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por Wenceslao Alberto García
El año nuevo me ha dado el impulso para poner en marcha mis pensamientos y mi lapicera, con la finalidad...
de expresar sobre el papel mi absoluto rechazo a este carnaval tragicómico que se ha dado en llamar, con nombre y apellido, Rally Dakar. ¿Por qué el lugar del corso es ahora la Argentina? Lo ignoro. Pero la cosa es real. Tan real que rutas y caminos de nuestro país se han transformado en el escenario de una de las muestras más cabales de esta pasión humana por la velocidad sobre ruedas. Seguramente, alguien que hubiera tenido la valentía de llegar hasta aquí en la lectura de estas líneas, podría decirme:
“Usted está exagerando. Y lo que es peor, está mintiendo. Esto que califica como ‘carnaval tragicómico’ significa más riqueza para el país; más conocimiento internacional; más progreso industrial y más exposición mundial de nuestros paisajes turísticos. En una palabra, más riqueza para nuestra economía. Su mentira consiste en afirmar que todo esto es malo. Cierre su boca y deje que el sagrado ruido de los fierros funcionando suene como lo que es: la melodía del progreso; la melodía del país avanzando a 150 kilómetros por hora hacia el lugar que le corresponde”
Un comentario de esa índole no me sorprendería. Pero daría pie a mi respuesta. Yo no estoy para nada seguro de sus afirmaciones. Creo que a todos nos haría muy bien tener más espacio para el silencio, más horas para escuchar con atención los mensajes de Mozart; Schubert; de Piazzola; de Jairo; de Gieco; de Mercedes Sosa. Más horas para leer a tantos buenos autores que, con sus palabras, son capaces de iluminar tantos rincones oscuros que encontramos en los caminos de la vida.
Que nadie quiera traducir mis palabras como una negación o desvalorización de una realidad moderna como es la constante evolución de las ciencias y técnicas automovilísticas que tanto ayudan al hombre. Estoy contra todo tipo de contaminaciones innecesarias y evitables. Y aquí hay contaminación ambiental, visual y sonora. Muchos paisajes vírgenes quedarán heridos o maltrechos por el paso de estos saqueadores del color, la paz y el silencio. Estoy en contra de este automovilismo mercantil que está a años luz de lo que hacían muchos años atrás, los románticos del Turismo de Carretera, los Gálvez, Lovalvo; Fangio… y muchos otros.
“Cambia, todo cambia…” dice la canción. Sí, es cierto. Pero esos cambios son siempre para bien o para mal. Y para completar la cosa, éste es importado y, a mi juicio, innecesario, salvo para algunos bolsillos.
Fuente: saladillodiario.com.ar
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