Para ejercer la solidaridad con los pobres hay que tomar decisiones que molestan a los que más tienen...
Eso es lo que dijo la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, en el acto del 20 de junio, de espaldas al río Paraná, de frente al Monumento a la Bandera y en recuerdo del ideólogo de la revolución de mayo, Manuel Belgrano, creador de aquel símbolo para que los desesperados que lo seguían tuvieran algo en que creer.
Es una linda frase la de la presidenta.
El problema es la realidad.
La distancia entre lo que se dice y lo que se hace.
Porque esa diferencia, esa contradicción, esa mentira, tiene peso específico en la vida cotidiana de los que menos tienen, aquellos que necesitan de la solidaridad mentada, los que dependen de la molestia de los que tienen mucho, muchísimo.
En la Argentina del tercer milenio casi cinco millones de jubilados (el 76,5%) cobran el haber mínimo de 895 pesos o menos.
¿Dónde está entonces la solidaridad con los pobres?
¿Es que no habrán molestado suficiente a los que más tienen?
Quizás allí está la explicación.
Porque en el mismísimo presupuesto nacional hay cuarenta mil millones de pesos destinados en promociones industriales, subsidios y demás beneficios para las grandes empresas radicadas en el país y que facturan cientos de pesos por minuto mientras que la llamada asignación universal y que no es universal para los pibes, apenas representa 10 mil millones de pesos, es decir, la cuarta parte del dinero que la administración de Cristina le dispensa a los poderosos.
No deben estar muy molestos los que más tienen si para el gobierno sus intereses son cuatro veces superiores a las urgencias de los chicos.
Y quizás por eso se explique que cinco millones de abuelos no llegan a novecientos pesos por mes.
Si hasta la doctora Carmen Argibay, integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, acaba de decir que la Administración Nacional de Seguridad Social le paga mal a los jubilados porque desconoce la necesidad de un aumento que se dio en el caso de Adolfo Badaro en el que se dispuso aumentar un 88,6% su salario y no se repitió con los millones de ex trabajadores en su situación. “La ANSES debería entender de una vez por todas que si pagan bien se ahorran un montón de juicios”, agregó Argibay.
Porque los cinco millones de jubilados que cobran menos de novecientos pesos mensuales son pobres, señora presidenta, y ellos merecen ser los sujetos de la solidaridad que usted declamó en las tribunas rosarinas.
Porque como usted mismo dijo es necesario molestar a los que más tienen y es allí, en el mismísimo presupuesto de su gobierno, que dice todo lo contrario. Que los más poderosos no deben sentirse muy molestos por sus decisiones.
Por eso casi cinco millones de jubilados cobran menos de novecientos pesos por mes.
Por la misma razón que usted dijo, señora presidenta.
Porque la distancia que separa las palabras de los hechos es directamente proporcional a las medidas que se toman desde el gobierno.
Fuente: rafaela.com
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