre el río. Unos tubos atraviesan la lengua de agua viscosa. Alguna vez fueron de ese color, hoy se los ve manchados de grasa y barro. Funcionan como barreras para que los residuos no lleguen a Caminito, una de las atracciones más populares de La Boca y una de las puertas turísticas de entrada al país. Y nadie quiere mostrar lo que pasa río adentro, donde las florecen las curtiembres, las petroquímicas y los frigoríficos.
Greenpeace forma parte del Cuerpo Colegiado de la cuenca –formada por organismos del Estado y ongs- que debe velar por la ejecución de la sentencia de la Corte, y no logra acceder a información básica sobre el saneamiento del Riachuelo. Otro de los tantos incumplimientos injustificados desde que se dictó la sentencia del máximo tribunal.
"Falta un plan integral y lo que nos preocupa es el marco normativo para el control de industrias. Todavía ese marco normativo no implica cesar con los vertidos, sino que sigue permitiendo niveles de contaminación", destaca Consuelo.
La situación ambiental de la cuenca alcanza niveles críticos en los cursos medio y bajo del río y tiene consecuencias directas sobre la salud y la calidad de vida de los vecinos.
"Son condiciones infrahumanas, hay un abandono de persona, una ausencia de Estado que es realmente patético. Siempre hemos dichos que el problema del Riachuelo es político y económico. Y en este año electoral queda demostrado lo más nefasto de la política: cómo este conflicto de poder daña la salud de las personas", dice Alfredo Alberti. Es el presidente de la Asociación de Vecinos "La Boca" y uno de los que se ha puesto al hombro la "causa" Riachuelo.
Los ojos no logran ver el cromo, el plomo, el cadmio y otros metales pesados que saturan el agua del Riachuelo. Pero están ahí. Y uno lo sabe. A cada paso, las burbujas que salen a la superficie "decorando" el manto negro de agua. Los géiseres de barros que repugnan a lo largo de su recorrido asustan.
Alergias, problemas respiratorios, de piel, cáncer, abortos espontáneos son algunas de las consecuencias de la contaminación que sufren los vecinos. Alfredo se despacha: "Lamentablemente no se pueden solucionar temas que hacen a la salud de las personas, a la calidad de vida, porque Nación y Ciudad no se pueden sentar a negociar porque el diálogo está absolutamente roto. ¿Quién es la victima? El ciudadano, que lo paga con salud, con calidad de vida, con su muerte".
El Gobierno nacional y el de la provincia tiran para un lado y la Ciudad de Buenos Aires está dejada de lado, aseguran Greenpeace y la Asociación de Vecinos "La Boca". "Eso se ve claramente en el funcionamiento de la ACUMAR" que "no está articulando como corresponde", dice Alfredo y señala el verde furioso de la vegetación de la orilla de provincia frente a las villas porteñas.
Sobre esos márgenes algunos de los vecinos se asoman y saludan a los gomones ecológicos. Ya los conocen. Otros también, pero les tiran piedras y palos. Son los "paqueros" de las villas, poco amigos de las cámaras que acompañan a Greenpeace.
"El Riachuelo no puede recibir una gota más de contaminantes", advierte Consuelo frente a la única barcaza "verde" que hay en el Riachuelo. Sobre ella descansan ramas, basura y un auto desvencijado que "recuperó" la cuadrilla de limpieza de la Ciudad. El río está lleno de autos. Hoy no pueden verse por la crecida del Río de la Plata que inundó con sus aguas la cuenca. Pero están allí debajo, junto con los caños por los que escupen su veneno las industrias.
"Tenemos la Corte, un juez federal (Luis Armella que lleva el día a día de la limpieza), la Defensoría del Pueblo. Pareciera que todo eso no alcanza", se lamenta Alfredo. Agobiado por tanta indiferencia dice: "No sabemos cómo hacer para que los funcionarios se pongan de una vez por todas al servicio de la vida".
Alfredo se indigna porque nadie parece dispuesto a cuidar este preciado recurso natural. "Somos 70 por ciento agua", se exalta. Y una ola se cuela en el gomón mojándolo todo con metales pesados, pesados y letales.
Fuente: clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario