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miércoles, 5 de mayo de 2010

Mujeres migrantes en la Argentina: en busca de un futuro mejor

Por Luis Cantero

Estados Unidos se ha convertido la tierra prometida para un sinnúmero de latinoamericanos y latinoamericanas. Lo mismo le sucede a la Argentina, es la tierra soñada por muchos bolivianos/as, peruanos/as y paraguayos/as. Ellos y ellas vienen convencidas a esta tierra en busca de una oportunidad laboral, de estudios, etc.
Han dejado sus países por no encontrar las condiciones necesarias para su sobrevivencia y ven la Argentina como el país rico, que los puede sacar de su pobreza. Un clarísimo ejemplo, lo constituye Bolivia.
Bolivia es el país mas pobre de suramericana, compuesto en su mayoría de indígenas y campesinos pobres, que vienen a trabajar a la Argentina por pocos pesos; no les importa saber si le están explotando o no, porque para ellos un peso le representa cuatro billetes de su moneda local (cuatro bolivianos). Ellos creen que si trabajan muchos años pueden hacer dinero y volverse a su país con mucho dinero, que les permita comprar una casa, parcela o colocar un negocio. Lo mismo acontece en los dos países mencionado arriba (peruanos y paraguayos), aquí excluimos a los uruguayos, es el grupo junto a los chilenos que ya no emigra a la Argentina, porque según ellos no representa nada, lo que para los bolivianos y peruanos es un campo minado para hacer dinero.
Antes los hombres de estas colectividades venían solo (algunos con familias), en busca de trabajo para enviar remesas a su familiares. Hoy todo ha cambiado, son las mujeres que emigran en busca de trabajo, dejaron de ser “meras acompañantes, dejan a sus hijos en sus lugares de origen”. Es normal uno encontrarse en las calles principales de la Capital Federal y conurbano con bolivianas, paraguayas y peruanas ofreciendo productos comestibles, ropas, y hasta sexo. Otras se dedican a la limpieza de aseo, por ejemplo, Dionisita, es una mujer boliviana indígena, vino a la Argentina a visitar a su esposo, también indígena, que vino a estudiar Teología en unos de los Seminarios que abundan en Buenos Aires, becado por una agencia becaria, su beca solo le alcanzaba para sobrevivir junto a sus dos hijos. Pero, ya lo tenían planeado, a los dos meses Dionisita se vino con sus otros tres hijos a visitar al esposo, que la esperaba en un departamento que era de dos ambientes, allí se acomodaron uno encima del otro. Recorrieron las calles de capital federal, analizaron el terreno y armaron la estrategia para quedarse, porque les permitía poder trabajar y hacer dinero para luego regresar a Bolivia. Los chicos y las chicas han crecido, ya no se quieren volver a su tierra. Porque la Argentina para ellos ha sido una tierra prometida, que les da para poder comer y vivir mejor que en su país, ven que allá, no pueden tener lo que la Argentina les brinda educación gratis, salud, en fin. Hoy no quieren saber nada de su lugar de origen, el volver para ellos, es hacer parte de los pobres, de los desplazados y excluido del sistema. Aunque ellos se sientan discriminados en la Argentina, prefieren quedarse; ellos han logrado crear una forma de trabajar haciendo limpieza en algunas oficinas de organizaciones no gubernamentales. Las chicas trabajan en talleres clandestinos y en ventas callejeras en Once, Avellaneda o la Salada. Los chicos, en cambio, ayudan al padre en la portería de un edificio, etc. El padre vino a estudiar para ser pastor, pero el trabajo que están haciendo como grupo familiar les da para vivir como “rico” que ser pastor en su país.
Una de estas chicas la he visto arrastrar un bolso repleto de hortalizas y cítricos. Despliega un diminuto banquito de caño de tela, ya sentada como de costumbre limpia minuciosamente con un trapo los choclos, los tomates, limones y acomoda una mesita, que usa como mostrador las bolsitas con condimentos. Dando inicio a una jornada de 10 horas, es repetido por ciertos de mujeres a las puertas de los importantes supermercados o autoservicios en los barrios de capital y del conurbano. (1) Pero, el trabajo de estas mujeres no termina allí, siguen trabajando cuando llegan a casa, el marido sentado, todo el día viendo la tele o navegando en internet, no ha hecho nada, ni los deberes de la casa, mucho menos encuentran un bocado de comida para saciar el hambre de una jornada de trabajo duro a sol a sol. Vienen a descansar como a las 12 de la noche, duermen 4 o 5 horas, porque justo a las 6 de la mañana ya están preparando el desayuno para comer y dejarles algo al marido y a los hijos.
Ana María Vargas, es una mujer boliviana, pastora luterana, que trabajó durante muchos años con migrantes de su comunidad. Habla de su experiencia como boliviana tuvo que enfrentar algunos choques culturales, que ella misma describe en un artículo publicado (ver ref. 2). Dice que ser migrante significa ser excluido o excluida. No es cuestión jurídica, que no protegen a los y las migrantes, sino de un vacío del alma, que a veces es un vacío mortal. Los migrantes bolivianos u otros son vistos como los “otros”, extraños, foráneos, chivos emisarios. Como los que vienen a quitarle el laburo a los y las argentinos (as) (2). Esto lo confirma Alejandro Grimson: “(…) Tradicionalmente, los migrantes limítrofes tendieron a ocupar “nichos” laborales en ciertos trabajos que los nativos no aceptaban. Pero al cambiar el horizonte laboral, los argentinos empezaron a aceptar puestos tradicionalmente ocupados por los inmigrantes. Lo que había crecido de modo dramático no era la inmigración, sino la desocupación y la exclusión.” (3)
El colapso de la economía del 11 de septiembre que afectó a las economías tercermundistas ha generado una alta desocupación y exclusión, ha provocado otros males en la sociedad que se manifiesta en los brotes de xenofobia por parte de la sociedad Argentina hacia los bolivianos u otro. No solo lo viven los argentinos, también en otros países del primer mundo, que ven en los migrantes como un problema. Algunos han generado una política antiinmigrante que ha colocado al ser humano como problema. Los migrantes son personas, las personas no son problema, ya sea bolivianos, peruano, ancianos, pobres nacidos o no. “Reducir al extranjero, que es imagen y semejanza de Dios, a un simple problema es ofender la dignidad que le fue otorgada por Dios.” Si tenemos un problema, el problema no es la persona, sea o no residente legal o ciudadano argentino. El problema es este sistema neoliberal, que genera estos males sociales. Que hace que muchos de ellos salgan de sus países en busca de un lugar en el mundo, un lugar donde se les pueda ver. (4)

LA DISCRIMINACIÓN Y EXPLOTACIÓN DE LA MUJER BOLIVIANA

La discriminación no solo es alimentada por algunos medios de comunicación argentino, sino también de su propia colectividad. “Ser mujer migrante indígena, dice Vargas, tiene sus cosas”, como el machismo que no le da espacio a la participación femenina en las tomas de decisiones, hay violencias hacías ellas. Hay muchas mujeres solas, unas, que ya migraron solas dejando a sus hijos en Bolivia. Otras mujeres que quedaron solas por algún motivo o las madres solteras, que han sido engañadas y abusadas en los talleres clandestinos. Estas mujeres, además de vivir esta violencia, viven sobrecargada de trabajos, les toca asumir un nuevo rol deben trabajar a la par con su pareja o enfrentar la manutención de su hogar, deben cumplir con los roles de madres, esposa o madre y padre, no solo las madres solteras, sino de las casadas que a pesar de tener un marido, les toca a ellas cumplir los dos roles. Vargas asegura, que estas mujeres deben ser consideradas, ya que si un varón trabaja muchas horas, descansa un medio día los fines de semana. Pero, las mujeres no, deben tener la ropa limpia, revisar las tareas de los chicos, etc. Como le acontece a Dionisita. (5) Algunas de ellas son maltratadas y explotadas por los mismos maridos que le exigen el dinero producto del trabajo que ellas realizan. En la cuestión de violencia, las mujeres no encuentran un espacio de ayuda, ya que si una mujer denuncia a su esposo por maltratos en la comisaría, no le dan bolilla como se dice en Argentina, si va a otros organismos dedicados a tratar la violencia domestica, “en muchos casos no son comprendidas”, ya que son cuestionados por su misma forma física, de vestir, de hablar y de exponer el problema, refleja una cuestión cultural muy marcada con el ser argentino. (6)

NICHOS LABORALES

Según el informe del Banco Mundial afirma que las mujeres constituyen casi la mitad de la población migrante del mundo. En el caso argentino, entre los años 1980 y 2001, las mujeres migrantes pasaron de constituir el 49.7% al 54.2%. “Las mujeres siempre fueron vistas como acompañantes en la migración, pero tras el avance en los últimos 20 años los estudios de genero, se le quitó la neutralidad a la palabra migrante,” sostiene María Cristina Cacopardo y añade: “Se produjeron cambios en el rol de la mujer. Ya no es mera acompañante sino que migra porque tiene las mismas motivaciones que los hombres, la laboral especialmente.”(7)
La migración boliviana siempre ha sido la de mayor magnitud, siempre fue de carácter familiar. Todo el grupo del hogar trabaja haciendo limpieza de oficinas, de casas, departamentos, arman minitalleres en el lugar donde viven que a la vez abastecen los grandes monopolios de talleristas, la cama caliente ya no es en el taller clandestino, sino en el lugar donde viven, los chicos y las chicas colaboran con sus padres, mientras ellos duerme, los niños, adolescentes trabajan, no pueden parar la producción. Debido a tanta persecución por los organismo del Estado y agrupaciones no gubernamentales, los talleristas han ideado la forma de seguir explotando la mano de obra de sus propios coterráneo, como acontece en el hogar de doña Rodes, ella trabaja haciendo limpieza, pero su hogar compuesto de 8 miembros, viven hacinados en un departamento de dos ambientes para un matrimonio con un niño, ellos se acomodan, pues están acostumbrado, ya que en su país vivían en una sola pieza, todos dormían juntos, acá por lo menos tienen un poquito de más espacio, destinaron el living para establecer un minitaller, el esposo y sus hijos están dedicado a confeccionar las prendas para luego lucir en las vitrinas de los principales Shopping de la capital federal de Bs. As.
En las noches los chicos se dedican a la misma función de su padre, todos trabajan pero solo reciben el pago de un salario 700 pesos por 24 horas sin parar la producción (8) y las chicas a las ventas callejeras como hortaliza y cítricos, ropas. Añade Quiles: “Y su ingreso se asienta en extensas redes sociales migratorias, conformadas por familiares y vecinos, que juntos reproducen su cultura en su lugar de residencia y conforman nichos laborales, en este caso el de la horticultura, el comercio por mayor y menor y la industria manufacturera.” (9) Como vamos a ver más adelante, “las migrantes bolivianas se diferencia de sus pares paraguayas y peruanas”, en que se desplazan en grupo familiar, ya que la decisión de migrar forma parte de un proyecto familiar: su rol cumple un valor importante, como lo señala María José Magliano:
“La importancia de la participación de la mujer boliviana en actividades tanto laborales como familiares se traslada a la comunidad de destino y los testimonios de los migrantes, tanto hombres como mujeres, dan cuenta del rol que desempeñan las mujeres en el ámbito familiar y económico: El hombre boliviano es un poco machista, cuando la mujer toma sus obligaciones de madre, de esposa, de pareja, al hombre le gusta que esté ahí, pero cuando la mujer tiene que defender lo que es de ella sale a defenderlo con todo. La mujer cuando sale del país y emigra hacia otros lugares, se pone a la par de su hombre, trabajando con él, haciendo no sólo los quehaceres de la casa, sino trabajando a la par del marido en la agricultura, en la fabricación de ladrillos, en la venta ambulante, y si, por ejemplo, tiene que ayudar a levantar una construcción, ella lo hace junto con él. Desde este aspecto tenemos mucho carácter para salir adelante (…) Las mujeres también nos ponemos al frente de nuestras familias, la alimentación de nuestros hijos, todos los pasos que tienen que tener nutricionalmente, su educación. (Emma, casada con dos hijos, todos ellos bolivianos, vino desde Cochabamba, trabaja en una verdulería y su marido en la construcción, emigró en 1989 y tiene 55 años)”, Si bien – continúa - en última instancia las decisiones la toma el marido, la mujer boliviana no cumple un rol pasivo. Si uno va al campo, la mujer está tirando las semillas o está viendo los surcos de la tierra mientras el esposo está en otro sector trabajando, ella está continuamente aportando a lo que es la economía del hogar y a los chicos también los tiene encima. Y esa manera de cargar a los chicos encima y ellas siguen trabajando. (Roberto, casado con una hija, todos bolivianos, vino desde La Paz en 1955, jubilado).” (10)

MIGRANTES PARAGUAYAS EN ARGENTINA

Según una encuesta realizada en Paraguay, registró que el 8% del total de la población, unas 450.000 personas aproximadamente viven en el exterior. De este grupo, unas 325.000 viven en la Argentina y el 57% son mujeres. La migración de mujeres paraguayas se diferencia de las bolivianas, porque ellas siempre migraban solas, y siempre se dedicaron al cuidado de niños y ancianos o trabajos domésticos. Quiles asegura que “si bien el fenómeno de migración paraguaya en rubro del cuidado de los niños y domestico es de larga data”, esto se debe a los cambios estructurales que ha generado la política neoliberal, que ha generado un gran desplazamiento de los puestos laborales masculino, ha surgido la mano de obra barata de lo femenino. Como señala Cacopardo, “hay que vincular este fenómeno con la crisis de los últimos años en los países capitalistas, donde lo primero que se destruye es los puestos de trabajo masculino y con más formalidad. Y las mujeres, más flexibles, se ocupan en el servicio domestico o en el cuidado de los niños y ancianos. En un mercado colapsado, la mujer encuentra mayor inserción laboral, lo que no quiere decir que sea en buenas condiciones, porque en realidad están cada vez más precarizadas: con horario laboral extendido y crecimiento de familias monoparentales.” (11)

EL FENÓMENO DE LA MATERNIDAD CRIAR HIJOS AJENOS

La separación de madres e hijos pequeños debido a la migración genera un alto índice de culpabilidad, sufrimiento y dolor, deja su lugar al cuidado de una abuela o tías, para venir a cuidar y criar hijos ajenos. Dice Carlota Ramírez, “estas madres tienen más conexión con los chicos ajenos que con los propios hijos, con la culpa que eso genera.” (12) Y agrega Marcela Cerrutti, “en este proceso, los niños de los países pobres son quienes deben pagar el precio de un cuidado maternal a larga distancia.” La paradoja de cuidar y criar hijos ajenos y no los propios, o en términos académico transnacionalización de la mano de obra.” (13)

MIGRANTES PERUANAS EN LA ARGENTINA

El fenómeno de la migración peruana presenta rasgos propios que la diferencia de las anteriores (boliviana y paraguayas). Es un nuevo grupo migratorio que llegó a la Argentina en el año de 1996 del siglo pasado, según los censos de 1991 y 2001 pasaron de 16.000 personas a 88.260, “seis de cada diez migrantes peruanos son mujeres”, quienes dieron el paso inicial para afrontar los problemas económicos en sus hogares como en su País fueron las mujeres. La información que les llegaba de Argentina es que en la capital de ese país como en las principales ciudades era más fácil encontrar trabajo para las mujeres que los hombres, acto seguido ellas daban el primer paso hacia lo prometido, “un paraíso donde fluía la leche y la miel”, donde se podría hacer dinero para enviarle a sus hijos y familiares, trabajaban muchísimos y con el tiempo se traían al esposo, hijos, madres y hermanas.
Este fenómeno migratorio peruano se debe a “la época de la convertibilidad cuando el peso estaba a la par con el dólar, como eran mujeres solas que habían dejado en su país a sus hijos al cuidado de una abuela o tía” o en algunos casos del esposo, a quienes les enviaban remesas de dinero por el tipo de cambio favorable. Pero, “al caer la convertibilidad, si bien en menor proporción, el cambio aun continua produciendo diferencias positivas”, como sucede en la migración boliviana, afirma Quiles en palabras de Cacopardo. Aunque su inserción al mercado laboral se encuadra en la disputa por el espacio ocupada por las paraguayas: servicios domésticos y cuidados de chicos y ancianos. Según Quiles no guarda relación alguna con su perfil educativo, hace que no solo las diferencias de su par paraguayas sino mucho más de las bolivianas que en su mayoría son analfabetas e indígenas.
Las migrantes peruanas en su mayoría poseen estudios secundarios completos, estudios técnicos, terciarios y en algunos casos universitarios, antes de salir de su país ocupaban puestos administrativos, comercios y docencias en entidades gubernamentales y empresas privadas. Situación que según los especialista les generan problemas psicosociales, por estar calificada y por necesidad les tocaba hacer trabajos a las cuales no habían soñado; al sentirse sola en este País extraño al suyo, con poco dinero terminan sucumbiendo sus sueños, generándole baja autoestimas y cayendo en manos de personas inescrupulosa que se aprovechan de la necesidad del otro para hacer dinero. Esto se debe a varios factores, según Quiles, fuertes dificultades para poder transferir su capital humano, conformación de redes sociales migratorias, la puerta de acceso al mercado laboral local solo le ofrece servicios domésticos y cuidado de niños y anciano, esta demanda va en aumento. (14)
Las migrantes peruanas vienen con más expectativas y ambiciones a diferencia de la boliviana que en su mayoría no tienen estudios primarios ni secundarios completos, muchos menos terciario. Están acostumbradas a estos trabajos. Las paraguayas, además de tener estudios primarios y secundarios, asumieron su rol en la sociedad Argentina, mujeres del servicio domestico y cuidado de chicos. Aunque hayan diferencias de formación, motivaciones y ambiciones todas sufren en lo laboral, en especial la boliviana y la peruana por cuestiones idiomáticas son discriminada y sometida al maltrato por parte de sus empleadoras. A pesar de esto, las migrantes peruanas arman sus redes sociales con otras de su propia colectividad, que les permita sobrellevar la situación, eso si ya que no hay confianza ni redes de relación entre las dos colectividades mencionadas aquí. Entre ellos mismos hay prejuicios y discriminación.

CONCLUSIÓN

Pensar en las mujeres migrantes en su diario vivir, enfrentando la vida, algunas en labores domesticas, lavando los pisos de las veredas, las casas, oficinas, departamentos. Otras vendiendo en las calles, en los puestos de Once, la Salada, Liniers, bajo Flores. Ofreciendo sus productos perecedero y no perecedero. Otras, junto con su esposo han caído en manos de los explotadores: dueños y testaferro de talleres clandestinos y no clandestinos, sufren el dolor de ser esclavizados y explotados. Con un plato de comida hacen milagros para que todos puedan comer una migaja de pan. Todas estas mujeres sufren y van a las iglesias cristianas evangélicas en busca de un lugar donde se les pueda considerar, valorar y apreciar como persona dignas, creadas a imagen y semejanza del Dios que ellos creen y predican, que encuentra, otro muro difícil de entrar, a igual que la sociedad se le margina por su acento idiomático, físico entre otros aspectos, lo he percibido en algunas iglesias de tendencia conservadora y ultraconservadora.
Pienso en esto y me da dolor, bronca; porque parece que Dios solo fuera argentino, pero ese dios que se predica en algunas congregaciones conservadoras no es el Dios que ama al extranjero, que le da comida y vestido, ese dios que ellos alaban y predican no les remueve la consciencia ni muchos menos haya un cambio de vida para comprender el dolor que sufre su prójimo: mujeres migrantes, o sencillamente se les olvidó que ellos también son descendientes de bolivianos, peruanos, paraguayos así como son de italianos, españoles, alemanes (…). Esta es una idea burda, porque no solo la Argentina es de foráneo, lo es también toda la America que hoy pisamos, creo que todos somos migrantes también, porque seamos descendientes de alguien, somos extranjeros en estas tierra, los dueños de estas tierras son los pueblos originarios y no la cultura invasora de criollos y europeos. A estos cristianos se le olvida que darle pan, comida, hospedaje y empleo digno a estas mujeres migrantes se lo están haciendo al mismo Dios, según Mateo 25: 34 y con el v. 40 cierra el Señor Jesús afirmando: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis”. (15)
Además, lo anterior la iglesia cristiana debe saber que las migraciones no importan del país que sea o género, “es un proceso que condiciona y modifica la vida de los sujetos que participan en estos grupos. En efecto, la migración supone una redefinición de los roles desempeñados por hombres y mujeres (como vimos en la migración peruanas) en los ámbitos familiar, cultural, social y religioso. Por ende, como consecuencia del traslado, es posible identificar cambios y continuidades en las dimensiones de género. Por consiguiente, las transformaciones en las relaciones de género van a estar determinadas también por transformaciones en los distintos mecanismos que naturalizan, legitiman y reproducen estas desigualdades. (…) La desigualdad de género, que genera relaciones de género asimétricas, es uno de los tipos de desigualdad presente en la sociedad que se articula con otras desigualdades sociales, profundizando la subordinación y marginación de la mujer. Por lo tanto, pensar en cambios en la desigualdad de género, que se visualiza en todos los ámbitos de la sociedad, implica pensar en cambios en las otras dimensiones de la desigualdad social que afectan a la gran mayoría de las mujeres en la migración.” (16)
Las mujeres migrantes, en especial bolivianas y peruanas, son victimas de diferentes prácticas de discriminación y exclusión por su condición de migrantes, por su pertenencia de clase y origen étnico. Al respecto dice Vargas Benito: “La discriminación hacia los/las migrantes bolivianos(as) es constante va desde lo simple de un insulto en la calle como ese de “negro de m… o bolita, etc.”, pasando, por ejemplo, en los colectivos a cuidar las carteras o los bolsillos cuando ven a un/una boliviano(a), hasta llegar a los asesinatos que suceden.” (17). Muchos de estos grupos sufren atropello por manos de delincuentes, que por sacarse la bronca, violan y matan; porque saben que todo queda en el anonimato, nadie vio nada y ni escuchó nada. Todo queda en como suicidio o defensa propia. Ante esta realidad debemos preguntarnos: ¿Qué puede ofrecer la iglesia cristiana para una acción cristiana? ¿Cómo podemos ayudarle a los migrantes a salir de este mucho de exclusión y marginación? ¿Qué otras cosas podría hacer la iglesia para combatir desde el seno de la iglesia la xenofobia, los prejuicios y marginación hacia personas de diferentes condiciones sociales, etnias y demás? ¿Qué herramientas podrías utilizar para enseñarle a los(as) niños(as) en general a todas las edades que hacen parte de la iglesia? Recuerde Dios ama al extranjero le da comida y vestido y cierro con Mt. 25, en especial el versículo 40 “(…) hicisteis a uno de estos (bolivianos, peruanos, paraguayos u otro más pequeños, a mi lo hicisteis”

Referencias bibliográficas:

(1) Mirta Quiles, “Mujeres migrantes”, en Revista acción, 2009 año XLIV (1039), Buenos Aires, p. 16.
(2) Ana María Vargas Benito, “¿Al margen de todo? Migrantes bolivianas y bolivianos en la Argentina”, en Testimonio evangélico en America latina, René Krüger y Daniel Beros, editores, Bs. As., IERP y la obra Gustavo Adolfo, 2007, pp. 121 – 122.
(3) Alejandro Grimson, “Ilegalidad, migración y talleres clandestinos”, en opinión sobre la tragedia de Caballito, Director del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad de San Martín, Año 1 # 2, agosto (2006), p. 5.
(4) Luis Eduardo Cantero, “Migrantes bolivianos y bolivianas en Argentina: Ni de aquí ni de allá” en ALCNOTICIAS, 2010, p. 1.
(5) Vargas, op., cit., p. 126
(6) Ibíd., p. 127.
(7) María Cristina Cacopardo, directora de la Maestría en Demografía social de la Universidad de Lujan, citada por Mirta Quiles, op., cit., p. 16.
(8) Ver la nota completa sobre talleres clandestinos: el negocio de la explotación en la Nación http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1011299 y en Clarín http://www.clarin.com/suplementos/zona/2009/04/12/z-01896056.htm 
(9) Quiles, “Mujeres migrantes”, Op., cit., pp. 16 – 17.
(10) María José Magliano, “Migración de mujeres bolivianas hacia Argentina: cambios y continuidades en las relaciones de género”, Femmes latino-américaines et migrations, en Les Cahiers ALHIM Histoire & Memoire, Amerique Latine, # 14 (2007): http://alhim.revues.org/index2102.html#entries (Consulta: 06/02/10)
(11) Quiles, “Mujeres migrantes”, Op., cit.,
(12) Carlota Ramírez es psicóloga, especialista en migración y genero. Ibíd.,
(13) Marcela Cerrutti “Diagnostico de las poblaciones de inmigrantes en la Argentina”, en Documento de la Dirección Nacional de Población, http://www.mininterior.gov.ar/poblacion/pdf/Diagnostico_de_las_poblaciones_de_inmigrantes_en_Argentina.pdf [Consulta: 04/02/10]
(14) Quiles, “Mujeres migrantes”, Op., cit.,
(15) Magliano, Op., cit., # 35
(16) Ibíd., #. 36.
(17) Vargas Benito, “¿Al margen de todo? Migrantes bolivianas y bolivianos en la Argentina”, p. 125.

El autor es Doctor en Filosofía, pastor bautista, Decano y profesor del Seminario Teológico Misionero Tiranno, Bs. As. Argentina. Profesor adjunto de la Universidad FLET, Miami, EE.UU. http://www.luiseduardocantero.es.tl/
Fuente: alcnoticias.org

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