Escribe Juan Carlos Argüello
Hace 200 años, los revolucionarios pensaban una Argentina de grandeza. El festejo del Centenario encontró un país ampuloso que quería parecerse a las grandes capitales europeas, muy rico, pero manejado por una cúpula aristocrática y terrateniente, gobernando a través del fraude y con la mayoría empobrecida y sin derechos sociales ni condiciones de trabajo decentes.
El Bicentenario amanece con una democracia consolidada, pero profundas desigualdades sociales por resolver. Las diferencias políticas, sin embargo, siguen siendo casi insalvables y la economía del país no es una de las más fuertes del mundo como hace cien años. Pero después de muchas rupturas en las reglas de juego, sobre todo ante el sistema financiero, se está dejando atrás la política de endeudamiento que quebró al país y empujó a la pobreza a millones de argentinos.
En abril, cuando se celebró el Bicentenario de Venezuela, la presidenta Cristina Fernández habló de una segunda independencia de América del Sur. La Presidenta comparó el segundo centenario de la región con el primero, “que nos encontró con la consolidación de repúblicas en un modelo de división del trabajo, donde proveíamos materias primas que eran industrializadas muy lejos de estas tierras”. Y señaló que “los hombres de 1810 pensaban exactamente lo contrario, porque si uno analiza el pensamiento económico de Manuel Belgrano, de Mariano Moreno, hablaban de generar riqueza en nuestros propios países”. Allí radica la principal diferencia entre los primeros cien y el segundo centenario de la Argentina.
En la economía se puede señalar claramente esa “independencia”. En el Centenario se vivía de la idea de ser el granero del mundo, pero se dependía exclusivamente de la exportación de materia prima y del ganado, además de iniciar el proceso de endeudamiento del país.
En el Bicentenario, es la Madre Patria la que se encuentra en crisis, como espejo de la vivida en el país en 2001 y la política de desendeudamiento salvó a la Argentina de las oleadas de la peor crisis financiera desde 1930 y de los coletazos de la caída de Grecia.
Al igual que en los últimos años del régimen de convertibilidad en Argentina, España presenta un elevado nivel de deuda pública, llegando al 53,2 por ciento de su producto bruto en 2009, que es producto de un déficit público del 11,2 por ciento del PBI, señala un documento de la consultora Abeceb. Tanto el crecimiento de la década del 90 en Argentina como la expansión de España en los últimos años, se explican principalmente por sectores no transables, como construcción y servicios, lo cual generó que las exportaciones no crecieran con la misma fuerza que las importaciones. Esta relegación del sector productivo, por un proceso de sustitución, tuvo su consecuencia en el mercado de trabajo en ambos países, con tasas de desempleo cercanas al 20% de la población activa, lo que repercute en una caída del consumo interno, profundizando la recesión económica. Como siempre ocurre en estas situaciones, los costos corren a cuenta de la población, traducidos en reducciones salariales y menor gasto social. En este sentido, por supuesto, ambos países coinciden.
Sin embargo, la Argentina que “está fuera del mundo”, como acostumbran a decir los críticos de la política económica, ha logrado recuperarse con indicadores sorprendentes hasta para los más opositores: la actividad industrial creció 9,9 por ciento en abril respecto de igual mes del 2009, y mejoró 1,5 comparada con marzo, en otra señal de recuperación sostenida de la economía tras un año complicado. El superávit primario de abril fue de $1.882,2 millones, una cifra que es un 123.2% mayor en relación al mismo mes del año pasado. Las reservas del Banco Central alcanzaron los u$s49.012 millones. Se alcanza este nivel, incluso, luego de haber pagado u$s2.037 millones con reservas a organismos multilaterales y a tenedores de bonos. El desempleo, en tanto, se mantuvo en 8,3 por ciento con caídas en varias provincias.
Un dato no menor. Incluso se ha recuperado la inversión en desarrollo de tecnología. El brigadier Juan Carlos Biasi, jefe del Sistema de Implementación de El Sistema Nacional de Vigilancia Aeroespacial, quien vino a supervisar el avance de las obras para instalar el radar militar en Posadas, destacó que la inversión en tecnología es única en los últimos 30 años.
“Por primera vez podemos tocar lo que siempre vimos en papeles”, graficó, en referencia a la instalación de radares en tres dimensiones, como el que llegará a Misiones y el que fabrica el Invap en Bariloche. “Con la fabricación de los radares del Invap, se coloca a la Argentina en una situación especial en toda América del Sur, ya que es el único país que contará con radares construidos con tecnología nacional. No vamos a depender de terceros países”, expresó el funcionario.
Es obvio que resta mucho por hacer. Pero como principales desafíos, la Argentina tiene por delante reconstruir la credibilidad institucional y en lo social debe reducir la desigualdad y para ello es fundamental elevar la calidad de la educación pública y sacar de la pobreza a quienes todavía están en ella.
Para eso es clave apostar a un país que produzca y que se distribuya mejor. La Asignación Universal por Hijo, que creó la Nación viene a paliar en parte una gran deuda social. Falta ahora concretar un desarrollo armónico en el país, que deje de estar concentrado en la Pampa Húmeda.
Como históricamente -los misioneros fueron los primeros en adherir a la Causa de la Emancipación en forma espontánea y denominaron al territorio como Provincia Revolucionaria de Misiones-, hoy Misiones también marca el camino.
El plan nacional estratégico agroalimentario y agroindustrial, replica el Proalimentos, cuya tercera etapa se presentó esta semana con una inversión de 50 millones de pesos para el fortalecimiento de las cuencas productivas, en la meta de alcanzar el autoabastecimiento. Ya son positivos los resultados, ya que de un 17 por ciento de productos locales que abastecían al Mercado Central en 2008, se pasó a un 35 con picos de 45 ó 50 por ciento en 2010.
Para complementar el impacto de la Asignación Universal por Hijo, que representará 280 millones de pesos anuales para Misiones, el gobernador Maurice Closs presentó esta semana el más ambicioso plan de lucha frontal contra la indigencia: el plan Hambre Cero.
El objetivo es focalizar todos los esfuerzos en terminar con la desnutrición en la población de 0 a 18 años y en los de la tercera edad. Para eso, se centralizarán programas de Gobierno y se apela al esfuerzo compartido con la sociedad, a través de padrinazgos o simplemente de indicar donde hay un chico con hambre.
A través de los indicadores oficiales, ya se sabe que hay 6.500 chicos con problemas de bajo peso y de eso, un porcentaje con severos problemas de desnutrición.
Esos serán los nuevos VIP de la Provincia, aseguró el gobernador, quien destacó además el compromiso de todos los funcionarios con la idea, que, se espera, comience a rendir frutos en los próximos meses. Incluso en la oposición destacaron la iniciativa participando de la presentación y aportaron otras perspectivas, como el socialista Mariano Díaz. En Posadas incluso se propuso que cada concejal apadrine a un chico y desde el PRO se elogió el proyecto.
Sin dudas, el objetivo Hambre Cero pretende cerrar el círculo de una economía que ha crecido en los últimos años, asentada en la forestoindustria, el turismo, la obra pública y el progresivo retorno a las chacras.
Pero hasta ahora no se había podido dar un golpe definitivo al núcleo duro de la pobreza, pese a la mejora de los indicadores sociales y la caída del desempleo -ubicado actualmente en su mínimo histórico de 1,7 por ciento y el más bajo del país, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos-.
Está claro que no es un objetivo que se pueda dar por cumplido en el corto plazo, sino que, por el contrario, será vital la continuidad en el tiempo, para contener a los chicos que padecen actualmente algún grado de desnutrición y evitar que otros caigan en ese umbral. El sostenimiento a largo plazo también es necesario para revertir -en el marco de lo posible- el deterioro que significa pasar los primeros años en la desnutrición. Si no se la enfrenta a tiempo, el proceso es irreversible. Por eso es trascendente el compromiso de todos a futuro.
Sin dudas, la semana se cierra con un recuerdo doloroso. Las muertes del primer obispo misionero, Víctor Arenhardt y el canciller Hugo Staciuk golpeó a la comunidad misionera. Ambos fueron ejemplo de compromiso con su tierra.
Fuente: misionesonline.net
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