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Por Luis Majul
Cuando Cristina Fernández anunció que no iba a enviar a las fuerzas de seguridad para desalojar a los ocupantes...
del parque Indoamericano, en Villa Soldati, miles de personas humildes y necesitadas recibieron una señal inequívoca en todo el país: si tomamos un espacio público, el gobierno nacional nos protegerá y tarde o temprano conseguiremos una casa.
Se calcula que hay, en la Argentina, tres millones de personas con problemas de vivienda. ¿Cómo detener ahora la amenaza de decenas de miles que suponen que para obtener una nueva casa en la ciudad basta con ocupar un espacio público? ¿Cómo diferenciar, en medio de semejante movida, a los inocentes que esperan su regalo de Navidad de los pícaros, los vivos y los mercachifles que agitan las ocupaciones para obtener una tajada?
En los predios tomados hay de las dos clases. Están los oportunistas que denunció con valentía Margarita Barrientos, la indiscutida referente social de Los Piletones. Ella aseguró que muchos de ellos hasta el martes no sólo tenían donde vivir, sino que eran propietarios de hogares pobres, pero dignos. También denunció que a Estelita, una chica que trabajaba con ella, le ofrecieron 700 pesos para que fuera con los hermanos y la madre a la "aventura" del Indoamericano. Por su parte, el subsecretario de Salud del gobierno de la ciudad me explicó con claridad que decenas de personas que ahora permanecen en el parque interrumpieron tratamientos de salud que se venían haciendo en hospitales públicos de los barrios donde hasta entonces vivían. Citó el caso de una adolescente con focos de epilepsia, otra joven celíaca y una tercera mujer embarazada que tomaba antibióticos para atacar una infección. "No quiero hacer política con esto. Sólo digo que sin dudas muchos vienen de hogares menos precarios que el parque que eligieron para vivir durante los próximos días", dijo.
Pero Marcelo Barbarsi, quien se mudó desde la pieza que alquilaba en la villa 21 hasta el predio de Barracas, me explicó, con impecable sentido común: "Tengo una mujer, tres hijos chiquitos y pago 350 pesos por una piecita húmeda y oscura donde vivimos todos juntos. ¿Qué puede ser peor que eso? Esperar en una carpa hasta que nos den la posibilidad de tener nuestra propia casita, a mí me parece mejor".
El miedo a las ocupaciones intempestivas recorre el país y amenaza con extenderse a otras provincias. Desde luego, que ocupen un baldío o una fábrica abandonada en la provincia de Buenos Aires es sólo cuestión de tiempo. El gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, abrió el paraguas porque los habitantes de las villas miseria que rodean la ciudad de Rosario se sienten con el mismo derecho de reclamar viviendas que los vecinos de Ciudad Oculta o La Matanza.
Hay, en síntesis, falta de respuesta política del gobierno de la ciudad; ausencia del Estado nacional en el medio de la sangrienta guerra de pobres contra pobres, y una carencia de las fuerzas de seguridad en general y de la Policía Federal en particular.
Pero, además, de la caja de Pandora de los ocupantes que esperan respuesta se abrió otra que muestra la pobreza real, muy distinta a la que presentan las estadísticas oficiales. A pesar de que la Argentina viene creciendo a un ritmo de más del 8% desde 2003, la pobreza estructural no se detuvo, el trabajo en negro apenas disminuyó, la calidad de la educación bajó a niveles de vergüenza y la inseguridad es la mayor preocupación de todos los argentinos.
Es decir: si algún funcionario del gobierno nacional supuso que la bomba de los ocupantes en la ciudad estallaría en la cara de Mauricio Macri, hoy se debe estar agarrando la cabeza, porque el efecto contagio amenaza con extenderse a todo el país. Y si el mismo funcionario pensó que esto afectaría especialmente al jefe de gobierno porteño, debería escuchar a los encuestadores imparciales. Ellos sostienen que hay una buena cantidad de argentinos que responsabilizan al gobierno nacional por el actual estado de las cosas.
Una vez más hay que explicar que no hacer nada cuando un individuo dispara contra otro no es progresista, sino suicida. Sucedió con Mariano Ferreyra en Barracas. La Policía Federal liberó la zona y favoreció así la cacería humana que terminó con el asesinato del militante del Partido Obrero. Lo mismo pasó en Soldati: la única duda es si las balas que mataron a los tres ocupantes fueron disparadas por miembros de la Policía Federal o por particulares; las cámaras de televisión sorprendieron a un integrante de la barra brava de Huracán tirando al bulto.
El propio Luis D'Elía, a quien nadie puede acusar de ser alguien que alienta la represión, considera que fue una locura no enviar a las fuerzas de seguridad a Soldati para evitar los heridos y los muertos entre el martes y el sábado pasado. El control pacífico del espacio público no es de izquierda ni de derecha. Ni Evo Morales, ni Hugo Chávez, ni Raúl Castro hubieran permitido la ocupación de un terreno público ni habrían ordenado retirar a sus fuerzas de seguridad en el medio de una contienda de pobres contra pobres.
Pero lo peor se conoció en las últimas horas. Es la nueva teoría conspirativa oficial en la que se responsabiliza, una vez más, al ex presidente Eduardo Duhalde por toda la situación.
Con esta disparatada lectura de la realidad, la Presidenta abandona de manera definitiva su rol de viuda conmovida por el dolor y regresa con fuerza al estilo paranoico y confrontativo que caracterizó al ex presidente Néstor Kirchner en los últimos años de su vida. Ella acaba de anunciar que están intentando darle un golpe para que no termine su gobierno. Como se ve, él, a pesar de todo, sigue omnipresente e influye en las grandes decisiones de la Jefa de Estado.
Fuente: lanacion.com.ar
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