La educación en la Argentina ha venido experimentando en los últimos años todo tipo de procesos, algunos muy buenos y otros no tanto. Estas luces y sombras de lo que debería ser el pilar para el crecimiento y la instalación definitiva de nuestro país en el mundo han sido relevadas de manera muy completa por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).
Este organismo independiente celebró en estos días sus primeros diez años de existencia con la publicación de un informe titulado Radiografía de la educación argentina , cuya intención es que sea leído por docentes, directivos, funcionarios y actores políticos de la educación.
Resulta interesante conocer las conclusiones de su monitoreo relativo al cumplimiento de la ley 26.075 de financiamiento educativo (LFE). La citada norma estableció que el gasto consolidado en educación, ciencia y tecnología por parte del gobierno nacional debía alcanzar un crecimiento progresivo que, para 2008, tendría que representar el 5,3 por ciento del PBI. De acuerdo con el informe esa meta de inversión se sobrepasó y significó el 5,8, lo que marca un cumplimiento satisfactorio en el curso del trienio que siguió a 2005, año de sanción de la ley.En términos nominales, fue una inversión de casi 60.000 millones de pesos en 2008, en tanto que la financiación en 2003 sólo llegaba a 14.840 millones. Sin embargo, este dato cuantitativo, por sí solo, no implica a la vez el acierto de la inversión ni la calidad de los resultados logrados. Algo resulta muy preocupante cuando se observa que a pesar del aumento global de la inversión, las desigualdades se han agravado. Así se advierte en lo que concierne al gasto educativo como porcentaje del gasto total de los presupuestos provinciales.
Un capítulo de suma importancia es el que corresponde al salario docente, que absorbe casi el 95 por ciento de los presupuestos educativos provinciales. Es de subrayar que, desde 1996 hasta septiembre de 2009, el sueldo docente en promedio creció un 48,5 por ciento en términos reales, pero también en este cuadro se registran injustas desigualdades. Si se toman los sueldos extremos para comparar se advierte que, mientras que en Santa Cruz, en 2009, el salario del docente primario de jornada simple, con 10 años de antigüedad, alcanzaba los 4400 pesos, el de Formosa se reducía a 1789. El promedio simple de los sueldos brutos de los maestros en el país se hallaba en los 2400 pesos.
En la comparación internacional la Argentina se muestra todavía como un país capaz de competir en los indicadores de inclusión educativa e igualdad de oportunidades para acceder a la escuela. En el ranking del índice de desarrollo Unesco de Educación para Todos, está en una posición privilegiada, porque es N° 27, entre Cuba (N° 23) y Chile (N° 37), dentro de los 129 países que incluye el estudio. Pero en las evaluaciones de calidad, como el Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA, que se contrasta con el PBI per cápita, del año 2006, la Argentina está lejos de los países desarrollados, dentro de la categoría "Baja calidad y bajo PBI". Ninguno de los países relevados cayó tanto entre 2000 y 2006 como el nuestro, en lo referido a la calidad de la educación de los jóvenes de 15 años. El informe PISA demostró que en comprensión lectora, esos jóvenes ocupaban en 2000 el puesto 35° entre 41 países, y en 2006 el 53° entre 57 países. Una situación similar se observó en el rendimiento en matemática.
Esto último está muy relacionado con otros datos: solo el 31 por ciento de los alumnos que ingresa en primer grado termina la secundaria; las condiciones educativas en las zonas rurales del país muestran que hay baja oferta en la educación secundaria (en 2007, en el total del país el porcentaje de alumnos en escuelas rurales ascendía al 13% en el nivel primario y apenas al 7% en la secundaria), y, entre 2000 y 2008, hubo en el país un promedio de 9 paros docentes por año en cada provincia.
En consecuencia, el informe del Cippec revela un dramático cuadro de contradicciones. Los logros están dados por el cumplimiento de la ley de financiamiento, pero, lamentablemente, retroceden ante las injustas desigualdades. La responsabilidad del Gobierno se hace una vez más evidente, por cuanto mantiene un esquema arbitrario de coparticipación del federalismo fiscal, que incide negativamente en la distribución de los recursos con los cuales las provincias deben afrontar sus obligaciones educativas.
Causa inmenso dolor comprobar que la educación argentina, que conoció sus momentos de gloria y vanguardia, se ahogue hoy en una mediocridad creciente, que confirma el título de un libro del lúcido educador argentino Guillermo Jaim Etcheverry, llamado La tragedia educativa .
Fuente: lanaciòn.com - revista
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