Ricardo Gómez Kenny no es parecido a Roberto Carlos. Es alto, descendiente de irlandeses, serio y formal. Es arquitecto y no canta. Tampoco quiere tener un millón de amigos. Él se conforma con mucho menos: 2.955, la cantidad de personas que vive en las Malvinas, según el último censo que hizo el gobierno británico en 2006. El único objetivo de este rosarino es entablar una relación epistolar con los malvinenses, para –según explica– “conocer más sobre ellos y que a su vez nos conozcan a nosotros”.
Por eso, para que no haya problemas de cartel ni malos entendidos con el idioma, creó el Club de Amigos Malvinas/Falklands. Allí, habitantes de ambos lados del continente se escriben por mail y buscan entablar una relación amistosa, aunque la guerra y sus consecuencias se cuelen en los mensajes. Una vía de comunicación al margen de reclamos.
El 2 de marzo pasado, Gómez Kenny le envió un e-mail a la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, que se había reunido con la presidenta Cristina Fernández, quien le pidió una intermediación en el diferendo. Ese mismo día, el arquitecto jubilado se sorprendió al encontrarse con la respuesta del Departamento de Estado. “Valoramos su opinión y la tomaremos en cuenta, igual que los puntos de vista de todos los norteamericanos”, advertía el mensaje, disparado seguramente de manera automática ante cualquier mensaje que entra en la bandeja de entrada del mail de Hillary. El germen del Club de Amigos Malvinas/Falklands (clubdeamigosm.f@yahoo.com.ar) surgió en 2000, cuando un grupo de alumnos del Colegio San Patricio –donde Gómez Kenny colabora– pensó en enviar correos electrónicos a gente que escribiera en inglés, con el propósito de practicar el idioma. El arquitecto les propuso dirigir sus mensajes a los habitantes de Malvinas, a los que ahora se resiste a llamar kelpers, porque –según considera– “es como decirle gaucho a un argentino”.
La perseverancia epistolar obtuvo la rimera respuesta en 2006, cuando el sacerdote de las islas, Michael McPartlant, les escribió por primera vez: “Entiendo que algunos de ustedes han tratado de contactar a estudiantes de las islas. Por favor, no dejen de intentarlo”, les dijo el cura.
Después de la experiencia en el colegio, la idea quedó flotando. Y el propio Gómez Kenny empezó a dirigir mensajes invitando a los malvinenses a mantener una relación postal con argentinos. “Para que no surjan roces, la consigna fue no hablar de la guerra ni de la soberanía. Don’t mention the war. El objetivo era que nos conociéramos, que cada uno supiera más cosas del otro”, señala, aunque admite que es inevitable que el conflicto aparezca de tanto en tanto entre alguno de los interlocutores que abrazaron esta singular propuesta de comunicación.
PUNTOS COMUNES. De un portafolios negro –de las dimensiones de los que usan los visitadores médicos– el creador de este particular espacio de confraternidad a la distancia saca papeles, fotos y hasta CD para demostrar cómo este grupo consiguió romper el hielo con los malvinenses.
Gómez Kenny cuenta que gracias al intercambio de e-mails logró bucear en la historia de un lugar que sólo se conoce por intermedio de una extensa cronología del conflicto. “Desconocemos los aspectos culturales, sociales y hasta políticos de los habitantes de Malvinas”, apunta. Sin premeditarlo, de esos intercambios surgieron historias interesantes, que de una forma u otra no pueden estar al margen de la guerra. Gómez Kenny contó el caso de los Betts, una de las familias más tradicionales de las Malvinas. Después de la guerra, los Betts entraron en conflicto interno porque uno de sus integrantes (llamado Alexander) fue tildado de ser colaboracionista con los militares argentinos. No está muy claro cómo este malvinense terminó en Córdoba, donde fue concejal por el radicalismo en la localidad de Aguas de Oro.
Su hermano Terry, narró Gómez Kenny, se quedó en las islas. Es músico, y le envió el disco que grabó porque desea presentarlo en Rosario. “Hace música country inglesa”, adelantó el referente del club de amigos, que quiere proponerle a la Municipalidad de Rosario que Terry Betts toque en la ciudad. “Sería muy bueno que se integre con músicos litoraleños y toquen juntos”, se entusiasmó el arquitecto, cuya idea está declarada de interés cultural por parte del municipio rosarino, y cuenta con un proyecto de similar pronunciamiento en la Cámara de Diputados de la Nación.
Con la última crisis que surgió por el petróleo, Gómez Kenny dice que el tono de los mensajes de los isleños ha cambiado sustancialmente. “La actual situación vista desde allá la conocemos a través de dos religiosos, uno católico y otro anglicano. Las pocas respuestas que llegan hoy –revela– dejaron atrás aquel tono alegre del pasado para mostrarnos un enfoque triste y preocupante”.
Fuente: Crítica de la Argentina
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