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Por Ángel B. Gómez Puerto
La clase política patria y autonómica suele hablar de valores democráticos fundamentalmente con motivo del Día de la Constitución, que en pocas semanas celebraremos de nuevo.
En esas fechas de pre-navideñas se recuerda los hechos de transición democrática, se abren las puertas del Congreso a la ciudadanía, los medios dedican monográficos a la Constitución y a sus redactores (“los padres de la Constitución” se les llama de manera reiterativa), etcétera.
Pero durante el resto del año se habla poco del estado de nuestra democracia, del papel cotidiano que la ciudadanía desempeña en el ejercicio de nuestro poder democrático originario, la base de la democracia, de nuestra opinión permanente sobre lo que nuestros representantes están decidiendo entre convocatoria y convocatoria electoral. Se habla menos aún sobre la democracia directa, la radical democracia, sobre nuestra participación directa en la decisión y gestión de los asuntos públicos, sobre la cada vez más escasa participación en las consultas electorales, sobre nuestro hartazgo y hastío, que se pone de manifiesto en todos los estudios sociológicos que se publican, que señalan a los políticos (no a la política, como me señalaba acertadamente un alumno de Derecho hace unos días en clase) como uno de los problemas para la ciudadanía.
En lo referente a la calidad de la democracia, una cuestión central es la mayor o menor variedad parlamentaria. El actual marco legal electoral de nuestro país (la “famosa” Ley D’Hondt) determina una situación de bipartidismo con escasas anomalías fuera de ese esquema político tan restringido. Por otro lado, constatamos que en regiones menos prósperas económicamente como Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha es aún menos variada la representación parlamentaria y la participación ciudadana en asuntos públicos. Sin embargo, en comunidades autónomas más desarrolladas económica y socialmente, como Catalunya (seis partidos en el Parlament actual) o Euskadi (siete fuerzas políticas con escaño en el Parlamento vasco), su fortaleza democrática es mayor, con más variedad e intensidad democrática.
En Andalucía, con tan sólo tres fuerzas políticas en el Parlamento Andaluz (y tan sólo hay diputados nacionales de los dos partidos mayoritarios), están surgiendo experiencias de interés, nuevos espacios para la participación política y social, como es el caso de Paralelo 36 Andalucía, con un incremento espectacular de visitas a nuestra web en los últimos meses. También existen experiencias a nivel local muy interesantes, de marcado carácter andaluz y con una vocación fuerte para propiciar la participación ciudadana directa, de apuesta por la democracia directa, como el que se está desarrollando en la localidad malagueña de Villanueva de la Concepción, gobernada por Foro Andaluz Ciudadanos por Andalucía.
Son destacables otras incipientes experiencias como “Electores de Alhaurín de la Torre”, que se presenta como un espacio local de democracia participativa, transparencia y ecologista (se presentará por primera vez a las próximas elecciones municipales), así como “Convocatoria por Loja”, que se creó como grupo municipal en 1998, que apuesta también por estos nuevos espacios de participación política y la creación de redes de cooperación, que ya se ha presentado en las tres últimas elecciones (en 2007 obtuvieron el 11% de los votos y 2 concejales). También se pueden referenciar como experiencias de mucho interés “Compromiso Verde por Málaga”, en la capital de la Costa del Sol, que se presentará por primera vez en las elecciones local de 2011, al que se están adhiriendo numerosos colectivos de la Ciudad de Málaga. Existen también gérmenes de nuevos grupos políticos alternativos en Bollullos, Cartaya, o Chiclana.
Quizá estas nuevas vías sean las apuestas de futuro de interés. Desde el punto de vista político y parlamentario, sería de interés la aparición de una cuarta fuerza política, que ponga el acento andaluz, de progreso y ecologista en la propuesta parlamentaria, pero esto dependerá de que la propia sociedad civil andaluza lo promueva y la ciudadanía lo apoye.
A casi 32 años de la aprobación de nuestra actual Constitución, y casi 30 de nuestro primer Estatuto de Autonomía, y con una escasa participación en la aprobación del actual de 2007, no es muy positivo el balance que podemos realizar en términos de calidad y participación democrática. Transcurridos los primeros años de democracia en los que la participación popular a través de los partidos y sindicatos sí que fue intensa, hemos pasado en la última década a un descenso de los niveles de la calidad de nuestra democracia: se participa menos, en menos asuntos y con menor compromiso e implicación.
Pero, esta menor implicación en la vida política en España y en Andalucía no nos deber llevar a la atonía democrática. Todo lo contrario, debemos activar los contenidos del artículo 23 (derecho a la participación política) de la Constitución y los del artículo 30 (derecho a participar en los asuntos públicos) de nuestro Estatuto de Autonomía de Andalucía, que consagran al más alto nivel jurídico el derecho a la participación política de la ciudadanía. Tenemos que ser los ciudadanos los que tenemos la responsabilidad de impulsar la democracia, de poner en valor y recordar los contenidos y objetivos de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho. Pero no esperemos a las próximas elecciones, ejerzamos cada día nuestra responsabilidad individual a favor de la democracia radical, del poder ciudadano.
Quizá sería la hora empezar a proponer medidas para reforzar la calidad de nuestra democracia, para hacerla más real y efectiva, con el objetivo de caminar hacia una mayor calidad democrática, como pueden ser la implantación de un sistema de listas abiertas en todas las convocatorias electorales para que los aparatos de los partidos no nos impongan a nuestros futuros representantes, la generalización de las consultas en referéndum sobre temas importantes, o la limitación a dos de los mandatos políticos representativos con el objetivo de la regeneración democrática de los actores de la vida pública.
Como venimos exponiendo, es clave en todo este movimiento democrático el incremento del peso político de los Ayuntamientos, la apuesta por la democracia local, como entidad democrática base, más cercana al ciudadano, y por tanto más susceptible de control y de implementación de cauces para el ejercicio directo de la democracia. En este marco local son más factibles experiencias de empoderamiento ciudadano (algunas de Andalucía las hemos indicado), en la toma de decisiones políticas, y por tanto, de mayor implicación del pueblo en el desarrollo y efectividad de las mismas.
Fuente: paralelo36andalucia.com
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