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lunes, 13 de diciembre de 2010

La vida social como un 'reloj de arena'

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JOSÉ IGNACIO CALLEJA SAENZ DE NAVARRETE - EXPERTO EN MORAL SOCIAL CRISTIANA
 
Llevo tiempo leyendo todo lo que puedo de economía. Por respeto a los profesionales de esa ciencia y actividad, diré que se trata de textos de 'alta divulgación' y 'macroeconomía'.
Por tanto, no sabría dirigir una empresa ni grande ni pequeña, ni elaborar un estudio concreto sobre el más cotidiano problema económico. Digo esto porque todos debemos acercarnos a los saberes y prácticas de otros profesionales con mucho respeto. Se trata de comprenderlos desde las exigencias internas de ese 'mundo', la 'economía', y evitar sustituirlas con arbitrariedades y simplezas. Mi experiencia del ámbito en que trabajo, la 'ética social (cristiana)', me lo indica. Mientras en la Universidad todos los profesores reclamamos la 'interdisciplinariedad' del conocimiento humano, la vida social y política discurre entre decisiones que se reclaman 'incuestionables' en la lógica de cada profesión. Y no es que sólo la economía se haya desgajado de los demás saberes humanos y haya que reclamarle en exclusiva su vuelta al redil común. No es esto. De hecho la 'política' hace tiempo que escapó al limbo de su aislamiento interesado.


Me desvío un momento, porque merece la pena. La política profesional ha tomado un camino tan cuartelero de obediencia al partido que apenas si merece la pena escucharle un argumento sobre los problemas sociales. La situación es terrible. No hay un debate entre políticos que te pueda sorprender con nada que no esté en el guión de unos intereses electorales. Y quizá más profundamente, es tal el vértigo de la política a reconocer que su 'megadesarrollo' es insostenible en varios sentidos, que huye despavorida hacia delante esperando que alguna salida de la crisis económica la libre del examen final. La política profesional, a mi juicio, y con toda su necesidad democrática, se ha convertido en una parte fundamental del problema del Estado de bienestar. Primero lo ha sido desde el 'elitismo' en el acceso real al poder, lo que hace de la democracia participativa un túnel para iniciados y fieles; y después lo está siendo desde la desazón por buscar soluciones económicas a la crisis que afecten lo menos posible a la clase y organización 'política'. Pero, ¿por qué?

Esta larga digresión sobre la 'política profesional' no está en absoluto fuera de lugar al pensar en la 'economía' desde la ética social. Los economistas piensan, o lo parece casi siempre, que la 'moral' es una cuestión que afecta a la vida privada, y que para la vida social importa la ley común. Todo lo demás es idealismo puro y ejercicio de buenismo. Ahora se ha puesto de moda llamar a la 'ética social' «pensamiento políticamente correcto», expresión que odio donde las haya, pues se ha convertido en el recurso dialéctico del 'realismo' intelectual más perezoso y crudo. Y a menudo, no sólo crudo, sino 'cruel' con tantos y tantos. La otra respuesta inaceptable, ya no desde los profesionales de la economía, sino de sus 'fieles' seguidores, es la interpelación que padece la ética social bajo esta idea: bien, eso de los valores humanos está bien, pero ¿cómo se hace? ¿Usted cómo lo haría?

La 'ética social', la conciencia ética de una sociedad para mirarse al espejo con respeto y exigir ser respetada, no admite esa pregunta, sino esta otra: ¿tiene usted voluntad de buscar y compartir alguna política económica que combine eficacia y justicia de otro modo más justo en 'sacrificios y resultados'? ¡No sólo en resultados, también en 'sacrificios' sociales! Si la respuesta es 'no', porque no existe de ningún modo, la cuestión es clara: usted tiene una ideología económica, no un pensamiento social. Y si la respuesta es 'no', porque no quiero, vale, tiene usted una posición social que respeto pero que es muy injusta, y me opondré a ella con todas mis fuerzas. Y si la repuesta es 'quizá' sí, pero difícil, de acuerdo, busquemos juntos y lleguemos a pactos en esfuerzos y sacrificios con los más posibles. Nunca será con todos, sino 'con los más posibles'. Esto es lo que la política podría y debería ofrecer a su sociedad. Y es la respuesta que la 'economía' como ciencia social se resiste a demandar de la política profesional. Ambos grupos humanos, con sus diferencias internas, se pelean en cuanto a los detalles, pero concuerdan en un gran 'silencio' sobre las condiciones de posibilidad de una estrategia más justa y proporcional en los sacrificios ante la crisis.

La 'ética social' no examina a nadie de moralidad; es de todos y nadie la posee contra los demás; pero porque es de todos es también irrenunciable, y su desaparición del escenario político y económico sólo puede significar esto: alguien, ¡muchos!, quiere proteger su posición de 'poder' en una crisis que primero provocaron y luego administraron. Y, sin duda, aspiran a cerrarla en beneficio propio. Y lo van a hacer. Creo que 'la política profesional democrática', ante la crisis económica y del Estado social, evita ponerse a la cabeza de las reformas y de la austeridad; la 'economía' teórica no quiere parecer moralista, y se calla; y la 'economía' financiera sabe que la política le está subordinada.

¿Falta alguien? Sí, los 'media' más influyentes; ellos tienen el mismo problema en sus 'dependencias' económicas; no quieren arriesgarse a decir lo que ha pasado y las salidas pretendidas. No pocos eligen, con apariencia de valor personal, la causa del fuerte. En fin, esto es como un reloj de arena; cada vez tememos más la caída del que abajo nos sostiene que al que arriba nos 'oprime'.
 
Fuente: elcorreo.com

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