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jueves, 30 de septiembre de 2010

Argentina: Poca respuesta contra la pobreza

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Por Agustín Salvia, SOCIOLOGO. CONICET / UBA-UCA OBSERVATORIO DE LA DEUDA SOCIAL - UCA

La reactivación del consumo y la asistencia social no son medidas suficientes para revertir la marginalidad estructural.
El crecimiento no asegura la integración si no va acompañado de políticas vigorosas para el empleo decente y la vivienda.
La actual recuperación económica y la entrada en vigencia de la asignación universal por hijo permiten vislumbrar mejoras en los presupuestos familiares de todos los sectores sociales, aunque no tan destacadas como las que se generaron después de la salida de la convertibilidad. Esto debido fundamentalmente a que la reactivación, la asistencia social y el consumo de las clases medias no son medidas suficientes como para revertir la marginalidad estructural ni el nada sutil malestar instalado en la sociedad .

De acuerdo con los resultados de la encuesta que presenta el último informe de Barómetro de la Deuda Social Argentina (2009) de la Universidad Católica Argentina, se confirman en primer lugar las mejoras ocurridas durante el período 2004-2007 en lo referente al bienestar general de la población residente en grandes centros urbanos.
Sin embargo, también se hace evidente una retracción de dichos indicadores y un aumento en la brecha de desigualdad entre 2007 y 2009 . En este contexto, el escenario actual deja entrever problemas estructurales de no fácil resolución a través del simple crecimiento .
Por un parte, todavía el 12% de los hogares urbanos (al menos una de cada 10 familias y casi 2 de cada 10 habitantes) residen en una vivienda en situación irregular (vivienda en villa o asentamiento, ocupación de hecho de casas o edificios, conventillo pensión). Si bien el hecho resulta explicable en el contexto de falta de un plan de construcción de viviendas sociales para los sectores más pobres , no deja de ser paradójico que incluso durante la fase de crecimiento aumentara el número de familias viviendo en situación irregular. En este marco, el déficit absoluto de viviendas en los grandes centros urbanos alcanza a casi el 15% de los hogares . En igual sentido, a pesar de las mejoras observadas durante estos años, el 36% de los hogares todavía no tiene acceso a cloacas, el 27% habita en terrenos inundables y el 20% depende del gas envasado.
En cuanto a la dimensión laboral, sólo el 40% de los trabajadores -asalariados o no asalariados- accede a un empleo pleno de derechos sociales (“empleo decente” para la OIT). En el otro extremo del mercado laboral, el 20% de la fuerza de trabajo se encuentra desempleada o sólo accede a trabajos de subsistencia; y el 40% restante, si bien cuenta con un trabajo relativamente estable, carece de seguridad social. Si bien es cierto que la recuperación del empleo fue muy marcada , el actual modelo de crecimiento no pudo superar el techo del 45% de trabajadores con empleo decente . Por otra parte, si bien la crisis 2008-2009 generó un aumento del desempleo y caída de los empleos plenos, la retracción del consumo que afectó a los sectores medios, sumada a la inflación, produjo una mayor precarización del empleo informal.
En este contexto, el estudio también da cuenta de cómo la crisis hizo recrudecer -sobre todo entre los sectores más pobres- los miedos a perder el empleo , el síndrome de depresión, la imposibilidad de tener un proyecto más allá del día a día y la sensación de estar a merced de fuerzas externas. Todo ello tiende a confirmar que el actual crecimiento habrá de potenciar en el mejor de los casos los recursos de agencia y las capacidades subjetivas de los sectores socioeconómicos medios bajos, medios y medios altos. A la vez que son pocos los cambios que cabe esperar para quienes el modelo apenas gotea ingresos asistenciales .
Nada habrá de cambiar cualitativamente si no se logra un “derrame” de buenos empleos, de viviendas dignas, de educación “para ricos” y de salud aún mejor capaz de atender las enfermedades que genera la pobreza de larga data.
Por último, cabe señalar que el estudio de la Deuda Social también muestra resultados relevantes sobre el clima político . La confianza ciudadana en el Gobierno nacional, después de un crecimiento entre 2004 y 2007, descendió visiblemente en el año 2008, y llegó sólo a un 18% de valoración positiva en 2009. Por otra parte, las instituciones de representación de intereses como los sindicatos, los partidos y los movimientos “piqueteros” continúan siendo los actores que cuentan con más baja credibilidad social (11%, 7% y 4%, respectivamente). En sentido contrario, siguen siendo los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales las depositarias de mayor reconocimiento por parte de la población (40% y 60%, respectivamente).
Nunca mejor que una etapa de prosperidad para recordar que en países subdesarrollados como el nuestro, el modelo dual de crecimiento enfrenta barreras estructurales para superar por sí sólo tanto la exclusión económica como la falta de integración social.
Poder superar estas barreras implica llevar adelante políticas de desarrollo de mediano y largo plazo, en un marco de amplio consenso social, pero también a través de actores políticos dotadas de una mayor legitimidad por parte de la ciudadanía.
Fuente: clarin.com

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