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domingo, 3 de octubre de 2010

Llegó de su aldea guaraní para estudiar Medicina en Morón

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Por Leila Mesyngier

Cuando llegó por primera vez a Buenos Aires en marzo de este año, Patricia Frutos debió enfrentarse a un mundo totalmente desconocido.
En su aldea natal, Fortín Mbororé, ubicada a 7 kilómetros de Puerto Iguazú, Misiones, la joven de 20 años no había tomado nunca un tren, ni caminado por una avenida o subido a un ascensor. Las primeras semanas fueron duras: lloraba y extrañaba a sus padres, a sus cinco hermanos menores, al murmullo de su casa. Pero su deseo de estudiar medicina y convertirse, algún día, en pediatra o neonatóloga, resultó más fuerte.


“Había hecho la secundaria en Posadas, así que de a poquito me fui acostumbrando.

La verdad es que no quiero estar allá porque no hay nada para hacer, no hay un futuro seguro para nadie”, cuenta Patricia con su sonrisa tímida y sus ojos negros.

Desde chica supo que quería ser médica pero la posibilidad surgió recién en el verano, cuando recibió la noticia de que la Universidad de Morón (UM) le otorgaba una beca completa para cursar la carrera.

“Pensé mucho en venir o no. Pero mi mamá se ofreció a acompañarme así que nos vinimos. Estuvo conmigo un día, conoció la universidad y se volvió. Los primeros meses me costó un montón estudiar e integrarme con mis compañeros. Ahora estoy mejor”, asegura.

Fueron su padrino Silvino Moreira, el cacique de la aldea, y Carlos Pedrini, vicedecano de la Facultad de Derecho de UM, los que la ayudaron a transitar este camino. De visita por las Cataratas, Pedrini conoció Mbororé. “Me quedé muy enganchado, pensando cómo podía colaborar. En seguida noté que no tienen secundaria y hay 270 jóvenes en edad de estudios medios que no siempre pueden salir porque no manejan el castellano”, asegura Pedrini que, a fuerza de voluntad y lucha, logró desarrollar un convenio entre el cacique y el Colegio Nuevo Sol de Morón.

Pedrini recibió a Patricia en su casa, le enseñó a moverse y la ayuda con su estudio. Desde julio, la joven vive en una pensión junto a unas compañeras brasileñas. Con ellas comenzó a conocer la ciudad, visitó Palermo y el zoológico. Además de los guisos y sopas de su mamá, extraña el calor de su tierra. “Me gustaría volver a trabajar a mi provincia para ayudar a la gente que lo necesita y está olvidada”, sueña Patricia pensando en el futuro.
Fuente: clarin.com

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