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Por Ricardo Roa
Hay cuatro millones de jubilados que cobran el haber mínimo de $ 1.046. Representan...
nada menos que el 73% del total. Y todos ellos están por debajo de la línea de la pobreza. Si semejante cantidad de gente sobrevive gracias a la ayuda de sus familiares o, de lo contrario, pasa penurias serias, es obvio que estamos ante un problema grave.
Siempre fue misión básica de los gobiernos y de la política misma fijar las prioridades esenciales. Puede haber, como hay, un gran debate sobre si es sustentable el 82% móvil que anoche aprobó el Senado con el desempate de Cobos. Pero el oficialismo erra el eje de punta a punta cuando se planta en que no hay plata para financiarlo: en realidad, lo primero que debiera hacer es admitir tamaña injusticia y ver la forma de resolverla.
La ANSeS hoy financia de todo: la Asignación Universal por Hijo, obligaciones fiscales del Estado, computadoras que el Gobierno regala en actos electorales. De su caja salen también fondos para planes de reconversión industrial y créditos para las pymes. Y mucho más ¿Desde cuándo ésa es la función del sistema previsional?
Es comprensible la bronca de los jubilados cuando ven estas cosas. O cuando los funcionarios se pavonean con el superávit de la ANSeS: $ 21.500 millones el año próximo, según calcula el Presupuesto. Aunque puede ser mayor.
Si la prioridad son los jubilados, plata no es lo que falta: hasta septiembre el Gobierno gastó $ 32.500 millones en subsidios poco transparentes. Que, de hecho, benefician más a los sectores de ingresos medios y altos. Y que pueden superar los 40 mil millones al cabo del año.
Parece una broma repetir cuánto aumentaron los haberes mínimos en la era K si siete de cada diez jubilados cobran apenas $ 1.046 al mes.
Fuente: clarin.com
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