por Rosanna González Pena
Bernardo Kliksberg es un especialista en economía social, y ha escrito mucho sobre los mitos y las excusas que se utilizan para no atacar de lleno el tema de la pobreza, que mata a miles de personas a diario en todo el mundo, muchos de ellos niños, que fallecen por causas que se pueden prevenir con poco dinero.
Por supuesto que hay diferentes grados de pobreza. No es lo mismo un pobre europeo que uno centroamericano, porque las redes sociales que lo pueden contener son totalmente diferentes; pero en los últimos años los problemas económicos golpean las puertas de quienes hasta hace poco ni siquiera soñaban con tener este tipo de preocupaciones.
El corriente 2010 es el “Año Europeo contra la Pobreza y la Exclusión Social”, ya que aunque nos parezca mentira, uno de cada cinco niños de la Unión Europea vive en situación de pobreza, según datos de la oficina de estadística comunitaria Eurostat. Claro que debemos tener en cuenta las diferencias de medición de pobreza con Asia, África o Latinoamérica.
La Unión Europea considera que todo aquel que vive por debajo del 60% de la media de ingresos de su país, vive en situación de pobreza. Por lo tanto han decretado que en veinte de los veintisiete estados miembro existe el problema, y los índices más altos de pobreza se encuentran en Rumania (33%), Bulgaria (26%), y en Italia y Letonia (25%); seguidos de España, Italia y Grecia (20% cada uno), mientras que el nivel de pobreza más bajo se registró en Dinamarca (9%).
Si tomamos en cuenta la población europea en general, la tasa de pobreza media, según datos de Eurosat, sería del 17%. Un sector poblacional que tiende a sufrirla son los ancianos, con una tasa del 19% en el conjunto de la UE. Los pobres mayores de 65 años representan hasta un 51% en Letonia, un 49% en Chipre y un 39% en Estonia. Los ancianos con menos riesgo de exclusión social son los húngaros (4%), los luxemburgueses (5%) y los checos (7%). Seguramente sus jubilaciones deben de estar cerca del 82% móvil.
La situación económica europea se sigue degradando a medida que se extiende la onda expansiva de la crisis. La cuestión social vuelve a colocarse en el corazón de los debates y el enojo popular se manifiesta contra los últimos planes de austeridad implementados en Grecia, Portugal, España e Irlanda.
Específicamente en España, país que nos toca de cerca por nuestros ancestros y por la gran cantidad de argentinos que lo eligieron como opción cuando emigraron durante la crisis del 2001, el 20% de la población, unos diez millones de personas, ha caído ya en la pobreza. Hay casos particularmente indignantes, como el de los hijos de inmigrantes no comunitarios: más de la mitad de ellos viven en la indigencia. Hay además en toda la Unión Europea cerca de medio millón de personas sin hogar; centenares de ellas, cada invierno, mueren en la calles.
Los grupos más pobres son los campesinos explotados por las grandes empresas, los jubilados, las mujeres solas con hijos, los jóvenes con empleos basura, las parejas con hijos que viven con un solo sueldo, y obviamente la gran cantidad de trabajadores que la crisis acaba de dejar sin empleo. Jamás hubo en la UE tantos desempleados: 23 millones. Lo peor es que la violencia del desempleo golpea sobre todo a los menores de 25 años. Entre los más jóvenes, España muestra la tasa más alta de Europa: 44,5%, cuando la media europea en esa franja de edad es de 20%.
En Europa se ha extendido lo que en Argentina sufrimos hace ya casi dos décadas; lo que el sociólogo francés Robert Castel llama el “precariado”. Aunque trabaje desde hace años en la misma oficina o la misma fábrica, cumpliendo horarios fijos, su jefe es un simple cliente al que factura un servicio y quien puede, de la noche a la mañana, sin ninguna indemnización, romper el contrato. En nuestro país, recién ahora, si un monotributista puede demostrar que le ha facturado sólo a una persona o empresa, ante un juicio laboral puede probar el vínculo y ganarlo como si hubiese figurado como empleado. Pronto en Europa, las leyes deberán cambiar para evitar este tipo explotación.
Del otro lado del Atlántico, el censo realizado en el mes de junio dejó en evidencia la dificultad social que hoy vive Estados Unidos, con un desempleo que llegó a uno de sus niveles más altos gracias al despido de los trabajadores temporales. Las cifras de empleo, que no bajaban desde hacía seis meses, mostraron una caída.
Los efectos de la recesión son claros: casi 8 millones de trabajos son los que necesita Estados Unidos para resarcir los problemas que comenzaron en diciembre del 2009 cuando entraron en recesión, situación que hace necesarios 100.000 nuevos empleos mensuales para ir a la par del crecimiento poblacional y de la estabilización económica norteamericana. La respuesta económica todavía no llega a cubrir esa cifra.
Hay estados que están en peor situación que otros. En California, decenas de miles pierden su trabajo cada mes porque existen negocios e industrias que se mudan del estado. Por la crisis en la construcción, la manufactura y la alta tecnología, hay 2.5000.000 de desempleados sólo en tierras californianas.
Bajando por el mapa del continente, las cosas están lejos de mejorar. En un informe reciente de los técnicos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) titulado “Pobreza infantil en América Latina y el Caribe: un desafío prioritario”, se muestra una de las más duras caras de la realidad social de la región: los niños pobres. Los resultados son realmente dramáticos: uno de cada cinco niños de América Latina está en situación de pobreza infantil extrema -aquella que los priva de una alimentación básica-, lo que afecta a más de 32 millones de niños, mientras que la pobreza infantil total alcanza a 81 millones.
El estudio intenta cuantificar la pobreza infantil sin reducirla a un determinado nivel de ingreso familiar, sino considerando la posibilidad de acceder a una serie de parámetros que hacen a la calidad de vida. Bajo la denominación de “privaciones múltiples” se consideran las posibilidades que tienen los niños de alcanzar un mínimo nutricional, acceder a agua potable, ir a la escuela, vivir en una casa de material con espacio suficiente y sistema cloacal, con electricidad, teléfono, radio y/o televisión.
Agrupando los 19 países que toma en consideración el informe de acuerdo con niveles de pobreza infantil, se encuentra un primer grupo donde el porcentaje de niños pobres está entre el 20 y el 30% que agrupa a Costa Rica, Chile, Uruguay y Argentina. Les sigue un grupo con porcentajes que van del 31 al 40% aproximadamente, donde están incluidos Venezuela, Colombia, Brasil y México. Y ya con niveles de casi el 50% hasta cerca del 87% como el caso de El Salvador, se encuentra el resto de los países centroamericanos junto a Ecuador, Paraguay, Perú y Bolivia.
Sabemos que el mercado por sí mismo es incapaz de reducir la pobreza estructural y muchas veces juega en contra. Es obligación de los gobiernos de todo el mundo, que este problema deje de serlo. La pobreza es inmoral, porque tiene solución.
Mitos y verdades
El crecimiento económico reduce la miseria: ojalá, dice Bernardo Kliksberg. La realidad ha demostrado ser mucho más compleja. El crecimiento económico es condición imprescindible, pero no suficiente. Hay muchos obstáculos en el camino a la hora de transformarlo en mejoras importantes en la existencia humana. El crecimiento viaja de forma macro y la vida de la gente transcurre en lo micro.
Los pobres son responsables de su situación: un mito. Lo llama “la gran coartada”. Para justificar la pobreza, nada mejor que echarle la culpa a las víctimas. El argumento es que los pobres carecen de ambiciones, no se esfuerzan, no estudian, actúan de forma irracional. La pobreza sería un tema de responsabilidad individual. Sería entonces una decisión personal integrarse en el bando de los exitosos o quedarse estancando. La realidad derrumba a diario ese mito.
La ayuda humanitaria no soluciona nada: otro mito. Se opone “asistencialismo” a “ayudar” y a “dar trabajo”. Se descalifican y se debilitan las políticas sociales. En realidad, se trata de un falso dilema. La extensión y la profundidad de la pobreza requieren respuestas inmediatas. La miseria mata a diario a mujeres y a niños.
La pobreza no es sólo cuestión de dinero: verdad, es mucho más. Cuando a los pobres se les pregunta en las encuestas qué es lo que más les duele de su situación, la respuesta suele sorprender. Se quejan de las carencias, de la falta de ingresos y de que sus hijos no pueden terminar la escuela primaria, pero lo que en verdad les genera más dolor es “la mirada de desprecio”. Sienten que amplios sectores de la población les observan como a una especie inferior.
Siempre ha habido y habrá pobres: coartadas, afirma Kliksberg. Muchas élites adjudican a la pobreza una suerte de maldición ancestral. Las cifras difieren y son obstinadas. En Argentina, la pobreza era inferior al 10% a principios de los ‘60 y alcanzó el 58% a finales de 2002. En Noruega, líder mundial en desarrollo humano, hay cero pobreza.
Los pobres son culpables del cambio climático: otro mito. El aumento de las temperaturas y de las lluvias genera un ambiente propicio para la transmisión de enfermedades infecciosas. Aumentan las inundaciones y se expanden enfermedades como el dengue, la malaria, el cólera y la fiebre amarilla. Los más afectados son los más vulnerables.
Fuente: noticiasyprotagonistas.com
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