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Jaime Barrios Carrillo
Un sistema democrático es un mecanismo social de toma de decisiones; no obstante, funciona siempre que haya una cultura democrática.
En su más reciente columna en La Hora, Eduardo Villatoro toca desde una perspectiva crítica y enjundiosa algunos rasgos de los partidos políticos en Guatemala.
Nos guste o no, los partidos son canales de la democracia representativa entre el Estado y los ciudadanos. Pero, y siguiendo el razonamiento de Villatoro, qué sucede cuando tanto el debate como la democracia interna de los partidos tienen tantas debilidades que resultan inexistentes. Se vuelven entonces instrumentos de intereses particulares o personales y no constituyen expresiones ciudadanas.
Un sistema democrático es un mecanismo social de toma de decisiones. Lo anterior es positivo, mas funciona siempre y cuando haya una cultura democrática. Lamentablemente es lo que nos falta.
Hay que precisar que además de la democracia representativa existe otra dimensión: la de los procesos democráticos de participación, comúmente llamados democracia participativa. Y la participación al interior de los partidos debe ser parte de esta dimensión.
La democracia participativa corresponde a una dinámica no sólo de mecánica electoral, sino se trata del involucramiento real de amplios sectores ciudadanos en los partidos o en la sociedad civil. La sociedad civil en este caso forma parte esencial de la democracia. Aunque, y viendo nuestra realidad, tampoco la sociedad civil guatemalteca es suficientemente democrática; ahí faltan también cultura y estructuras democráticas.
Los partidos políticos, en todo caso, deben ser algo más que canales hacia el poder. En Guatemala se activan solamente para las elecciones. Recordamos ahora los esfuerzos de aquel gran líder que fue Manuel Colom Argueta para construir un partido que tuviera una organización democrática e ideología definida.
Nunca faltaron en su partido, FUR (Frente Unido de la Revolución), ni el debate ni las estructuras democráticas. Meme, recordemos, fue vilmente asesinado por los enemigos de la democracia, apenas una semana después de haber inscrito aquel histórico partido FUR, el que a su vez fue prácticamente destruido por la represión canallesca y criminal que privó entre 1980-85.
Los partidos actuales no han logrado desarrollar lo que Colom Argueta quiso con su partido, porque dentro del modelo actual la representación suele corromperse y los representantes (o clase política) se representan frecuentemente a sí mismos. El liderazgo está basado en la verticalidad (las decisiones llamadas “a dedo”) o por la fuerza del dinero que aportan los verdaderos “dueños” de los partidos o sea los financistas, los cuales suelen cobrar las “facturas” políticas por adelantado, colocando a “su gente” o a ellos mismos en los puestos de elección.
Urge desarrollar nuestra democracia. Una democracia que no se desarrolla, muere, se pudre, se convierte en un ritual y en una fachada. Democracia es “el poder del pueblo”. Pero en Guatemala la clase política ha buscado sólo el cratos y le ha importado un pepino el demos.
Fuente: sigloxxi.com
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