Comprobaciones fehacientes y autorizadas han venido demostrando el incremento de la población de las villas de emergencia establecidas en la ciudad de Buenos Aires y en su conurbano. Se trata de un hecho demostrativo de que, a pesar de las desmentidas oficiales, no sólo no han disminuido los índices de pobreza e indigencia, sino que han ido en aumento en el conglomerado urbano más vasto y densamente poblado del país.
Al margen de que cabría preguntarse si ese éxodo no pone en relieve, con toda crudeza, que hay amplias franjas de nuestra sociedad que no se resignan a asistir de brazos cruzados al paulatino deterioro de sus niveles de vida, en esta oportunidad, por lo menos, las cifras difundidas contradicen el optimismo oficial.
Según la estimación difundida por el propio ministro de Desarrollo Social bonaerense, Baldomero Alvarez de Olivera, a partir de un estudio efectuado por la Universidad de General Sarmiento, hasta 2006 había un total de 819 villas de emergencia en los 25 distritos del Area Metropolitana Buenos Aires (AMBA), incluyendo en ese censo a los asentamientos villeros porteños. Refuerza ese dato la verificación de que entre 2001 y 2006 la población total del AMBA aumentó en un 6,6 por ciento (de 8,6 a 9,2 millones de personas), pero en las villas ese incremento trepó hasta el orden del 57,5 por ciento.
La investigación no se estancó en ese primer paso. Señaló, asimismo, que San Martín es el partido con mayor cantidad de asientos poblacionales, puesto que en su territorio hay 148 villas y asentamientos precarios, y que lo sigue La Matanza, con 73 improvisadas barriadas que albergan al núcleo poblacional más importante del área: casi 140.000 personas.
Utilizando, entonces, las cifras básicas que datan de hace casi un lustro y proyectándolas a la actualidad, se ha llegado a la conclusión de que si en 2006 las villas del conurbano acogían a 1.051.519 personas, en la actualidad esa cifra ha superado los dos millones de residentes, a los cuales es menester sumar a alrededor de 235.000 habitantes de las villas de la ciudad de Buenos Aires (más o menos el 7 por ciento de la población porteña), dejando constancia de que hace tan sólo una década, esa cifra oscilaba en torno de las cien mil personas.
El gobierno de la provincia de Buenos Aires aspira a concretar, en el mediano plazo, la construcción de casi 36.000 viviendas que contribuyan a aliviar la precaria situación de los asentamientos más precarios y populosos, situados a orillas de los ríos Matanza y Reconquista. Pero, lamentablemente, se halla muy demorada la puesta en marcha de acciones concretas ?por ejemplo, el censo de cada uno de esos sitios?, que por fin tornen viable la intención de darle soluciones a este problema que se arrastra desde mediados del siglo XX.
Mal que pese, la subsistencia de las villas miseria, incluso a pesar de los ingentes esfuerzos de las ONG que se han ocupado y se ocupan de mejorarlas con mayor preocupación y eficiencia que las organizaciones oficiales, es una lacerante lacra social. En ellas la honestidad, la honradez y la dedicación al trabajo de la mayoría de sus ocupantes se ven forzadas a convivir con abyectas minorías delictivas, principalmente dedicadas a lucrar con la fabricación y venta de estupefacientes, y con la infame explotación de los que padecen la viciosa necesidad de consumirlas.
No es desentendiéndose de la gravedad de esa cruda situación ni rehuyendo tomarla en consideración ni desmintiendo las pruebas contundentes de su crecimiento como se podrá llegar a soluciones prácticas para ponerle remedio eficiente. El crecimiento poblacional de las villas miseria es síntoma agudo de pobreza, raíz de un mal estructural que las autoridades aún no han sabido enfrentar con soluciones realistas.
Fuente: lanaciòn.com
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