Cuando son vidas humanas las que están en juego, los funcionarios deberían extremar el cuidado de sus palabras.
Fue necesaria una inaudita ola de asaltos violentos, tomas de rehenes y asesinatos para que finalmente el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dejara de hablar de la denominada sensación de inseguridad para admitir que existe una auténtica y justificada inquietud social por este tema y que es preciso trabajar en la prevención del delito.
"Hay una preocupación en la sociedad [por la inseguridad] y la tenemos que contrarrestar con la prevención del delito", afirmó Fernández. Tres horas después de que pronunciara esa frase, hubo una nueva salidera bancaria en la Capital en la que resultó víctima una médica que había retirado 14.000 pesos de un banco y fue asaltada por dos delincuentes.
Hace cuatro años, cuando aún era ministro del Interior, Fernández había adjudicado la inseguridad a una sensación instalada por los medios. Fue una de sus tantas aberraciones verbales y conceptuales.
Para tener idea de a qué obedece lo que el jefe de Gabinete ahora califica de "preocupación en la sociedad", hay que tener en cuenta que diariamente se denuncian en la Argentina 24 salideras bancarias o asaltos a quienes salen de un banco tras haber retirado dinero.
Particular notoriedad alcanzó por sus trágicas aristas el caso de Carolina Piparo, una mujer que estando embarazada fue víctima de esta aberrante metodología en La Plata y, a raíz de los disparos recibidos, perdió a su bebe y su vida corre peligro. Otro aspecto muy preocupante de su caso es la posibilidad, actualmente investigada por la Justicia, de que hayan existido nexos entre los criminales que actuaron y la policía.
La sucesión de hechos ocurridos en los últimos diez días es alarmante: seis policías federales y bonaerenses asesinados, y un asalto con toma de rehenes que duró más de diez horas en un edificio de Palermo.
Por todo esto es que, en realidad, se equivoca el jefe de Gabinete al hablar de "preocupación en la sociedad". Lo que hay es franco temor o miedo, y las razones sobran.
Según las estadísticas de la Procuración General de la Nación, este año se han triplicado las muertes en robos en la Capital. En la provincia de Buenos Aires, hay 290 prófugos que han cometido delitos graves: la mitad son homicidas y 25 de ellos son policías a los que sus camaradas nunca pudieron hallar.
En las encuestas, el de la inseguridad es siempre uno de los primeros problemas que señalan los ciudadanos. No data de hoy, pero aumenta, y este factor es el que genera temor en la sociedad, máxime porque no se percibe una genuina prevención del delito, para usar las mismas palabras que el jefe de Gabinete.
Las autoridades nacionales y las provinciales no pueden ir siempre sólo detrás del fenómeno delictivo, aplicando medidas improvisadas o, peor aún, de mero efecto mediático.
Por eso resultan preocupantes las palabras de Fernández cuando rebaja el miedo de la gente a simple "preocupación" y, peor aún, cuando agrega que "hay que contrarrestar" esa preocupación "con la prevención del delito". No: la prevención del delito no debe tener por objeto calmar la preocupación social, sino combatir la enorme ola delictiva. Cuando son vidas humanas las que están en juego, los funcionarios gubernamentales deberían extremar el cuidado al elegir las palabras.
Fuente: lanacion.com.ar
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