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por Marga Sanz*
Este año se cumple el centenario de la primera celebración en Europa del Día Internacional de la Mujer. En 1911 se hizo al calor de movilizaciones donde...
las mujeres ya vindicaban el derecho a elegir -a través del sufragio universal- y ser elegibles para ocupar cargos públicos, el acceso al empleo y la no discriminación en el ámbito público y político.
Cien años después, el marco de esta conmemoración es muy similar. Es cierto que hemos avanzado y que las mujeres aparentemente hemos alcanzado algunas cuotas de igualdad, pero sólo en lo formal, con unas leyes muy mejorables y sin presupuesto para aplicarlas y desarrollarlas.
Entramos en una seria contradicción e injusticia si pensamos que la crisis económica se resuelve recortando derechos sociales y sus presupuestos consignados. No podemos avanzar hacia la igualdad eliminando las conquistas históricas del movimiento feminista, como suprimir el Ministerio de Igualdad, recortar el presupuesto del permiso de paternidad, destinar un ínfimo presupuesto para la prevención y la intervención contra la violencia de género, desmantelar el subdesarrollado Estado del Bienestar (las reformas laborales, de pensiones, la privatización de los servicios públicos, etc).
No podemos consentir que las políticas destinadas a la igualdad y equidad entre hombres y mujeres se conviertan en políticas de escaparate y partidistas de las administraciones centrales y autonómicas. Es imposible reconstruir una democracia participativa con la invisibilización de la mujer. Sin la óptica critica y reflexiva de la identidad feminista es imposible abordar cualquier transformación social solidaria, justa y equitativa.
En esta reconstrucción no nos podemos olvidar de las situaciones de mayor vulnerabilidad, las discriminaciones que sufren las mujeres de distinta etnia, por su condición de inmigrantes, por salirse del marco heteronormativo, por su nivel económico, por estar inmersas en situaciones de violencia machista, por interrumpir el embarazo con inseguridad jurídica, social y sanitaria o, simplemente, por tener alguna discapacidad.
La ciudadanía del siglo XXI necesita una reorganización democrática y participativa, donde las mujeres tengamos presencia, representación, opinión, expresión, así como una justa influencia social, política y económica, en igualdad real de condiciones, trato y oportunidades.
Es posible y necesario apostar por un pleno y equitativo reparto del mundo de los cuidados, por una efectiva corresponsabilidad en el ámbito familiar, por un mercado laboral en igualdad de condiciones, trato y oportunidades, por una coeducación que acompañe en el crecimiento y la autonomía plena.
Hay que seguir abrazando, un siglo después, todas y cada una de las reivindicaciones por la igualdad y la equidad que proponen la emancipación de los seres humanos. De igual forma que lo hicieran Clara Zetkin, Alejandra Kollontain, Olympe de Gouge, Mary Wollstonecraft, Rosa Luxemburgo... o cualquier sabia feminista de nuestros tiempos.
*Coordinadora de EUPV y candidata a la Presidencia de la Generalitat
Fuente: levante-emv.com
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