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jueves, 3 de febrero de 2011

Cómo el eco de la rebelión árabe puede llegar a otros países

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Por Rosendo Fraga*

Las rebeliones que tienen lugar en el mundo árabe confirman una vez más el valor del imponderable en la política, ya sea interna como externa.
Se trata de esas situaciones que suelen surgir en forma imprevista y que no resulta posible calcular tanto su posibilidad de ocurrencia como sus efectos y consecuencias, en el corto, mediano y largo plazo.


Tanto los informes de inteligencia como los análisis de mercado no consideraban probable lo que está sucediendo, que se ha potenciado por la hiperglobalización de la economía y las comunicaciones. Una rebelión extendida en los países árabes no sólo no estaba prevista, sino que tampoco era percibida como un factor que pudiera alterar la recuperación de la economía mundial.

Mientras las rebeliones se propagaban, tuvo lugar la reunión del Foro de Davos, el encuentro empresario más importante del mundo. No había ninguna exposición y estudio previsto para este tema en este encuentro. El eje del Foro era cómo el mundo emergente había desplazado al desarrollado en el liderazgo del crecimiento económico mundial. Pero la primera consecuencia de las rebeliones, aparte de generar incertidumbre sobre la marcha de la economía mundial en 2011, ha sido llevar el petróleo a más de 100 dólares y producir bajas en bolsas y bonos, a consecuencia los riesgos en el mundo emergente.

Quizás lo más importante que haya sucedido al respecto tuvo lugar en China, donde el último día de enero se prohibió difundir imágenes de la rebelión en Egipto. Con realismo, el gobierno chino percibió que ella podía tener efecto sobre sus mismos segmentos sociales que han protagonizado las protestas en el mundo árabe: los intelectuales y las clases medias que acceden a la web, su minoría fundamentalista islámica y los sectores más pobres -desesperados por el aumento en el precio de los alimentos-, que han superado su récord de 2008. Estos tres segmentos han sido claves en las protestas en el mundo árabe y también podrían movilizarse en China.

Quienes acceden a la Web son minoría tanto en la potencia asiática como en el mundo árabe, pero son ellos los que detonan las protestas, a las cuales se suman los pobres afectados por la inflación, y son los fundamentalistas islámicos quienes tratan de beneficiarse políticamente de las rebeliones, que pueden abrirles el paso al poder como sucediera en Irán en 1979. Si las protestas se extendieran a China, el supuesto más importante sobre el cual se basa el pronóstico de que el mundo crecerá entre 4 y 5% en 2011 se derrumbaría.

La cuestión es hasta dónde llegan las ondas de la rebelión que terminó derribando al gobierno tunecino, que llevaba 23 años en el poder, y que puede hacer lo mismo con el Egipto, que lleva ya 30. La primera onda de las rebeliones ha sido la decena de países árabes del Norte de África: la caída del gobierno tunecino y la posible caída del egipcio, más las protestas que con diversas intensidad han tenido lugar en Argelia y Marruecos.

Todos estos países están o estaban gobernados por gobiernos aliados de occidente en la lucha contra el terrorismo. La segunda onda es la que puede afectar a los países árabes de Medio Oriente, comenzando por Arabia Saudita, los países del Golfo Pérsico y Yemen -su Presidente con décadas en el poder anunció que no se presentará a la reelección-, también todos ellos aliados de occidente. Pero, por otro lado, pueden registrarse efectos sobre Irak, Siria -donde han sido convocadas protestas-, la Autoridad Palestina y Jordania, donde el Rey acaba de nombrar un nuevo gobierno.

Estos países tienen un rol clave en los conflictos de Medio Oriente. La tercera onda son los países árabes del África Negra: Sudán y Somalia, que enfrentan ambos situaciones muy difíciles: el primero por el genocidio y la secesión y el segundo por ser un estado fallido.

La cuarta onda serían los países musulmanes del Asia y en particular el primero en población de ellos, que es Indonesia, y el segundo, que es Pakistán. Este último el único país musulmán que posee la bomba atómica. Sin pertenecer al mundo árabe, los efectos que pudieran darse sobre Irán -tanto gobierno como oposición apoyan la revuelta egipcia- y Turquía son relevantes en términos estratégicos como en los económicos.

La quinta onda son los países del Asia Central, con fuerte presencia de la religión musulmana y de creciente importancia estratégica y energética: Kazajstán, Kirguistán, Turkmenistan, Tayikistán y Uzbekistán, ubicados entre China y Rusia.


Pero la sexta onda es la que tendría mayores consecuencias: el impacto de estas rebeliones sobre las minorías musulmanas de ambos y la India.

Occidente se debate entre asumir la caída de los gobiernos autoritarios del mundo árabe como la del Sha de Irán, que dio paso al fundamentalismo, o el dominó que democratizó Europa Oriental. Quienes dan prioridad a la problemática estratégica, como sucede en el Pentágono, ven con preocupación que se reproduzca el caso Irán 1979 y que las minorías fundamentalistas islámicas terminen tomando el poder como sucedió entonces. Quienes en cambio ven en estas revueltas la posibilidad de que EE.UU. en particular y Occidente en general recuperen su liderazgo mundial en términos de poder blando, ven la oportunidad de volver a impulsar la democratización en el mundo global, como lo quisieron hacer por la fuerza los neoconservadores de Bush.

Para EE.UU., como primera potencia mundial, la situación es muy delicada, dado que pueden desestabilizarse regiones muy sensibles del mundo. Para Europa, que tiene intereses más locales, la cuestión es que el epicentro de las protestas está sobre el Mediterráneo, es decir sobre su flanco sur. El problema para Washington es más relevante pero está lejos, en cambio para Europa es menos relevante estratégicamente, pero más importante socialmente, al estar más cerca y poder tener efectos en temas como la inmigración ilegal y el terrorismo. Pero estas rebeliones se producen con el trasfondo de un cambio estructural sin precedentes: diez años atrás, sólo 500 millones de personas tenían celular y ahora a lo tienen 5.000 millones, y accedían a Internet solamente 250 millones de personas, que en este momento ya son 2000 millones.

En diez años, quienes tienen telefonía móvil se han multiplicados por diez y los usuarios de Internet por ocho. Además, tiene celular 4 de cada 5 habitantes del mundo e Internet casi uno de cada 3. Este es un gran cambio, que de un u otra forma incide en la rebelión árabe que comienza globalizarse.

(*) El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

Fuente: lanacion.com.ar

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