La inseguridad se ha cobrado, en los últimos días, varias víctimas mortales, entre ellas tres policías federales. El último de ellos, cayó en el interior de la Villa 31.
En lo que va del año, fueron asesinados siete efectivos de la Policía Federal, uno más que los asesinados en todo el año pasado.
La muerte de policías, sumada a la de civiles asesinados en los últimos tiempos, en la Ciudad de Buenos Aires y en el Conurbano, da cuenta de la gravedad de la ola de delitos, porque no se trata sólo del número de hechos sino de la violencia que se emplea en los mismos.
La respuesta del Estado ante este fenómeno es claramente insuficiente. En recientes declaraciones, el Gobernador de la Provincia de Buenos admitió la gravedad del problema y anunció, una vez más, medidas para el futuro.
Pero, también, realizó un pedido de aportes para la lucha contra el delito que pareció más una confesión de desorientación que una razonable invitación al debate sobre como mejorar la seguridad. La reacción del Gobierno Nacional, del cual depende la Policía Federal, siguió siendo la de negar la situación y atribuir segundas intenciones a quienes la denuncian.
La sociedad, por su parte, manifiesta cotidianamente su temor por la inseguridad: las encuestas sobre preocupaciones ciudadanas colocan a la inseguridad en el primer o los primeros puestos y frecuentemente, se realizan movilizaciones en reclamo de seguridad, lo cual expresa una sensación de indefensión que sólo se revertirá con una política de seguridad efectiva.
El asesinato de otro policía federal es un agravamiento de la ola de inseguridad que preocupa a la sociedad, pero tiene respuestas ineficaces del Estado.
Fuente: clarin.com
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